A horas tempranas, cuando la gran mayoría de los niños había despertado, se anunció la ceremonia que tenía por objeto despedir a aquellos que no lo habían logrado. En las mentes de los herederos, solo prevalecía el sentimiento de ser diferentes y la frustración que ello generaba.
Intentaban recordar a las personas importantes que habían conocido durante la noche, apenas unas horas atrás, cuando caminaban entre ramas y barro. Eran personas importantes, sin duda, pero parecía que nadie más pensaba en ellos así, aparte de esos que acababan de abandonar sus camas.
Las largas columnas de herederos avanzaban en orden hacia la parte baja del castillo, guiadas por otros miembros del personal, algo no tan relevante si se le preguntaba a cualquiera que hubiera sobrevivido la noche. Todo parecía formar parte de un itinerario del cual pocos tenían conocimiento y muchos solo podían imaginar una pequeña parte de lo que les esperaba a continuación.
La puerta del jardín conducía a un espacio decorado con grandes rocas y algo de musgo, esculturas de piedra y senderos deformes. Si se tomaba como referencia la altura del castillo para mirar desde esa distancia, se podía apreciar una imagen simétrica de estilo celta: tres semicírculos superpuestos, conectados por su origen y final, en una figura incompleta que se complementaba a sí misma, formando una triqueta.
Era el símbolo con el cual se solía identificar al linaje de Erebu. Dentro de este símbolo, se buscó representar a cada rama heredera del egni, que aludía a la forma en que Erebu concebía su vínculo: todos unidos pero con direcciones opuestas. Tres lados que, sin saberlo, persiguen el mismo objetivo y están relacionados en su origen.
El viejo regente se encontraba junto a un monolito que lo igualaba en altura, en uno de los tres extremos de la imagen que intentaban formar los caminos del jardín y que rodeaba a todos los presentes. Los otros dos extremos de la figura los llenaban los herederos de primer y segundo año, y más atrás, en el fondo, los distintos maestros que presidieron el evento y que, hace pocas horas, fueron testigos del juramento.
Cada uno de estos maestros vestía el negro con elegancia, algunos con guantes de seda y otros con las manos desnudas. Portaban en su poder uno de estos artefactos mágicos únicos en color, tamaño y forma, algunas varas de madera arropadas por su mano, apuntando hacia el suelo, y otras enfundadas a un lado de la cintura. Eran especialistas en sus respectivas áreas, uno más pintoresco que otro, encargados de forjar el futuro de cada niño frente a ellos.
Hacía un día soleado en la caverna que cubría aquellas tierras. Nada iba con el panorama: Los rayos de luz se filtraban desde el exterior, atravesando la penumbra a través de una de las aberturas en la roca. Terminaban por bañar al jardín durante pocas horas al día, minutos antes del mediodía y durante el ocaso. Algo digno de ver si no fuera porque la atención evitaba centrarse en el espectáculo de luces.
El monumento tenía un color similar al de una amatista muy oscura y en él se encontraban inscritos diferentes nombres. Su base estaba adornada con flores y junto a ella había una placa de roca densa con un grabado realizado en relieve. Las runas del Futhark se encontraban sobre cada letra, formando un tallado profundo para cada palabra.
Se suponía que fue redactado por cada colaborador en el castillo, mientras todos dormían o durante la comida, y que contenía el nombre de cada niño junto a su apellido. Se sabía que su propósito era honrar el recuerdo, como una forma de lápida que pretendía dar testimonio de su heroísmo.
El viejo regente se encontraba al lado, frente al grupo de herederos del segundo año que había optado por participar, y todos, excepto uno, del primer año. Además de los profesores y los acólitos, había otros adultos presentes: la guardia de Erebu. Se distinguían por sus capas, armaduras y espadas, algo que los definía.
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Evermore: niños perdidos
FantasyJóvenes brujos, herederos de las antiguas castas del Egni, se encuentran reunidos de manera inesperada en un enigmático bosque, cuyas puertas solo se abren a quienes han alcanzado cierta edad. A medida que desentrañan sus conexiones ancestrales y do...