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Nunew estaba poniéndose el kohl en sus ojos cuando la puerta del cuarto fue abierta, y todas las concubinas saltaron en anticipación. 

Él no se movió, demasiado concentrado en que el delineado quedara parejo en ambos ojos, encima del sombreado verde que se hizo antes.

- Deben estar listos en cinco minutos -anunció el sacerdote-. El Príncipe ha llegado de su expedición el día de ayer y hoy se encuentra listo para verles, concubinas.

Las mujeres a su alrededor chillaron por la excitación, pero Nunew sólo suspiró, mirando su reflejo en el espejo con aspecto algo deprimido. No se veía tan bonito, se dio cuenta, y ya perdió demasiado tiempo. Jennie estaba mucho más linda, de seguro sería ella la elegida por el Príncipe.

-¡Qué lindo, Nu! -se sobresaltó al escuchar el grito atrás de él, volteándose para ver a Lisa, sonriéndole.

Tal vez ella también podría ser elegida, se veía preciosa con esa corona de flores rojas sobre su cabeza.

Nunew sonrió en respuesta, poniéndose de pie y aplanando las arrugas de su hanbok pastel. La chima era de color celeste claro, mientras que la parte de arriba, el jeogori, era blanco con una cinta rosada alrededor de su pecho en señal de que pertenecía al concubinato real. Al menos, hasta que el Príncipe se casara. Su chima tenía unas bonitas flores bordadas en la parte baja.

- Gracias, Lisa -dijo Nunew, sonriendo levemente, agarrando los pendientes para colgárselos en sus orejas-. Tú también estás preciosa.

Lisa se rió, feliz. El hanbok de la chica era más alegre: la falda era roja y la blusa, azul. Le quedaba muy bonito.

El sacerdote entró unos segundos después, ordenándoles que se pusieran en fila para ir hacia el salón real, donde el Príncipe estaría comiendo con sus padres. Nunew sintió la excitación en su estómago, que cayó al suelo cuando el hombre le dijo que él fuera al final. Claro, claro.

Llegó al harem último, era el que tenía menos privilegios de todas las concubinas. Además... además, era el único hombre metido en ese lugar.

Lisa, Jennie y Rosé fueron enviadas al centro, las chicas más bonitas, pero también las mejor acomodadas. Merecían ese lugar de honor. La primera era princesa de Tainan, una provincia que quedaba en otro continente, muy lejos de allí. Rosé era la hija del primer general del Imperio. Jennie era una prima del Príncipe, lo que no sería raro si llegaban a casarse, porque muchos Emperadores optaban con eso para mantener el poder en la familia.

De todas las concubinas, Nunew era el que menos posibilidades tenía para ser elegido, lo sabía todo el mundo, así que, por eso mismo, no era considerado una amenaza por las muchachas del harem. Ni siquiera supo cómo llegó tan lejos... No, realmente lo sabía y tenía más que claro: Nunew era un doncel.

Los donceles eran muy raros, hombres bendecidos por los dioses con las capacidades de quedar embarazados. Eran muy preciados por eso, así que cada vez que nacía uno, era motivo de orgullo para la familia, porque era sinónimo de vida y buena suerte. Nunew no lo supo hasta dos meses atrás, cuando fue a hacerse unos exámenes con uno de los médicos de la capital, y le dieron la noticia.

Eran muy escasos, Nunew era el primero del pueblo donde vivía, un pequeño pueblo pobre, lo que significó un traslado hacia la ciudad, financiado por el Imperio, junto a toda su familia. Y pocas semanas después, se le pidió formar parte del harem del Príncipe Zee, para... para entregarle más variedad, según le dijo el sacerdote.

Nunew terminó aceptando, porque eso traería más orgullo a su familia. Por otro lado, si el Príncipe no le elegía, con toda probabilidad en el palacio concertarían un matrimonio con alguien de allí, aunque fuera un soldado, algo a lo que no podría aspirar si se marchara. Nunew quería el bien de sus padres y su hermana mayor por encima de todas las cosas, porque siendo sincero, nunca tuvo demasiados planes para él.

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