Libro 2: Capítulo 34. Asesina [FINAL PT 2]

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(Nota: por favor, releer el capítulo anterior porque se han introducido cambios. Parte del capítulo antes nombrado "Destruida" ahora está en este capítulo "Asesina", mejorado y editado. El anterior capítulo ahora ha cambiado de nombre a "Líder")

86: Asesina

Final pt 2

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Grité. El mundo pareció detenerse en el instante en que mi madre estalló en polvo, delante de la cara desencajada del pánico de Elliot. Las cenizas se expandieron por el bunker en cámara lenta mientras mi cerebro me decía que eso no era posible, que atravesarle el corazón a una vampira convertida no debería haber sido tan fácil, que nada de eso estaba pasando, que era mentira...

—¡NOOO! —estalló Elliot, con la garganta desgarrada. Su sorpresa, su desconcierto, su dolor, lo sentí en cada centímetro del cuarto, haciendo eco del mío. Me quedé sin aire y sin latidos, partiéndome al medio como si mi corazón fuese tan frágil como lo pareció mi mamá—. ¡NO, NO!

Caí de rodillas, totalmente pasmada, al igual que mi hermano, cuyas manos se arrastraron por el suelo, por las frágiles cenizas, por lo único que quedaba de ella. Las lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas en cuanto yo me llevé el puño al pecho, intentando sobrevivir a la desesperación, al hielo eterno que se instaló en él y que no me permitía inhalar oxigeno sin que los pulmones me quemaran.

Simplemente no respiré. No pude hacerlo. Me ahogaba y no tenía que ver con la sangre en mi boca. Observé a mi hermano en shock, tanto como yo, con la sensación de que todo el cuarto se había detenido en esos instantes. Pensé que todos habían dejado de luchar, porque todos deberían estar impactados por lo que acababa de pasar, porque todos deberían estar sufriendo como Elliot y yo, porque mi madre estaba muerta, porque mi madre era polvo, porque la acababan de asesinar...

Pero no, nada se había movido en cámara lenta. Ninguno de ellos se había detenido. Ni siquiera el asesino de mi madre había pestañado para quitarse sus cenizas de la cara cuando extendió el mismo brazo hacia la cabeza cabizbaja de mi hermano para terminarlo a él también.

—¡N-NO! —chillé.

No supe cuándo realmente me puse de pie. Lo único que supe fue que mi mano se cerró sobre la garganta del vampiro y arremetí contra él, alejándolo de mi hermano en el último segundo, antes de que lo tocara. Con toda la magia que tenía encima, porque por mí misma no podría manejar su peso y su fuerza, lo estampé contra la pared.

Él me agarró de los hombros, pero esta vez yo estaba preparada. Ya no podía tomarme por sorpresa. Cada cuando sus dedos intentaron desgarrar mi piel, yo ya estaba dentro de su mente. Y la furia...

La furia prendió fuego todo el dolor. Lo usó como combustible y la bestia que intenté mantener en vano bajo control despertó con una sed de sangre imparable, frenética y desquiciada.

Hodeskalle [Libro 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora