Mi respiración acelerada solo demostraba mi ira y ganas de matar a la mujer delante de mí, de la forma más despiadada y siniestra posible. La detestaba, no por el simple hecho de venir a hablarme de esa forma creyendo que tiene derecho a exigirme explicaciones, sino por defender a la mierda de su marido y hablarle de esa forma a mi mujer. ¿Quién cojones se creía? Nadie tenía derecho a dirigirse a Elaia de esa forma, ni a menospreciarla en mi puta casa y no le metí un tiro entre sus cejas solo porque mi ángel estaba viendo.
De solo recordar su rostro rosado empapado en lágrimas me dan ganas de poner a arder todo y de destruir a toda las personas que le hicieron daño, e incluido estoy yo. Me hace querer arrancar mi piel al saber que yo provoque que su mirada deje de brillar, tanto que ni siquiera me permitió tocar su persa piel, que me hace sentir que todo está bien. Que ya nada arde. Pero ahora, habían despertado mi ira y no solo mi piel estará en llamas, sino todo mi jodido alrededor.
Así que, mientras sentía a mis supuestos aliados tensarse a mi lado, vi a la mujer de rodillas frente a mí, por lo que dicte con la voz más fría que podía. Debía de mostrar mi poder, mi negrura y mi lado más sanguinario, solo así pude conseguir y conservar mi puesto. No debía de tener misericordia o compasión, eso era para los débiles, si tocaban lo mío el pulso jamás pero, jamás me temblara. No por nada soy Boss de Rusia.
—Tu mierda de marido ahora esta pudriéndose en la peor miseria, mientras miles de agujas se le clavan en la piel y poco a poco sus extremidades las están colgando del puto techo de mis galpones—hable y aunque era verdad, también era mentira.
Wincent si estaba siendo torturado hasta el sufrimiento, pero ordené que aún no se haga su muerte, porque aunque odie admitirlo y me cause asco hacerlo, hice una excepción. Sé que debía de cumplir mi palabra, pero unos ojitos con trozos de cielo me evitaban poder hacer eso, no quería lastimarla y sé que aunque su mierda de padre la daño, ella jamás le desearía el mal, por lo cual no puedo matarlo sin más. No podría hacerlo, sabiendo que la daño a ella.
—¡¿Cómo puedes hacerle eso a mi marido?!—preguntó en un grito desesperado aquella mujer asquerosa. A ella si quería matarla con ganas—¡Él no merece nada de eso, solo quería honrar la memoria de esa puñetera mujer, a la que nunca pudo soltar y menos teniendo a esa cría de hija!
Hice una mueca de asco ante sus patéticas palabras. Elaia no tenía la culpa de nada, ni siquiera la tenía la esposa muerta de Wincent, el único culpable es él y su resentimiento, aunque mi padre es un desgraciado que se empecina en siempre arruinarme la puta vida y mis planes. Nunca dejará de ser un grano en el culo, aun estando muerto.
—A mi me importa una puta mierda los motivos de tu esposo para hacerlo, lo importante aquí es que es un puñetero traicionero, que pagará las consecuencias por quitarnos nuestro dinero—hablé en un tono frío, que representaba completamente la bestia que era.
No me importaban los gritos de esa mujer, yo pensaba ser una bestial cruel, letal y sumamente despiadada, no pensaba perdonar ni tener piedad, debía de hacer mi trabajo aunque esto lastime a la persona que estoy comenzando a querer. Quizás, amar, pero eso aún cuesta que entre en mi vocabulario.
ESTÁS LEYENDO
The Monster © [+18] ✔
RomanceLibro I de la Bilogía la Debilidad del Diablo: The Monster. [COMPLETA] Elaia Sikora es hija de uno de los mafiosos más importantes en Polonia, sin embargo, ella poco está enterada de este mundo y se ve a la hora de actuar de esa manera dulce y amoro...