Capítulo 5: Ira

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OliviaUn suave bostezo se escapó de mi boca, mientras la cuchara sonaba suavemente cada vez que esta tocaba algún punto de la taza

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Olivia

Un suave bostezo se escapó de mi boca, mientras la cuchara sonaba suavemente cada vez que esta tocaba algún punto de la taza. Se podría decir que no era una persona mañanera, siempre parecía que me levantaba con el pie izquierdo. Con el libro a mano y la taza de café en la otra, intentaba hacer esta mañana más amena, intentando olvidarme de todo el estrés que tenía acumulado.

El motivo principal era esa entrevista que había hecho hacía poco más de una semana. Desde que esta acabó, pese a que en su momento el encuentro con mi vecino ocasionó que no le diera tanta importancia o atención, había sido el causante de ese malestar que llevaba sintiendo durante días en la boca del estómago. Los nervios no eran algo que supiera llevar muy bien, y la verdad es que la llamada que estaba esperando era muy importante, casi podría decir que era una ocasión de vida o muerte. Aunque quizás exageraba un poco.

Necesitaba ese trabajo, era necesario ese puesto para lo que ahora era mi vida. Dejando de lado la parte vocacional en donde me encantaría ser profesora en la facultad de literatura, lo que más me llamaba la atención era el dinero.

Me acababa de mudar a un piso precioso, casi en el corazón de Barcelona, siendo relativamente joven y con un sueldo bastante pobre que conseguía gracias a mis tres trabajos a tiempo medio. Yo sabía que el sitio estaba un poco fuera del rango económico que podía permitirme cuando lo visité; sin embargo, me enamoró. Fue como si el destino me hubiera enseñado el apartamento, como si este quisiera que yo llamara a esas paredes mi hogar. Y después de lo que yo había vivido y recordado gracias a este, ¿Cómo podía decir que no?

Aunque siendo franca, el hecho de que mi positivismo a veces resulte exagerado también era culpable de la decisión. No me dio tanto miedo alquilarlo porque, de todas formas, iba a tener una entrevista para un puesto en donde ganaría más de lo que el piso pedía, ¿Qué podía salir mal?

En otras palabras, necesitaba el trabajo. Necesitaba el dinero para poder permitirme vivir aquí, pese a que desde que me mudé, cada vez tenía menos ganas de hacerlo. Y es que ese era el otro problema y fuente de mi estrés; Mi vecino.

Ese hombre me estaba haciendo vivir un martirio. Muchas habían sido las noches, en las que, al igual que ese día cuando me lo encontré en el pasillo, decidía que era una buena opción poner música rock a todo volumen. Intenté ser comprensiva, dejándole post-its pegados en la pared preguntando y pidiendo que no hiciera tanto ruido por las noches, ¡Incluso dibujé una carita sonriente!

A la tercera vez empecé a aporrear la pared que unía lo que debería ser su cuarto con el mío. Cuando, por mucho que aporreara la pared, incluso al punto de que llegué a tener miedo por si esta podía romperse o agrietarse ante tal magnitud de golpes, me di cuenta de que no iba a funcionar. Quise tirar a mi vecino por la primera ventana que mis ojos fueran capaces de reconocer. ¿Me estaba ignorando o su música estaba tan fuerte que ni siquiera podía escuchar los golpes que daba?

De todas formas, ambas opciones no me podían dar más igual, pues el resultado seguía siendo el mismo: Yo a las tres de la madrugada, en la cama, mirando al techo, siendo incapaz de dormir y con ganas de romper cada objeto que veía.

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