Epílogo

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Carol despertó de golpe. Estaba en su oficina, en el departamento de Lenguas Británicas en la universidad de Cambridge. Había terminado su jornada laboral y estaba muerta de cansancio. Se quita sus gafas y se acomoda el cabello que se había desalineado mientras estaba dormida.

Pero había tenido un sueño muy lúcido, así que se quedó pensativa, hasta que vio un libro con la cubierta color marrón, que parecía muy desgastado, que estaba sobre su escritorio.

Por una fracción de segundo creyó que todo había sido su imaginación, así que se fijó en la cubierta, y sobre la portada rezaba el título "El libro de las memorias".

— Así que no fue un sueño... –susurra para sí. Así que se levanta, toma el Libro, lo guarda en su bolso y sale de su oficina, rumbo a su auto. Va conduciendo, pensativa, cuando escucha su teléfono, y lo pone en altavoz.

— Amor, ya salí del trabajo, ¿vienes para la casa?

— Si, Robbie, ya salí. –su prometido solía llamarla justo después del trabajo para que fueran a cenar juntos.– te llamo más tarde, sólo tengo que pasar por la librería de Mr. Carlisle, me surgió un imprevisto. Te amo. –cuelga el auricular y estaciona su auto justo en frente del edificio. Se queda contemplándolo con un gran suspiro, nostálgica.

Hacia años que el señor Carlisle había fallecido, pero había dejado a cargo a su querido nieto, que por cierto, no le gustaba estar allí. Robbie prefería los trabajos de oficina, aunque seguía teniendo la librería abierta en honor a su abuelo. Carol sonríe un poco y cierra la puerta de su auto, para cruzar la calle y entrar, después de muchos años, al lugar que había sido el causante de sus más grandes aventuras y dichas. Pasa de nuevo las manos por los libros, sintiendo su tacto e impregnando su nariz del aroma de los libros nuevos y viejos, que tan familiares se le hacían.

De repente, pasa por la sección de historia, de nuevo, como al inicio. Y había un hueco que precisamente correspondía al misterioso libro. Carol suspira un poco y saca el libro de su mochila, para colocarlo en su lugar. Sonríe casi sin darse cuenta y suspira, para salir de allí.

— Señorita Rivas, ¿no se queda usted a la lectura de hoy? –le habla Marcus, el encargado de la librería que había puesto Robbie.

— No Marcus, muchas gracias, hoy me siento un poco cansada. Pero diviértanse mucho, vendré a la próxima sesión. –sonríe, despidiéndose con la mano para subir a su coche e ir al restaurante donde su mamá y Robbie la esperaban para celebrar su cumpleaños número 29.

Mientras es ocurría, la tienda de Mr. Carlisle cerraba. Cuando todo estaba oscuro, pudo verse como el reloj de la pared se volvía loco, mientras una luz brillaba desde uno de los estantes.

FIN

El libro de las memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora