El torneo del poder

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*El torneo del poder*

En un universo infinito, había doce dimensiones, cada una con su propio dios de la destrucción y su ángel guardián. Estos dioses eran los encargados de mantener el equilibrio entre la creación y la aniquilación, y de velar por el progreso de sus respectivos mundos.

Un día, el dios supremo, el padre de todos los dioses, decidió organizar un torneo del poder, donde los mejores guerreros de cada dimensión se enfrentarían en una batalla sin reglas ni piedad. El objetivo era determinar cuál era la dimensión más fuerte y digna de existir. El premio era el deseo de los dioses, el cual podía cumplir cualquier cosa que el ganador quisiera. El castigo era la destrucción total de la dimensión perdedora, sin posibilidad de resurrección.

El torneo del poder se celebraría en una arena especial, creada por el dios supremo, donde los combatientes podrían usar sus poderes y habilidades sin restricciones. La arena estaba rodeada por los doce dioses de la destrucción y sus ángeles, quienes observaban atentamente el desarrollo del torneo.

Cada dimensión eligió a nueve guerreros para representarla en el torneo. Entre ellos había seres de todo tipo: humanos, alienígenas, androides, monstruos, demonios, ángeles caídos, etc. Cada uno tenía sus propias motivaciones para participar: algunos buscaban la gloria, otros la venganza, otros la justicia, otros el amor, otros la diversión.

Entre todos los guerreros, había dos que destacaban por encima del resto: Alejandro del universo 7 y Zeno del universo 9. Estos dos eran los más poderosos y misteriosos de todos. Nadie sabía nada sobre ellos, ni siquiera sus propios compañeros.

Alejandro era un joven humano de cabello negro y ojos verdes. Tenía una personalidad tranquila y amable, pero también una gran determinación y confianza en sí mismo. Su poder era desconocido para todos, incluso para él mismo. Solo sabía que tenía un potencial ilimitado, que podía despertar cuando sentía una emoción intensa. Su objetivo era ganar el torneo para salvar a su dimensión y a su familia.

Zeno era un anciano alienígena de piel gris y ojos rojos. Tenía una personalidad fría y cruel, pero también una gran inteligencia y astucia. Su poder era conocido por todos, pues lo había demostrado en varias ocasiones. Era capaz de derrotar a sus enemigos con solo mirarlos, pues tenía el don de la mirada mortal. Su objetivo era ganar el torneo para dominar al universo y a los dioses.

El torneo del poder comenzó con una señal del dios supremo. Los noventa guerreros se lanzaron al centro de la arena, dispuestos a luchar por sus vidas y sus sueños. La batalla fue caótica y brutal, pues no había alianzas ni compasión entre los contendientes.

Los guerreros usaron sus poderes y habilidades al máximo, mostrando sus increíbles capacidades. Algunos podían volar, otros podían lanzar rayos o fuego, otros podían manipular el tiempo o el espacio, otros podían transformarse en bestias o gigantes.

La arena se llenó de explosiones, choques, gritos y sangre. Los guerreros se eliminaban unos a otros con ferocidad y rapidez. Algunos caían fuera de la arena, otros quedaban inconscientes o muertos en el suelo.

Los dioses observaban con interés y emoción el espectáculo de violencia y poder. Algunos aplaudían o vitoreaban a sus favoritos, otros se lamentaban o enfurecían por sus derrotados.

Entre todos los guerreros, Alejandro y Zeno se mantenían al margen de la batalla. Alejandro observaba con curiosidad y respeto a sus rivales, buscando aprender de ellos y mejorar su nivel. Zeno observaba con desprecio y aburrimiento a sus rivales, considerándolos inferiores e indignos de su atención.

Alejandro se enfrentó a varios oponentes que intentaron atacarlo, pero los derrotó con facilidad y elegancia, sin usar su verdadero poder. Zeno se enfrentó a varios oponentes que intentaron atacarlo, pero los eliminó con crueldad y arrogancia, sin mover un dedo.

Alejandro y Zeno se cruzaron varias veces durante el torneo, pero nunca se atacaron. Se miraron con intensidad y reconocieron su poder mutuo. Se desafiaron con silencio y esperaron el momento de enfrentarse.

El torneo del poder duró varias horas, hasta que solo quedaron dos guerreros en la arena: Alejandro y Zeno. Los demás habían sido eliminados o habían renunciado. Los dioses se quedaron en silencio y expectación, sabiendo que la batalla final había llegado.

Alejandro y Zeno se situaron en lados opuestos de la arena, mirándose fijamente. Se saludaron con respeto y se prepararon para luchar.

El dios supremo dio la señal de inicio y la batalla comenzó.

Alejandro y Zeno se lanzaron el uno contra el otro, chocando con una fuerza inimaginable. La arena se resquebrajó y el aire se agitó por el impacto de sus puños.

Alejandro y Zeno intercambiaron golpes, patadas, codazos y cabezazos, sin dar ni pedir cuartel. Cada ataque era más fuerte y rápido que el anterior. Cada defensa era más hábil y precisa que la anterior.

Alejandro y Zeno usaron sus poderes y habilidades al máximo, mostrando sus asombrosas capacidades. Alejandro podía cambiar de forma y tamaño, adaptándose a las circunstancias. Zeno podía paralizar o matar con su mirada, aprovechando las oportunidades.

Alejandro y Zeno se hicieron daño, mucho daño. Se hicieron sangrar, sudar, gemir y gritar. Se hicieron sentir dolor, mucho dolor. Pero también se hicieron sentir placer, mucho placer. El placer de luchar contra un rival digno. El placer de superar sus propios límites. El placer de vivir al máximo.

Alejandro y Zeno despertaron sus poderes ocultos, los cuales eran de temer. Alejandro despertó su poder divino, el cual le otorgaba un aspecto celestial y un poder inmenso. Zeno despertó su poder demoníaco, el cual le otorgaba un aspecto infernal y un poder inmenso.

Alejandro y Zeno se transformaron en seres superiores, capaces de rivalizar con los dioses. Sus cuerpos brillaban con luz o con oscuridad. Sus ojos irradiaban amor o odio. Sus voces resonaban con paz o con ira.

Alejandro y Zeno se enfrentaron en una batalla épica, usando sus poderes divinos y demoníacos al máximo. El cielo se iluminó y la tierra se oscureció por el choque de sus fuerzas. Los dioses se levantaron de sus asientos y observaron con asombro y temor el espectáculo de gloria y horror.

La batalla duró varios minutos, durante los cuales Alejandro y Zeno se dieron el todo por el todo, sin importarles nada más. Se dieron cuenta de que eran iguales en poder y voluntad, de que ninguno podía vencer al otro.

Se dieron cuenta de que eran hermanos, de que compartían el mismo origen y destino.

Se dieron cuenta de que eran amigos, de que sentían el mismo respeto y admiración.

Se dieron cuenta de que eran amantes, de que sentían el mismo deseo y pasión.

Se dieron cuenta de que eran uno, de que formaban parte del mismo todo.

Se dieron cuenta de que eran felices.

Entonces, decidieron terminar la batalla con un último ataque combinado. Unieron sus manos y sus corazones, concentrando toda su energía en un solo punto. Crearon una esfera de luz y oscuridad, de vida y muerte, de creación y aniquilación.

Lanzaron la esfera al centro de la arena, donde explotó con una fuerza inigualable. La arena se desintegró y el universo tembló por la explosión de su poder.

Los dioses quedaron cegados e impresionados por la explosión. Cuando recuperaron la vista, vieron que no quedaba nada en la arena. Ni Alejandro ni Zeno ni nadie

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⏰ Last updated: Aug 06, 2023 ⏰

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mi torneo del poderWhere stories live. Discover now