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El inicio del día para Minji siempre era el más pesado. Levantarse temprano definitivamente no era lo suyo.

Se levantó de su cama sin abrir aún sus ojos; todo estaba oscuro aún. Se dirigió con pasos pesados a su gran ventanal, el cual estaba aún cubierto por una cortina. Con ambas manos estiró las cortinas para dejar ver una gran ciudad extendiéndose a sus pies, sus luces aún titilando como estrellas en la madrugada.

A veces se olvidaba que vivía en un edificio tan alto, inmenso y silencioso en comparación con el bullicio que solía dominar su vida cuando estaba en el circuito. Mientras observaba el horizonte, los edificios y las calles empezaban a cobrar vida bajo los primeros rayos del sol, Minji sintió una mezcla de cansancio y determinación. Sabía que el día que la esperaba estaría lleno de desafíos, entrenamientos y preparativos para la próxima carrera.

A pesar de la monotonía de las primeras horas, en el fondo de su mente, una chispa de emoción comenzaba a encenderse. Cada amanecer era un recordatorio de la meta que tenía por delante, un recordatorio de que su esfuerzo constante la acercaba más a su sueño de alcanzar la cima. Con un suspiro profundo, se preparó para enfrentar el día con la misma tenacidad que mostraba en la pista, sabiendo que cada paso, aunque cansado, la llevaba más cerca de su objetivo.

Después de su breve momento de reflexión, Minji se dirigió al baño, donde el ritual matutino de ducharse y prepararse la ayudaba a despejar la mente. La rutina era su ancla en medio del torbellino de entrenamientos y competiciones. Mientras se secaba el cabello frente al espejo, su mirada se encontró con su reflejo, y por un instante, se vio a sí misma como una joven que aún luchaba por encontrar su lugar en el mundo de la F1.

Vestida con unos pantalones grises, camiseta negra y un abrigo del mismo color que su pantalón, se dirigió a la cocina para prepararse un desayuno ligero. Sabía que necesitaba estar en la mejor forma posible para enfrentar los desafíos del día. Mientras preparaba café y tostadas, su mente repasaba mentalmente el plan de entrenamiento: simulaciones de carrera, análisis de datos y reuniones con el equipo técnico. Aunque estaba acostumbrada a este ritmo, la presión y el esfuerzo nunca se volvían menos intensos.

Al salir del apartamento, Minji fue recibida por el aire fresco de la mañana. La ciudad, aún medio dormida, comenzaba a despertar lentamente.

Luego de conducir hasta donde entrenaba se encontró con su manager e instructor, el señor Jeon. El también fue un corredor en sus tiempos y uno de los mejores.
Aunque hace tiempo se había retirado por un accidente en la pista que no lo había matado ni dejado grave, solo quiso retirarse y compartir más tiempo con su familia.
Fue todo un reto que aceptará a Minji para entrenarla, anduvo detrás de el en su taller rogándole que la entrenara.

Fue tanta su insistencia que la aceptó pero bajo la condición de seriedad total y puntualidad ante todo.

Y desde hace 2 años estaba con el mismo entrenador, que ahora era más familia que entrenador.

-Buen día señor Jeon- Minji saludo como soldado a modo de broma.

-Buenos días pequeña, cuántas veces te dije que ya no me dijeras señor? Me haces sentir viejo.- Jeon saludó de un abrazo y desordenando su cabello.

-Hoy desperté muy bien jaja, y usted?.- preguntó Minji bajando su mochila en la mesa del taller.

-Eso es bueno, entonces ahora podemos hablar acerca de las modificaciones que tendrá tu monoplaza, sígueme.- Minji asintió y atentamente comenzó a escuchar al señor Jeon.

Cada paso que daba hacia el garaje donde su coche la esperaba parecía estar en sincronía con los latidos de su corazón, que latían con un ritmo de anticipación y nerviosismo.

El equipo la recibió con sonrisas y saludos entusiastas. Minji intercambió palabras rápidas con sus ingenieros y mecánicos, quienes estaban ultimando detalles en el coche. Sabía que cada ajuste, cada pequeño cambio, podía marcar la diferencia en la pista. Mientras se subía al monoplaza, sintió la familiar vibración del motor bajo sus manos, un recordatorio de por qué se dedicaba a este deporte.

A lo lejos, en el centro de la ciudad, Hanni también se preparaba para su día. Aunque su vida parecía estar en una fase más estable, el deseo de mantenerse en la cima nunca la abandonaba. Sabía que Minji era una amenaza real, y el desafío de mantener su estatus era tan real como la velocidad en la pista.

Hanni estaba en la pista, sumergida en un mar de concentración y velocidad. El sol comenzaba a calentar el asfalto, y el rugido de su motor resonaba con fuerza, marcando el ritmo de su entrenamiento. Cada vuelta que daba estaba impregnada de la precisión de años de experiencia, su monoplaza deslizándose con una gracia y eficacia que solo alguien de su calibre podía lograr.

Con cada curva que tomaba, Hanni sentía cómo su conexión con el coche se hacía más fuerte. Conocía cada detalle del trazado como la palma de su mano, y las sensaciones de aceleración y frenado eran casi intuitivas. Su equipo de ingenieros estaba atento a cada movimiento, tomando notas meticulosas sobre el desempeño del coche y ajustando los parámetros en tiempo real.

A pesar de su experiencia y éxito, Hanni sabía que la competencia se volvía cada vez más feroz. La llegada de Minji había aportado un nuevo nivel de desafío, y el hecho de que la joven corredora estuviera subiendo con tanta rapidez sólo intensificaba la presión para mantener su dominio. Hanni se esforzaba por no dejarse llevar por las distracciones; su mente estaba firmemente enfocada en perfeccionar cada detalle, en asegurarse de que su coche no solo fuera rápido, sino también imbatible.

Cada vez que pasaba por la recta principal, se permitía un breve respiro mientras el coche desaceleraba. Observaba a su equipo en los boxes, que trabajaban con una precisión casi quirúrgica, y se preparaba para la siguiente vuelta con renovada determinación. Sabía que el entrenamiento no solo era una preparación física, sino también una prueba mental. Debía demostrar que, incluso con la amenaza de una competidora como Minji, su habilidad y experiencia seguían siendo insuperables.

El sol comenzaba a alcanzar su punto más alto, proyectando largas sombras sobre la pista. Hanni sabía que el día estaba lejos de terminar. Mientras su coche rugía en la pista, cada giro, cada aceleración, era un testimonio de su habilidad y de su compromiso inquebrantable con el deporte.






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⏰ Última actualización: Aug 20 ⏰

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