oneshot más diesiocho

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Estaba en el restaurante, limpiando las mesas, había sido un día muy agotador de trabajo. Me saqué el mandil, dejándolo a un lado, cerrando el local y bajando las cortinas

Caminé hasta donde estaba una pintura mía y de Garu que él había hecho, sonriendo enternecida, definitivamente nuestra relación había sido fuerte después de todo lo que hemos pasado. 

Mis recuerdos fueron de uno en mi mente, como si se tratara de una cinta de vídeo, cuando recién conocimos, nuestra primera pelea, nuestro primer beso, nuestra primera...

Ah.

Apreté los labios, recordando, se me salió una risa por lo incómodo que había sido al principio, sobre todo cuando lo encontré en el cuarto. Pero mi sonrisa se fue borrando al recordar su miembro, definitivamente he sido bendecida por tener un novio con tremendo miembro.

Me mordí el labio por inercia, y me tuve que sentar porque mis piernas comenzaron a fallar, al recordar el choque de pieles y los besos tan húmedos, sobre todo cuando me ahorcó.

Suspiré tratando de calmar el calor corporal que tenía, y la humedad que cargaba mi entrepierna.

La campana sonó, pero yo no me di cuenta hasta que su voz me sacó de mis pensamientos.

—¿Amor, estás aquí?

Preguntó, a lo que yo respondí en un distraído si, me había olvidado que él tenía las llaves del local. Se acercó, y me besó, y sentí su sudor, volví a la realidad, había terminado de entrenar.

Dios santo, perdón.

—¿Estás bien? Estás roj...

Me abalancé a besarlo, enredando mis brazos en su cuello, este primero se sorprendió, pero me siguió gustoso el beso, colocando sus dos brazos en la mesa donde había estado sentada, acorralándome, mis dos piernas se abrieron, dándole espacio para que se acercara más a mi.

—¿____?...

Preguntó cuando nos separamos del beso, a lo que yo me solté el cabello, tirando el moño a un lado, subí mi dedo índice a su labio, colocándolo en medio.

—Quiero que me hagas tuya, recuérdame de quien soy.

Él sonrió, y me volvió a besar, sacándome mi pantalón, yo lo ayudé tirándolo a un lado, mientras besaba mis muslos, colocándose de rodillas, tomó mi interior, bajándolo bruscamente, me acercó, dejándome en el filo de la mesa abriéndome las piernas. 

Lo miré sonrojada, jadeante. Él se acercó y comenzó a besarme la vagina, a lo que yo tiré la cabeza hacia atrás, suspirando y gimiendo en voz baja, pidiendo que no se detenga. 

—¿Te gusta?

Asentí rápidamente.

—Muchísimo, por favor, no pares.

Rogué en un hilo de voz, pero grité cuando sentí dos de sus dedos moverse, me retorcí sintiendo mis piernas temblar.

—Garu, te lo suplico, no pares.

—No lo haré.

Exclamó cumpliendo mi deseo, solté un sonido de lamento cuando se alejó, se bajó los pantalones, a lo que yo lo ayudé a sacarse la camisa. Dejó a un lado su espada y sus libros, se acercó a mi de nuevo besándome, introdujo su lengua en mi cavidad bucal, que yo más que gustosa la recibí, enredando la mía con la suya.

Sentí la punta de su miembro, a lo que rasguñé su espalda, pero enseguida él paró.

—Amor, espera, no tenemos protección, ¿me salgo?

Negué tomándolo de las mejillas.

—No, no importa.

Este tragó en seco.

—¿Estás segura?

Asentí, un poco nerviosa, este me besó calmándome.

—Puedo tomarme la pastilla del día después..amor, no somos unos niños.

—Apenas terminemos la iré a comprar.

Asentí, volviéndolo a besar, y cuando sentí como entró grité de placer, abriéndome de piernas, mientras él sin rodeos comenzó a moverse brusco, me gusta.

Me encanta que se mueva así.

—Dios, Garu, por favor, sigue.

Este me tomó de las mejillas, haciendo que lo mire.

—Di que puedo hacer contigo lo que quiera.

—P-Puedes hacer conmigo lo que tú quieras...

Sonrió, besándome abriéndome las piernas más, llegando a lo más profundo de mi, lo miré mientras embestía, sus ojos, Dios, es que su mirada me excitaba, se veía tan relajado, que hacía que mi entrepierna se humedezca más.

—Abre la boca.

Obedecí, y cuando sentí que me escupió, tragué.

—Amor, voy a llegar.

Avisé, y cuando dije esto, entró lo más que pudo, rasguñé nuevamente su espalda, y sentí como se corría dentro mío, gemí, apoyándome en mis manos.

Salió, y tomó mis mejillas.

—¿Estás bien, te hice daño?

Negué, acomodándome el cabello.

—Voy por papeles.

Asentí, sonriendo.

Bueno, la había pasado de maravilla.

Un nuevo silencio [SEGUNDO LIBRO] [Garu y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora