III Los Ecos de la Ausencia

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Cada objeto tiene una historia, cada uno es un misterio desplegado. De alguna forma, todas las historias parecen converger en Samuel, un anciano del pueblo con una barba canosa y una sonrisa de conocimiento antiguo.

Isabella encuentra a Samuel en su modesta cabaña, flanqueada por robustos pinos y un jardín que parece un enjambre de colores y fragancias. Su chaqueta de punto le da un aire de elegante sencillez, sus ojos azules tienen un destello de sabiduría.

"¿Cuándo fue la última vez que viste a John?" pregunta Isabella, su voz temblaba con cierta ansiedad, sus ojos brillaban con una esperanza recién encendida.

Samuel hace una pausa, parece considerar sus palabras cuidadosamente. Mira fijamente sus propias manos, las venas azules y prominentes parecen un mapa de la vida que ha vivido.

"Hace un par de semanas, creo," responde finalmente, "vino a pedirme un par de guantes de jardinería. Dijo que tenía algo importante que hacer."

"¿Y no te dijo qué era?"

"No, no lo hizo. Pero tuvo esa mirada en sus ojos. Sabes, esa mirada que tienes cuando estás a punto de hacer algo grandioso."

Las palabras de Samuel parecen arrojar algo de luz, pero también crean más sombras en la mente de Isabella.

"¿Has notado algo extraño en el pueblo, Samuel?" pregunta Isabella, su voz casi un susurro.

"¿Extraño?" Samuel sonríe. "Mi niña, todo en este mundo es extraño. Solo tenemos que aprender a verlo."

"Pero... los objetos desaparecen, Samuel. Como..."

"Es como si nunca hubieran existido en primer lugar," interrumpe Samuel. "Y con ellos, nuestras memorias de esos objetos también se desvanecen".  Samuel la observa y reflexiona sobre cómo el fenómeno ocurre hace años:

"La gente olvida los objetos en forma permanente, pero no por eso dejan de necesitarlos." Se detiene y la mira fijamente:

"Es por eso que los humanos nos sentimos tan vacíos desde casi siempre, como si siempre nos faltara algo..."

Agrega:
"Solo unos pocos de nosotros podemos percibir estos cambios." Y apunta un rincón vacío donde debería estar su viejo estante.

"¿Por qué no desaparecen las personas, entonces?" pregunta Isabella, asimilando la revelación con un temor creciente.

El anciano se encoge de hombros. "Algunos lo hacen, querida. Algunos simplemente se esfuman. Pero no muchos. La mayoría simplemente olvida y sigue adelante. Pero hay otros, como John, como tú, que sienten la ausencia."

Samuel la observa como si ocultara verdades que ella debería descubrir por sí misma y agrega:

"Querida... todo desaparece eventualmente. Me ha hecho mucha falta mi soparta".

Isabella repite esa última palabra desconocida en su cabeza, al parecer hay objetos que ella tampoco recuerda.

"Es un misterio, Isabella. Un misterio que quizás esté más allá de nuestra comprensión. Pero quizás, solo quizás, tú puedas descubrir la verdad."

Las palabras de Samuel suenan como una profecía, una carga y una bendición al mismo tiempo. Isabella se marcha con una mezcla de miedo y determinación. Ahora no solo busca a John, sino también la verdad sobre los olvidos, y quizás, sobre sí misma.

Los OlvidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora