🌺 Capítulo 43

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🎧Canción del capítulo: Lobo — I'd Love You to Want Me.


Cailean había estado toda la noche entre sueños febriles, despertándose y volviendo a caer nuevamente en la inconciencia. Había luchado toda la noche entre la lucidez y la total oscuridad, batalló durante horas con ese incasable calor que parecía querer calcinarlo hasta convertirlo en cenizas. Pero ahora, por fin estaba libre de todo eso.

Ya no había fuego, ya no había sueños extraños, ya podía abrir los ojos sin gran dificultad.

—¿Otra vez en mis sueños, Sirena? —preguntó con voz áspera y cansada.

Ella estaba en la cocina, de espaldas a la habitación, pero él podía verla con facilidad a través de la puerta abierta.

Sienna dio un pequeño salto asustado al oírlo. ¿Tenía que elegir justo ese momento para recobrar la conciencia? Lord Antipático siempre tan oportuno. Se alegraba de que por fin despertara, pero de todos los momentos del día en podría haber abierto los ojos escogía precisamente ese, cuando ella, incapaz de resistir la tentación decidió probarse el anillo.

Quería ver como lucía en su mano, como se sentía llevarlo.

—¿Sienna? —volvió a llamarla, tratando de atraer su atención.

—¡Cailean! ¡Buenos días! —Se dio la vuelta y habló con tanta efusividad producto de los nervios, que se hizo evidente que le sucedía algo—. ¿Te encuentras mejor? Enseguida te llevo un poco de comida.

El aspecto que mostraba el duque era ya mucho mejor, su piel volvía a tener color y a pesar de que todavía parecía cansado, su rostro había perdido todo rastro de enfermedad.

Sienna sirvió un poco de sopa, algo de te helado, colocó todo en una bandeja y se lo llevó hasta la habitación. Esa imagen de él, recostado cómodamente en el centro de su cama, con la cabeza apoyada sobre las verdes sábanas, no se borraría jamás de su mente. Cada vez que se acercara a la puerta de la habitación volvería a verlo vívidamente como si todavía siguiera allí.

Ella mantuvo la mano firmemente escondida tras su espalda durante todo el trayecto, porque la maldita joya se negaba dejar su dedo por mucha fuerza que hizo.

—Sí, ya me siento mejor. No era necesario que me trajeras esto a la cama —comentó sentándose para que ella colocara la bandeja sobre sus piernas.

—Estabas demasiado mal anoche, es mejor que comas algo antes de levantarte. —Tenía que buscar alguna excusa para irse y sacarse el anillo antes de que él lo viera o antes de que acabara haciendo un estropicio por utilizar solo una mano—. Olvidé el pan.

—No hace falta... —comenzó a decir, pero ella ya estaba fuera de la habitación antes de que acabara de hablar.

La doctora fingió que rebuscaba entre los estante mientras intentaba quitarse el anillo sin éxito. La puñetera cosa estaba firmemente aferrada a su dedo, parecía estar sujetándose con todas la fuerza que poseía.

Al final tuvo que darse por vencida y regresar, pero esta vez, escondió la mano dentro del delantal, eso era menos extraño, además de más cómodo.

—Bueno, definitivamente estoy despierto —dijo él bostezando—, es imposible que ese maravilloso olor sea producto de un sueño. Además, creo que tengo hambre —contó mientas se acercaba el cuenco a la boca.

—Eso es bueno, el apetito siempre es buena señal. ¿Te sientes mejor, entonces? —volvió a preguntarle.

Se sentó a su lado para tocarle la frente, solo para asegurarse de que la fiebre se había ido. La reconfortante frescura de su piel fue un inmenso alivio.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora