Cap X - III

5 3 0
                                    

Liam recorrió el comedor, seguía confundido por la forma en que se desarrollaron los hechos. Había mucho que entender desde la noticia de un Alan con vida. Aunque se mantenía tranquilo, no podía evitar sentirse abrumado por las restricciones impuestas a su mente.

Miró a su alrededor. Muchos de sus compañeros tomaban asiento a la mesa mientras que otros permanecían de pie. Dos de las varias tablas alargadas eran suficiente para acomodar a los estudiantes de primer año. Su mente estaba rodeada por las preguntas sobre cómo su amigo casi da muerte a alguien. «¿Realmente planeaba matarlo? ¿Y cómo logró escapar de Annwn?», se preguntaba.

No podía entender la actitud del niño del collar con el que había compartido una parte de su vida. Su cabeza estaba llena de estas interrogantes, aunque haber estado presente le había calmado un poco. «Era un duelo después de todo, uno en el que otro heredero lo atacaba con brutalidad», murmuró para sí mismo. Cuando se dio cuenta de que hablaba solo, continuó reflexionando en su mente: «¿Qué hubiera pasado si el resultado fuera distinto? Si en lugar del chico hubiera sido Alan el que cayera lastimado, ¿habría habido intenciones de guerra de todos modos?».

Tomó asiento frente a una de las dos mesas y se dio cuenta de que no era el único al que le costaba entender la situación. Esperaba la reacción típica de las personas ante el apellido de Alan, y así fue. Muchos de aquellos que estaban cerca no intentaron evitar el tema.

―El último Adler. ―Se escuchó de Ériu―. ¿No te parece interesante, Brígh? ―El niño pelirrojo se encontraba junto a esa persona que lo había acompañado antes y durante toda la noche.

Liam estaba listo para decir algo, con una predisposición a flor de piel, pero entendió que se esperaba algo diferente, otro tipo de palabras. De cualquier manera, intervenir habría resultado en un sentimiento incompleto, dado que entre la palabra y el hecho había mucho que recorrer.

―No te emociones, sigue siendo un insensato. Por poco nos arrastra a una guerra ―respondió ella mientras notaba la mirada de Ériu, esa que indica que algo está a punto de convertirse en un tema que dure semanas.

―No podía hacer otra cosa, fue un duelo que nunca debió pasar. ―respondió el niño pelirrojo―. De no haber sido así, el heredero de Afar pudo haber matado a cualquiera de nosotros sin el menor remordimiento ―insistió mientras, en el proceso, garabateaba con su dedo sobre la mesa.

―El chico no era así al principio ―intervino Saraid, descubriendo su cabeza.

―¿A qué te refieres...? ―preguntó Ériu. Se detuvo a mitad de la frase al darse cuenta de que desconocía el nombre de la niña.

―Se llama Alan. Apareció con nosotros en las ruinas y, lo creas o no, al principio lo vi reír un par de veces ―aseguró mientras mantenía la cara entre las manos―. Por cierto, mi nombre es Saraid.

―Es cierto ―dijo Guinevere―, yo estaba en el mismo grupo. Alan arriesgó su vida por nosotros cuando decidió enfrentarse a Krohn, un trol de color Azul, por sí solo ―añadió antes de ser interrumpida por la intervención de Khaleb.

―Entonces, él... —murmuró el pelirrojo—. Malditas cosas ―dijo reviviendo los recuerdos en su cabeza―. Espero no tener que volver a encontrarme con una.

―¿Ves? Te dije que era un insensato ―añadió Brígh al notar la presencia de Liam a ocho puestos de distancia―. Al igual que el tonto del centinela que nunca dio su nombre.

―Brígh... —intervino Ériu, intentando señalar a Liam con un ligero movimiento de cabeza.

La rubia miró al chico desde su asiento, ya que compartían la misma mesa. Estaba tan callado como la primera vez y, a pesar de que podía escucharlos, hizo oídos sordos. Además, notó que estaba sentado frente a esa niña de cabello rojo que no decía una sola palabra.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora