CINCUENTA Y UNO

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Hermione observaba a Léa desde la mesa de los profesores en el gran comedor.

La chica se veía ruda y desconfiada ante todos. Ante la mirada de los demás, Léa seguía dando la misma impresión que cuando Hermione la conoció por primera vez. Aquella vez la mujer pensó que la menor de los Malfoy le traería muchos problemas por su actitud, aunque bueno... Problemas quizá del todo no le ha dado, pero si ha estado bastante presente.

Léa es una chica a la cual le cuesta confiar y se demuestra fría y distinta, solo le hace falta tomar la confianza suficiente como para dejar desenvolverse poco a poco contigo.

Léa en ese momento no participa mucho en la conversación de sus amigos pero de vez en cuando rueda los ojos, dice algún comentario sarcástico o se da miradas cómplices con su amiga Anne, entendiéndose entre ambas sin hablar.

Me gusta lo confiada que es, su manera tan elegante de hacer cualquier cosa y sabe lo que vale a pesar de todo lo que ha vivido.

Mi mente va años atrás hacia estas mismas paredes, cuando yo estaba en sexto año y terminé tan desilusionada con Ron. Lo insegura que siempre fui sobre mí misma y lo oscuro que lo vi todo, aunque... hubo un pequeño destello de luz.

Hermione, dieciséis años.

Desde que Ron estaba con Lavender pasaba más tiempo en la sala común. Había días que estaba más tiempo con Harry y otros en los que a veces los tres íbamos por nuestro lado.

Llegué molesta y exhausta a la sala común, me tiré de uno de los múltiples sofás y seguí con mi lectura de aquel momento.
Unos minutos después noté que alguien me observaba y cuando levanté la cabeza vi a Ruth Bons, una chica de séptimo año con la que últimamente hablaba muy a menudo. Era morena, tenía el pelo liso y unos ojos azules intensos, era bromista y casi siempre estaba sola pero a la vez se rodeaba de mucha gente.

No sé, era agradable y en estas semanas que me había encontrado más sola ella siempre aparecía de repente y me hacía compañía, me escuchaba hablar de mis libros y discutíamos sobre la trama o me contaba anécdotas suyos con los que algunos sentía que iba a ahogarme de la risa y con otros me entraban ganas de llorar. Aún podía recordar la historia de su perro Moldo que se escapó de casa y nunca más volvió... Ruth se reía diciéndome que había decidido tomar la vida de buen perro, aunque cuando le ocurrió eso con once años lloró por semanas mientras lo buscaba.

Pero al final lo que me gustaba era su naturalidad y que a su lado me sentía cómoda.

Le sonreí y ella se separó del marco para acercarse lentamente a mi. —Puedes leer tranquila, no voy a molestarte.

—¿Qué vas a hacer, observarme mientras leo?— bromeé, ella elevó una ceja.

—¿Me ves capaz?— se sentó en el sofá de enfrente.

ᴍᴇʟɪꜰʟᴜᴏ~ ʜᴇʀᴍɪᴏɴᴇ ɢʀᴀɴɢᴇʀ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora