14. Rodri

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El viaje en coche es lo más agobiante que he experimentado desde que entré en el agujero de una roca situada en un arrecife que visité en mi primer año de carrera.

Voy atrás, entre la pelirroja y mi hermana. He de admitir que, si nos llevásemos bien, me lo pasaría bien con ambas a mi lado, pero no es el caso.

Lou ha vuelto a perderse en el paisaje, dejándome ver su precioso recogido que evita que su pelo cubra su espalda descubierta por el vestido, ahí donde he tenido mi mano hace apenas cinco minutos.

Por otro lado está Rosa, que me fulmina con la mirada cada vez que puede. No entiendo cómo puede llegar a creer que su mejor amiga y yo podemos llegar a tener algo, es absurdo.

Me atrae físicamente, eso no puedo negarlo, pero de ahí a tener algo sentimental hay un gran paso que no daría nunca más, menos aún con Louise.

Cuando me giro hacia mi hermana de nuevo, intento aguantarle la mirada, con la misma seriedad que ella está expresando. Está muy guapa, el vestido es de un rojo que pega mucho con su piel y la purpurina incrustada en la tela la hace brillar más que nunca. A pesar de su expresión asesina dirigida a mí, puedo notar que se ha puesto demasiado maquillaje, como casi siempre, pero aún así está muy guapa. Sus rizos están recogidos en un intento de semi coleta, digo que es un intento porque la mitad se han soltado ya a modo de rebeldía cuando ni siquiera hemos llegado.

-Deja de mirarme así- susurra mi hermana, feroz.

-No quiero, estás guapísima y hace mucho tiempo que no te veo- me justifico, sin más, encogiéndome de hombros.

-Has estado demasiado ocupado con otras cosas- me reprocha, señalando a Lou con la cabeza. Por suerte está tan distraída que no se da cuenta de la situación a apenas veinte centímetros de ella.

-Deja ya ese dichoso tema- le sugiero.

-Te has enamorado de ella, te entiendo. Llevo así cinco años- ladra en un susurro, intentando no alzar mucho la voz para que no la escuchen nuestros padres. Ellos ya lo aceptaron, es ella quien sigue atascada en el pasado.

-No siento absolutamente nada por ella- susurro, rabioso.

-Lo dices porque no te puedes ver a ti mismo cuando la miras- niega con la cabeza, zanjando la conversación.

Me cruzo de brazos, con la vista clavada en el frente.

Me niego a sentir nada por ella, nada más allá de que su compañía aquí es un alivio, pero nada más.

Me intento llevar bien con ella, sí. Pero es solo porque así comparte su queso conmigo.

Con el queso no se juega.

También dejo que intente seducirme para así librarse de mis chistes malos y mis bromas pesadas, porque es divertido ver cómo intenta imitarme.

Pero nada de eso significa que sienta algo hacia ella, porque no lo hago.

Llegamos al instituto cinco minutos antes de la hora acordada, pero ya hay gente yendo de aquí para allá colocando más sillas o colocando bien los adornos.

El instituto, qué recuerdos. Desde que entré en mi primer año de secundaria he tenido ganas de quemarlo, con ciertos profesores dentro. Y aquí estoy, dos años después de acabar el dichoso bachillerato, acompañando a mi hermana y mi compañera de piso a su graduación. Esperemos que después de esto haya alguna fiesta montada para compensar las dos horas de discursos, que son copia y pega de los discursos de todas las graduaciones anteriores.

Mis padres, que van de forma muy hippie, se acercan a otra pareja, que son sus opuestos.

Mientras mi padre lleva unos holgados pantalones de pana gris y una camisa blanca del mismo material, que en conjunto son una mezcla entre formal e informal, el señor con el que habla lleva un traje posiblemente hecho a medida, con unos gemelos que seguramente cuesten más que nuestro coche familiar y los zapatos serían un equivalente a mis años restantes de carrera. Qué despilfarro de dinero.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora