Regresiones.

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         Caían mechones ondulados y cenizos sobre sus hombros y su espalda mientras se levantaba tan adolorida como jamás en su vida, había recibido la paliza de su vida o por lo menos así se sentía, tenía lagunas mentales y sus dedos no respondían, sus párpados pesaban sobre sus ojos marrones y estaba desnuda, no se veía pero sentía su piel a la intemperie y el fresco sobre su cuerpo.

    Se reincorporó sobre una superficie para nada cómoda, se encontraba en el piso de la cocina; escaneó a profundidad las partes que se alcanzaba a ver, no notó ninguna marca o hematoma que le diera pistas sobre lo que que había pasado, era claro que en su cuerpo jamás había existido la evidencia de una marca o cualquier cosa parecida pero tampoco se había sentido así de molida. A paso de tortuga fue al baño a lavarse introduciéndose de lleno en la tina y se relajó, se quedó dormida unas dos horas. El agua se enfrió pero su cuerpo no lo resintió, estaba tan profundamente acostumbrada al frío que los hielos sólo eran agua sólida contra su piel, se despertó y no porque algo hubiese cambiado en su ambiente reconfortante, sencillamente su cerebro no asimilaba estar dormido tanto tiempo y no le importaba que su cuerpo agonizara en vida.Como obra de la magia se levanto y fue a su cama a tirarse boca abajo, toda húmeda y cansada; no durmió, ya no podía aunque lo deseara y sólo estaba ahí mirando la pared blanca inocua, encontrando formas a contraluz, respirando tan suave y tranquilo que pareciera que no lo hacía, sus extremidades flácidas sobre las sábanas y su cabello ahora negro reposaba sobre la espalda. Pasó así todo el día hasta que en lugar de dolor sentía espasmos, se estiro y los músculos lo sintieron, se quejaban pero espabilaban.

     Huyó de la cama calculando la hora mirando por la ventana, ella no usaba reloj en casa, tenía uno de plata que usaba sólo para salir de ahí o a trabajar. Hizo café y mientras esperaba encendió un cigarro, era un tubo de cáncer entre sus labios llenos, inundando sus pulmones de muerte y tóxicos pero ¿por qué habría de importar eso cuando ella comía de la muerte, del dolor y la miseria del mundo donde vivía?; el café ya estaba y ella seguía por ahí desnuda con un cigarro en la boca consumiéndose y la mirada perdida en ninguna parte, tomó una taza de cerámica negra y se sentó en el alféizar de la ventana esperando a su golondrina feliz.

Nada llegó a ella y no se molestó en cerrar la ventana, se vistió de forma automática, jeans negros, camiseta negra, botas de casquillo negras y una cazadora de piel negra, era como si siempre fuera a un funeral, se puso su reloj y accesorios de costumbre; la chica más filosa del mundo y no precisamente por su lengua o su aguda mente. Caminó a la puerta en penumbra total y las llaves que estaban en su puño en un momento, indignante, no estaban en su lugar pero luego se ocuparía de ello, luego se ocuparía de su desvalijado apartamento, de su desordenado hogar, de su vida volcada.

Caminó a paso firme y un tanto lento hacia ningún lado en particular. No estaba perdida, ella siempre sabía donde se encontraba, tal vez desconocía el lugar y su nombre pero siempre sabía donde estaba.


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⏰ Última actualización: Mar 16, 2017 ⏰

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