Las dos mitades

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La chica camina como si estuviera en las nubes, su mente ocupada con imagenes de cabello castaño, ojos verdes y dulces recuerdos de un tierno chico.

Su idilio se ve momentáneamente interrumpido cuando frente a ella aparece un sonriente chico de azules cabellos.

Él mira a Sucrette, él con una sonrisa extraña y ella con sus ojos claros y alegres, iluminados por una felicidad que Alexy no había visto antes en ella.

Antes de que ella pueda pronunciar palabra, él la estrecha fuertemente entre sus brazos hasta alzarla y pegar su mejilla contra la suya. Al bajarla ella lo mira espectante y algo sorprendida.

Él toma su pequeña mano entre las suyas, la ve directamente a los ojos, y Sucrette puede ver dolor escapando de aquella sonrisa que Alexy le dedica, dolor en sus ojos, dolor en su voz, un dolor que hace eco en su alma.

Alexy le dice:

-Tienes que prometerme que vas a ser muy feliz de ahora en adelante, pase lo que pase.

Ella asiente, pues se ha quedado sin palabras.

Alexy le sonrie, una sonrisa que es sincera a pesar de parecer que está a punto de hacerse pedazos.

Y se va. Sin más.

Ella se queda ahí, parada como una tonta, observando como la figura colorida de Alexy desaparece tras los corredores del instituto.

Y se da cuenta, demasiado tarde, de algo de lo que debió darse cuenta desde hace mucho; eso es lo que ella piensa.

Ella sabe ahora, y aunque se siente mal, no lo hace por Alexy, siente por él, sí, pero su malestar viene de la realización de que no hará nada para sanar su dolor.

Porque ella ama a Kentin, y que Alexy esté enamorado de él no cambia ese hecho.

Con un poco de auto-recriminación, ella sabe que el amor que siente por su amigo no puede compararse con su amor por el chico de ojos verdes.

Al final, sólo espera que Alexy esté bien.

Alexy, en realidad, no está nada bien, no lo estará en mucho tiempo.

Camina, casi corriendo, por los pasillos, secandose las lagrimas que caen como cascada por sus ojos, son tantas que no puede ver, y es su memoria y no su visión lo que lo dirige hasta un rincón desierto, donde se recarga en la pared y se desliza hasta el suelo, dando rienda suelta a su llanto.

Se tensa cuando siente que de repente alguien se ha sentado a su lado, pero se relaja cuando Armin pasa su brazo sobre sus hombros, sentado en el suelo en una posición mucho más relajada.

Armin le da palmaditas en su hombro, y cuando su llanto se ha calmado lo suficiente hasta ser sólo lagrimas silenciosas, Armin comienza a hablar.

-De veras que eres un idiota -le dice.

Alexy se olvida momentáneamente de su dolor para reclamarle a su hermano, que no tiene ningun derecho de decirle eso.

-Los dos somos unos idiotas -añade Armin, y Alexy se queda callado.

Armin no tenía derecho de llamarlo tonto por tener un amor imposible.

Al final, él estaba enamorado de la señorita Sucrette.

Y al final, el par de gemelos habían pecado de parecerse demasiado, no sólo habiendose enamorado de un imposible, también habiendose enamorado cada uno de una mitad de un amor correspondido.

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Las Dos Mitades - Corazón De Melón - Armin & AlexyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora