19. ENCUENTRO

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—¡No, jamás lo haría!

—Si te digo que mi error lo empecé a pagar desde que firmé ese maldito contrato matrimonial, ¿me creerías?

—No.

—¿No? —gimió débil emocionalmente—. Entonces cree esto Adam: Cuando Steve me hizo suya, aquella única noche, en el fondo de mi ser yo rogaba para que un milagro ocurriera y no fuera tu hermano quien me estuviera tocando. Quería que tú lo hicieras —confesó avergonzada—, pero no fue así —sollozó—, luego perdí la conciencia, pero cuando me levanté horas después me sentí tan sucia, tan culpable, por haber traicionado mi amor por ti —ya no pudo continuar pues el dolor le ganó.

Adam la miró luchar por recuperar el aplomo.

—Sandra, ¿me amabas? —cuestionó sintiendo que su corazón palpitaba con fuerza.

—¡No! —dijo sintiéndose herida ante la posibilidad, pues ya una vez usó a Linda para alejarla de su lado—, ya no te amo. Porque ahora lo único que siento es culpa, porque no solo no desee de tener sexo con Steve por pensar en ti, sino que además no quise aceptar al bebé que llevaba dentro de mí porque era suyo. Tal vez por eso casi lo perdí, porque nunca lo amé y ahora que son dos me siento doblemente miserable, ¡porque no deseo que sean suyos!

—No digas eso —le pidió suavemente.

—Si querías verme infeliz, ahora lo estas viendo. Se cumplieron tus advertencias. No solo soy una estúpida que elije cada vez peor, sino que lastimo a un par de inocentes con mi estado de ánimo tan terrible.

—El médico dijo que con unas semana de reposo absoluto estarás mejor y yo me haré cargo de que no hagas el menor esfuerzo. Así que ahora deja de atormentarte por lo que pasó.

—Mi cabeza dice lo contrario, jamás me lo perdonaré —musitó.

Adam se animó a abrazarla y Sandra no lo rechazó, pues en verdad necesitaba sentirlo cerca. Cerró los ojos y se apoyó en su pecho. Adam acarició su cabello y Sandra se estremeció al darse cuentas de que aún lo amaba. Se miraron y él le rozó una mejilla con el pulgar, después sus labios se encontraron con cierta timidez. Sandra lo dejó explorarla, era tan dulce y justo eso era lo que deseaba, sentir, su ternura y su calor.

Llegaron a la habitación y apenas cerraron la puerta de la recámara de Sandra, Adam la acercó para besar sus labios con ternura.

La joven le rodeó el cuello, no iba a admitir que un matrimonio de papel detuviera las ganas que tenía de hacer el amor con ese hombre que le robaba el aliento. Era de tarde y afuera aún había luz solar, no se iba a preocupar por Steve y Linda que cuando salían a caminar tardaban hasta una hora en regresar y sospechaba la razón.

—No tienes idea de cuántas veces soñé con hacerte el amor de esta manera —dijo Adam empezando a desabrochar los botones de su blusa sin prisa.

Sandra miró esas manos fuertes y bronceadas.

—Y yo no he dejado de desear que hagas ésto... desde que llegué —confesó haciéndolo sonreír.

—Me di cuenta —dijo ronco—. Desde que nos conocimos en el hospital. Se que siempre estabas mojada por mi —declaró y antes de que le reclamara volvió a besarla haciendola caminar hasta la cama donde la hizo sentarse.

Sandra lo miró despojarse de la camisa y mostrarle ese cuerpo bien esculpido. Musculoso y varonil, sin embargo lo que atrajo su atención fue la erección marcada en sus jeans azules.

Adam se dió cuenta y se acercó más. La chica levantó la mirada y recibió un beso fuerte y lujurioso. Sus manos se olvidaron del pudor y fue a acariciar su miembro como si ya lo conociera de mucho tiempo. Adam jadeó lleno de placer por la caricia.

Le saco la blusa y miró los redondos pechos en el sostén de encaje blanco. Se mordió los labios.
Sandra bajo la mirada y notó que su vientre ya estaba un poco abultado.

Se le quedó mirando. Adam se dió cuenta de que podría sentirse cohibida y se acuclilló ante ella.

—Mi cielo, no me importa que esta hermosa barriga nos acompañe. Me gusta todo de ti.

Sandra se mordió los labios.

—Pero es que los bebés son de... —la calló con un beso. Luego la tumbó de espalda sobre la cama.

Sandra lo sintió recostarse a su lado y besarla mientras acariaba un seno. Los labios masculinos comenzaron a descender por su barbilla y su cuello...

—Oh, Adam... —susurró llenándolo de satisfacción. La chica se quedó sin aliento cuando sus dedos bajaron la tela del sostén liberando un pezón, el cual rozó con su lengua haciendo círculos antes de meterlo en su boca y chupar suave, torturándola con el deleite que le provocaba.

Ese fue el inicio del placer. La mano del arqueólogo bajó y se metió por la cintura donde ella sintió los dedos largos provocar despacio entre sus muslos, llenándola de ansiedad.

Los labios del hombre siguieron bajando así como sus manos le bajaban el pantalón y las bragas sin apartar sus labios.

Sandra se arqueó al sentir su lengua bajando por la cadera, mordisqueando sus muslos...

Le dobló la rodilla y besó dentro de la pierna llevándola al límite de la decencia. Adam la besaba con hambre, con ganas atrasadas.

La enfermera jadeó cuando los labios de su amante se hundieron en su sexo y recorrieron su hendidura con deleite.

—Oh cielos, Adam... —escucharla tan solo logró que su lengua trazara nuevas rutas hacia la cúspide de la pasión que despertó en ella el deseo de explorarlo y así se lo hizo saber.

Se sentaron y él se levantó para quitarse el pantalón, Sandra quería verlo y saber si era tan perfecto como lo sentía.

El arqueólogo quedó totalmente desnudo ante ella quien confirmó su satisfacción al verla morderse el labio inferior con discreción.

Regresó a la cama y nuevamente sus cuerpos desnudos se rozaron haciendo que saltaran chispas.

Sandra se sorprendió cuando el giró llevándola sobre su cintura.

—Hazlo tu —la incitó y ella comprendió que deseaba entrar en su cuerpo.

—No, hazlo tú... —dijo sintiéndolo duro entre sus labios vaginales.

—Segura... —sonrió y volvió a recostarla buscando acomodo para iniciar la posesión.

Sandra cerró los ojos cuando el miembro duro de Adam comenzó a deslizarse en ella.

—¿Te gusta? —inquirió entrando y saliendo de ella para frotarla.

—Si, todo tú me gustas.

—No haré que te agites mucho —dijo sin acelerar el ritmo.

Sandra abrió los ojos y lo miró con reproche.

—¿En serio vas a dejarme sin saber lo que es un orgasmo al estilo Adam?

—¿Qué? —inquirió, entre risueño y perverso y entró en ella con fuerza. Sandra abrió la boca soltando un gemido—. Mmm eso me gustó —y repitió el movimiento—. ¿Así te gusta más? —un nuevo jadeo lo incitó a embestirla.

La joven agarró sus brazos fuertes y se afianzó de ellos para sentir como el placer se multiplicaba en cada poro de su piel.

Adam siguió entrando y saliendo, haciendo que su cuerpo no tardara en sacudirse, apretando su miembro, conduciendolo a las alturas del deseo en donde ambos estallaron con un orgasmo deseado por mucho tiempo.

ENEMIGO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora