Figura infernal.

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Ya en cama, con cierto temor y haciéndome preguntas sobre mi existencia; escuché unos ruidos en la ventana.

Me volteé al lado derecho mientras mis ojos ardían y vi una figura oscura, de inmediato me desperté de golpe; había sido sido solo un sueño... O eso esperaba.

Por otro lado, la ventisca no paraba de dar golpazos al cristal de la ventana anteriormente mencionada; probablemente había sido eso lo que me había despertado; si es que estaba dormida.

Sin embargo mis manos decían otra historia totalmente diferente, estaban tan pálidas y gélidas como la nieve. Así que me dirigí a la cocina por un vaso de leche caliente. No dejaba de pensar en Amelie, de su risa, de los planes que teníamos juntas y demás.

La incertidumbre me quemaba por dentro.

Pero con sabía bien que con una simple bebida cálida no estaría plenamente bien. Debía llamar a Adeline, que a pesar de encontrarse a millones de kilómetros; podría ayudarme a estar un poco mejor; y para mi fortuna, estaba conectada en su cuenta de Skype.

Mensaje para: Adel1224

Te necesito.

Minutos después recibí una notificación para activar la videollamada, y sin dudarlo la acepté.

—¿Qué le pasa a mi estúpida favorita? —dijo sacando la lengua.
—Es solo que... Amelie desapareció.
—¿Desapareció?
—Sí, lo que ocurrió es complicado de contar; así que... En primer lugar, ¿Cuándo vendrás? Y en segundo, ¿Qué debo hacer?

Justo en ese momento se cortó la llamada, y logré divisar la sombra fantasmal en la ventana.

Chris, no es nada; es tu maldita imaginación cobrándote una broma pesada.

Dejé mi vaso de leche a un lado y me recosté, prendí el televisor y quería que todo terminara.

Cerré mis ojos, y en ese pequeño intervalo de tiempo se abrió la ventana. Me paré inmediatamente y ahogué un grito de angustia. La figura se abalanzó sobre mí y susurró casi en voz gutural: "cállate".

Puso en mis labios y nariz un pañuelo grueso, embriagándome con un aroma fuerte e inusual. Eso sería lo último que recordaría, hasta llegar a una residencia alejada considerablemente de la ciudad; lugar donde me encontraría amordazada y adormilada notablemente.

—Christy... ¿No has querido seguir la posición de sumisa en la que deberías estar? Esta será la última amenaza; no habrá próxima vez. Luego tendrás que pagar un costo más alto —dijo un hombre encapuchado, que evitaba ver su rostro. Me quitó lo que tenía alrededor de la nuca para que pudiese hablar.
—Entonces, ¿Eres tú el imbécil que tapa su rostro para que no pueda identificarlo? —le respondí en tono imprudente y proseguí. —¿Dónde está Amelie? ¿Cuál es el objetivo de tenerme aquí confinada?
—Tienes más bolas que tu novio por lo visto... Mira niñita: somos peligrosos, y Austin no ha pagado su deuda; así pues que tendrá que saldarla de otras maneras más dolorosas. Te irás ahora, pero no puedes hablar de esto con nadie salvo con Austin, de lo contrario lo sabré y no estaré muy eufórico que digamos.

Terminado su "amenazante" discurso se acercó hacía mí con sigilo, sacó un cuchillo de gran largor y lo clavó en mi brazo, solo pude gemir de dolor y caer en mis rodillas.

—Hasta luego, cariño.

Por último me empujó y caminé variados kilómetros con el dolor recorriéndome hasta llegar a una estación de servicio. Una mujer que lucía con una trenza a cada lado, pintalabios rojos, dientes separados y contextura gruesa; al observarme desde una banca que por poco se rompe, abrió sus ojos color esmeralda enormemente y corrió algo ladeada hacia mí.

—¿Qué te ha sucedido joven? —interrogó dejando caer su goma de mascar en el cemento.
—Este... Fui atropellada y bueno, no he tenido un buen día —reí tratando de verme optimista.
—Ay madre mía. Vamos a un hospital y llamo a tu acudiente; ¿vale?
—Sí, y no. Iré sola a mi casa; gracias por la hospitalidad.
—Ay, niña. Está bien, sangras más que... Bueno, sangras más que lo que sea, pero vamos.

Me introduje a la camioneta antigua y oxidada.

—Un gusto, Harmony Sheppard. ¿Y tú, como te llamas?
—Mmmm... —me pregunté si era mala idea decirle mi nombre, por lo cual dije otro falso. —Rose Alopay...
—Vale Rose, llegamos; ¿Te acompaño? —Como prefieras...

Entramos a urgencias y tomaron "mis, datos reales" colocaron infinidad de puntos en la herida abierta, y luego de curaciones y más curaciones pude irme a la madrugada y llegar a casa gracias a Harmony.

Mas mi madre estaba en el tercer escalón de la parte externa de la casa; cruzada de brazos, con sus rulos, salida de baño, mascarilla y frunciendo el ceño.

—¡Christina Miller! ¿dónde habías estado?

Esto no iba a terminar nada bien.

Desde aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora