Capítulo A: Yo soy diferente.

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“Comprender sin entender, es el camino directo al terror y la locura”.

Sólo de esa manera podría explicarles cómo me sentía. Cómo inició mi vida, bueno la verdad es que mis primeros recuerdos son un cúmulo desmensurado de información que no podía entender y así continuó por mucho tiempo. Creo que en cierto modo fue porque en los primeros años de mi vida, nunca salí de las 4 paredes de un cuarto en la casa dónde fuí criado.

Mis primeros recuerdos son el roce molesto, constante y doloroso de algo con lo que me tapaban y vestían, el olor intenso de mí mismo cada cierto tiempo, el olor potente y penetrante de mi alrededor y de los que se acercaban a mí, el sonido ensordecedor del exterior y también de mi interior, desde el sonido tranquilo de mi respiración hasta el enloquecedor sonido de mi corazón que nunca paraba así fuera de día o de noche y el crujir de mis viceras cada cierto tiempo.

Todo eso era mi día a día, las 24 horas, los 365 días de al año. Una constante tortura, pues aunque yo era muy pequeño y joven tenía mucho razonamiento, sabía que existía, pero desconocía todo lo que pasaba, sabía que yo hacía mucho ruido desde mi interior, pero no sabía porqué, sabía que había ruido en el exterior, pero la mayoría de los sonidos no podía ver de dónde provenían, sabía que existían los olores, pero desconocía de dónde venían, sabía que mi boca podía saborear pero no entendía porqué todos los sabores resultaban tan fuertes e intolerantes y porqué los que me cuidaban me obligaban a seguirlos comiendo.

Sabía que yo era mi cuerpo y que lo podía mover, pero me frustraba que mi cuerpo no me respondiera cómo yo quería, que no tuviera fuerza, que no pudiera hacer nada de la manera en que yo lo deseaba.

Claro todo esto al comprenderlo pero no entenderlo resultaba en un pequeño niño aterrado, preocupado y muy confundido que lo único que podía hacer era huir de todo lo que pasaba, pues llorar no era una opción, puesto que mis propios llantos lastimaban mis oídos, y por algún motivo cuándo trataba de huir, los que me cuidaban se mostraban un poco más comprensivos.

Al pasar el tiempo y al ir adquiriendo mejor control sobre mi cuerpo, comencé a captar que todo lo que percibía era producto de acontecimientos que pasaban o muy cerca o muy lejos de mí, pero que todo tenía una explicación, y que yo no podía controlar esas cosas, aunque me produjeran mucho daño, cómo era el caso del ruido.

Cómo se estarán imaginando para llegar a esta conclusión debió de pasar muchísimo tiempo, pues han de saber que mi mundo se limitaba a 4 paredes que engloban mi mundo, que si bien vivía en una casa del tamaño de una manzana no dejaba de ser una jaula elegante y las pocas veces que salía eran a lugares dónde literal sentía que mis órganos sensitivos iban a explotar, tal era el caso de fiestas y reuniones familiares.

Durante todo este proceso fuí conociendo a los que eran los integrantes de lo que llamaban familia, mi madre era la persona con la que menos convivía, de ella sólo conocía su voz y un glosario muy corto de palabras que sólo escuchaba decir a ella como: cosa, desperfecto, basura, no recuerdo que alguna vez me haya llamado hijo. También conocí alguien a quién la gente se refería cómo mi hermano, pero yo sólo entendía la palabra hermano cómo un sinónimo de tortura, pues era alguien muy ruidoso, insistente, tosco, prácticamente sentía cómo si yo sólo fuese otro de sus juguetes, y no importaba las miles de maneras en las que quería hacerle entender que me hacía daño, él seguía haciéndolo o incluso incrementado sus acciones desagradables hacia mí cómo golpes, encerrarme en lugares pequeños y oscuros o usarme de prueba en muchas de sus ideas y experimentos.

Por otro lado, conocí lo que sería mi padre, alguien que a diferencia de los demás me hablaba mucho, era cauteloso, usaba una voz baja y recuerdo desde siempre que él trataba de mil maneras acercarse a mí, en otras palabras más precisas o adecuadas trataba de “comprenderme” y saber cómo acercarse a mí. Pero había unos problemas, el principal era su intenso olor a cigarro, y el segundo es que su buena intención de entenderme resultaba abrumador, pues mucho de lo que intentaba era molesto para mí, cómo la vez que me llevó a Disney para ver el espectáculo de juegos pirotécnicos, terminé en el hospital por una crisis convulsiva debido al ruido y las luces. Pero a pesar de sus mil fracasos él nunca dejó de intentar llevarse bien conmigo, y si me lo preguntan él era quién de cierto modo más quería pero al mismo tiempo aborrecía.

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