Única parte.

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Narración con cambios de persona, un poco poética y sin coherencia aveces. Con 3847 palabras.

Esto no es una historia de amor, no lo es, no normalicen absolutamente nada de lo que se muestra aquí. Gracias.























12 de septiembre 1910, Francia.


- ¡Si, Harry! ¡Más! - gritó una voz aguda haciendo eco por la solitaria casona.

Era verano, de esos veranos de calor soportable y cielos hermosamente celestes. Amaba esa estación, donde salía al jardín a recolectar margaritas o nadar en el río... solo yo, mi compañía. Siempre estaba solo y triste. Donde aveces viajaba a Paris, hermosa ciudad de las luces y el desamor, compraba en secreto hermosos vestidos de el encaje más suave, con moños, tul u otros tipos de tela... donde solo mis ojos podían verlo en su solitaria habitación.

Siempre estaba decaído, sufriendo en secreto con una vida que no quería. Me veía en el espejo y lloraba mares al observar mi menudo cuerpo enfundado en esos hermosos vestidos traídos desde Inglaterra, pero mi libertad yacía escondida en esta habitación, para nadie más que no sea para mí mismo. Bailaba en mi cuarto con la ventana de el balcón abierta, con la cortina de lino moviéndose con el viento y las tristes melodías de un piano resonando en la mente. La realidad misma era un sufrimiento diario hacia su frágil corazón y mente soñadora, me escondía tras sus libros de poesía clásica donde cualquier amor era posible... pero eran eso, solo cuentos.

Amaba el verano, amaba irme a mi casa de verano en los campos de Francia. Amaba secretamente guardar mis bragas en un lugar fresco, ya que era agradable en un día caluroso acostarte y sentir el frescor helado de la tela. Aunque todas mis anécdotas nada más las vivíamos Lucy y yo, aunque suene tonto, mi diario íntimo con tapa de cuero; ya que mamá dice que son de la buena suerte. Y era tan ridículo y sin sentido como un escritor cambiando de narrador, seguro ya te confundí.

Aveces había días donde nada ni nadie podía salvarme de mi desgaste terminal, en donde me perdía entre mis pensamientos ni siquiera distinguiendo la realidad de la ficción. En donde mis ojos lloraban al verme al espejo y me encerraba en mi mente formal, esa que usaba en ocasiones para lucir bien. Había una sola persona que podía salvarme, lastimosamente nunca lo hizo.

Y era obvio, era un hombre con inclinación a lo satánico y ser travestí, aunque así me llamaban mis padres pero no decían nada más. No podían decirme nada más. Lastimosamente mi abuelo había dejado toda su herencia a su débil nieto que le hacía trenzas en su blanco cabello, mis padres no me hacían nada por esa razón... supongo. Aunque odiaba mi vida, en general amaba lo que ella era y sus diferentes naturalezas en si, se que ambos términos pueden no sonar diferentes pero tienen coherencia. En mi mente.

Me gustaba imaginar; en mi mundo de fantasía, que yo era un ser divino y él me amaba, pero vamos... él nunca me amo.

Mi triste realidad era dura, donde mis pensamientos de acabar mi vida en cualquier momento abundaban en mi mente... capaz podría decir de la misma manera que abundaba el amor en mi hacía él. Lo amaba con todo lo que era, aunque estaba quebrado en millones de pedacitos, pero eso nunca fue suficiente, porque él solo amaba el dinero.

Venia de una aristocrática familia francesa-inglesa en donde nuestro dinero abundaba en cantidades desorbitadas, cuando una vez al mes viajamos a Inglaterra a tomar el té con la reina. Aunque mi vida era sencilla e independiente se podría decir, vivía solo para poder hacer lo que quisiese sin que me juzgasen.

The stars are in my favor (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora