DIARIO DE UNA NINFOMANA (En edición)

CAPITULO 31 MIA

EVANGELINA

Comencé a removerme por toda la cama, sentía que últimamente descansaba más. las pesadillas habían dejado de atormentarme, me sentía mas renovada que nunca. Aunque me dolía cada parte de mi preciado cuerpo.

-¡Buenos días estrellita! El universo te dice hola – La voz de Agust, hizo que poco a poco fuera abriendo mis ojos. Tenía sus manos en mi cadera, y sentía el vaivén de su cuerpo y su miembro entrando en mi sexo. Cada vez embestía más duro.

-Buenos días alegría. ¿No me puedes despertar como una persona normal? – Le dije con una gran sonrisa – Aunque no niego. Que, qué bonito despertar.

-Estrella, esta es mi manera de hacer que comiences el día con una gran sonrisa – Una sonrisa se le dibujó en el rostro y su gesto fue coqueto – Además llevo como 10 minutos fallándote y lo estas disfrutando. Gemías y gemías, así que no le veo el problema ahora.

Sus grandes ojos miel me miraban con deseo. Sus fuertes embestidas, me sacaron un gemido. Su miembro entrando y saliendo de mi era la mejor forma de comenzar el día. Ya había pasado una semana, desde aquel festival. Agust me trajo a su casa y no había dejado que me fuera, era como si me hubiera secuestrado.

Me llevaba todos los días a la empresa de mi padre, me recogía cuando no estaba trabajando allí, si no en la compañía de su padre, me hacia el desayuno, me llevaba café. Cada noche me daba una buena sección de sexo desenfrenado, que, aunque me agotaba, me quitaba el estrés. Esa era una buena manera, hacia cardio y liberaba toda la carga del trabajo.

Agust, se estaba colando dentro de mí de una manera que me asustaba. No podía sacarlo de mi cabeza, se estaba clavado en mis huesos. Nunca me había sentido tan bien con alguien. Él aceptaba cada faceta de mí. Cada demonio, cada vicio, todo aquello que por mucho tiempo tuve que ocultar, con él podía liberarlo. No le importaba si yo en una noche pedía que me follara 6 veces. Me daba siempre a la hora que yo quisiera, él siempre estaba dispuesto hacerlo, siempre me daba lo que pedía.

Me follaba de una manera, que realmente me hacía ver estrellas. Era tan especial, con su egocentrismo, su sarcasmo, su mal genio, caprichos y berrinches cuando no conseguía lo que queria. Cada parte de él, me estaba gustando, y eso me asustaba, tenía miedo que despertara un día y él ya no estuviera a mi lado.

Agradecía que estuviera conmigo, gracias a él, las pesadillas se habían ido. El primer día que dormí aquí, tuve una que pareció más que un recuerdo de mi infancia que una pesadilla. el hombre de negro siempre venia por mí, siempre lograba alcorzarme, siempre lograba hacerme daño. Esa noche desperté gritando y sudando. Agust, me tomó entre sus brazos y me arrulló como si fuera un bebé. Me repetía que todo estaba bien, que él estaba allí, que no tenía por qué temer. Debo decir que eso me tranquilizó. Sentirme en sus brazos me hizo sentir protegida. Ahora no sabía cómo volvería a mi apartamento, extrañaría dormir rodeada de sus brazos, su calor, su aroma, su cuerpo.

Un gemido salí de mi boca. Miré a Agust, estaba tan embelesado con el vaivén de sus caderas, era como si admirara como su miembro salía de mi coño. Se relamía los labios, como si yo fuera el mejor manjar que allá comido.

-Evangelina – Su voz ronca me hizo erizar la piel – Ponte en cuatro – Le di una sonrisa coqueta - Hazlo ahora.

Yo queria verlo, me encantaba como su mirada se tornaba casi negra a la hora de follarme. Era como si algún demonio se apoderara de él. como si el dios del sexo hubiera reencarno en el cuerpo de este hombre. Follaba de una manera, que siempre me dejaba pidiendo más, nunca me cansaría de esto.

Estaba tan absorta en la escena que tenía delante. Que, al no hacerle caso, me tomó de manera brusca, y giró mi cuerpo, hasta que mis codos y rodillas quedaron en la cama. Levanté un poco el culo, sentí una palmada, que hizo que brincara y me sacó un gemido.