Después de la muerte de su hermana mayor, Melissa debe asumir la posición de Princesa heredera y adaptarse a su nuevo rol en la Corona, lo cual no será del todo fácil.
Una visita a los jugadores de la selección española cambiaría la burbuja en la q...
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Llevo varias horas en el mismo sitio, mis manos comienzan a doler al igual que mis tobillos por las cuerdas tan ajustadas.
Mi estómago pide alimento pero más del líquido vital, mientras en mi cabeza no paro de pensar y pensar, dándole vueltas al tema de Sofía.
Tal vez si tenía algo de verdad lo que Esteban dijo, tal vez si era su hermana quien iba en el coche que fue impactado, pero Sofia no iba ebria ni mucho menos drogada.
Claro que lamentaba lo que había pasado, pero no era culpa mía ni de mis padres, yo no tenía que estar aquí. De lo que si estaba segura es que él estaba loco.
El causante de esta situación entra con una bolsa de plástico la cual no puedo ver su contenido.
—No es comida gourmet, pero cuando estas muriendo de hambre eres capaz de comer hasta barro —se sienta en la misma silla de antes y saca una cajita de cartón de la bolsa mostrando su contenido: unos fideos con verdura. —Anda, sé que tienes hambre —acerca el tenedor con fideos a mi boca pero no accedo a comer.
Por mas hambre que tuviera no pensaba comer de lo que él me ofreciera.
Después de varios intentos se desespera y avienta la comida junto con los cubiertos al piso.
—Quise ser amable —se pone de pie y acerca su rostro demasiado al mío, al punto que su aliento penetra mi piel. —Pero no ayudas mucho que digamos, princesita —aprieta mis mejillas fuertemente forzandome a verlo directo a los ojos.
Cuando se aparta de mí y regresa a su asiento, no necesito verme en un espejo para saber la rojez que hay en mi piel justo ahora.
—¿Te gustó el regalo que te hice? —cambia de tema abruptamente. Él hace una seña con las manos: con una forma como un vaso y con la otra hace el gesto de esparcir por arriba de éste. —Quise ayudar un poco con tu imágen —se encoge de hombros.
No tengo ganas de replicar. No quiero que note que mi curiosidad por lo que dice.
—Esa chica... ¿Sandra se llamaba? Fue de gran ayuda —añade.
—¿Fuiste tú en el yate? —cuestiono y me permito verme consternada.
—No —niega indigando. —Fue tu amiga, bueno, mas bien tu criada
No sé que pensar de todo esto. Me estaba diciendo que Sandra le había puesto algo a mi bebida. Tampoco podía creerme todo lo que me decía, pero meditando y uniendo cabos podía ser posible...
—Hablé una sola vez con ella y accedió sin dudar, estaba harta de ser tratada como sirvienta por ti y tus amiguitos —hace una pausa contemplando cada uno de mis gestos y esboza una sonrisa de triunfo. —Conozco a las personas como ella, aunque yo no se lo hubiera pedido tarde que temprano iba a hacerlo
