el ultimo guerrero

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Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, había un planeta llamado Tierra. Era un lugar hermoso, lleno de vida y diversidad. Sus habitantes, los humanos, habían construido una civilización avanzada y pacífica, basada en el respeto y la cooperación.

Pero un día, todo cambió. Desde el espacio, llegaron dos seres malvados, que se hacían llamar los Demonios. Eran de otro universo, donde reinaba el caos y la destrucción. Su único objetivo era aniquilar todo lo que encontraban a su paso, y la Tierra era su próximo objetivo.

Los Demonios eran poderosos y despiadados. Tenían una forma humanoide, pero con rasgos monstruosos. Sus cuerpos estaban cubiertos de escamas negras y rojas, sus ojos brillaban con un fuego maligno, y sus bocas estaban llenas de colmillos afilados. Sus manos terminaban en garras, y sus pies en pezuñas. Sus alas eran como las de un murciélago gigante, y sus colas como las de un escorpión.

Los Demonios atacaron la Tierra con una fuerza devastadora. Usaron sus poderes sobrenaturales para lanzar rayos de energía, crear terremotos, provocar erupciones volcánicas, y desatar tormentas catastróficas. No había nada que los humanos pudieran hacer para detenerlos. Sus armas eran inútiles, sus defensas eran ineficaces, y sus esperanzas eran nulas.

Los Demonios se regodeaban con su obra. Se burlaban de los humanos, y los torturaban sin piedad. Disfrutaban viendo cómo sufrían y morían. Su plan era exterminar a toda la vida en la Tierra, y luego seguir con otros planetas.

- ¡Qué débiles son estos humanos! -decía el Demonio mayor, que tenía el pelo largo y blanco- No son más que insectos insignificantes.

- ¡Qué aburridos son estos humanos! -decía el Demonio menor, que tenía el pelo corto y negro- No ofrecen ninguna resistencia.

- ¡Qué divertido es destruir estos humanos! -decían los dos al unísono- ¡Es nuestro juego favorito!

Pero lo que los Demonios no sabían, era que había un humano que no se había rendido. Un humano que tenía algo especial. Un humano que iba a enfrentarse a ellos.

Su nombre era Leo. Era un joven científico e inventor, que trabajaba en un laboratorio secreto bajo la montaña más alta del mundo. Allí había creado una armadura especial, capaz de aumentar su fuerza, su velocidad, su resistencia, y su inteligencia. La armadura estaba hecha de un metal desconocido, que Leo había encontrado en un meteorito caído del cielo. El metal tenía propiedades únicas: podía absorber y emitir cualquier tipo de energía, podía adaptarse a cualquier forma y tamaño, y podía fusionarse con el cuerpo del usuario.

Leo había diseñado la armadura para explorar el espacio y otros mundos. Pero cuando vio lo que los Demonios estaban haciendo con la Tierra, decidió usarla para defenderla. Se puso la armadura, y salió del laboratorio.

La armadura era de color azul metálico, con detalles dorados. Tenía un casco con una visera transparente, que le permitía ver todo lo que ocurría a su alrededor. Tenía unos guantes con dedos articulados, que le permitían manipular objetos con precisión. Tenía unas botas con propulsores, que le permitían volar por el aire. Y tenía un reactor en el pecho, que le proporcionaba energía ilimitada.

Leo se dirigió hacia donde estaban los Demonios. Los encontró en una gran ciudad, donde estaban causando estragos. Los edificios estaban en llamas, los vehículos estaban destrozados, y los cadáveres estaban esparcidos por las calles.

Leo se enfureció al ver la escena. Se armó de valor, y se lanzó al ataque.

- ¡Basta ya, Demonios! -gritó Leo- ¡Dejen de matar a los inocentes! ¡Dejen de destruir la Tierra! ¡Luchen contra mí, si tienen valor!

Los Demonios se sorprendieron al oír la voz de Leo. Se giraron, y lo vieron volando hacia ellos.

- ¿Qué es esto? -dijo el Demonio mayor- ¿Un humano con una armadura? ¿Qué pretende?

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⏰ Last updated: Aug 06, 2023 ⏰

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