Eran las nueve de la mañana, Asami se adentró al monasterio siguiendo las indicaciones que Pathik le había dado momentos antes. Sus ojos absorbían cada una de las elaboradas pinturas que había en las paredes, o las detalladas estatuas que adornaban los arcos de los pasillos o los pilares del templo, el lugar entero era evidencia de las capacidades que la humanidad poseía antes de la aparición del Avatar oscuro.
El recorrido que a cualquier monje le hubiera tomado un par de minutos, a la ojivere le tomó media hora. Al final de su maravilloso recorrido llegó al salón principal en el cual había una enorme escultura del Avatar Yangchen sentada en posición meditativa. Ahí frente a la estatua se encontraba Korra dormida, con el cuerpo hecho un ovillo lucía tranquila y apacible, como si el sueño que la envolvía fuera capaz de esfumar las ideas recurrentes que la habían llevado a contemplar la estatua de su vida pasada hasta caer rendida por el cansancio.
- Buenos días. - Asami pronunció con suavidad poniéndose en cuclillas a su lado.
Gyatso le había dicho que la morena había tenido una noche difícil, la noticia de su identidad como Avatar había inquietado su espíritu, y como si eso no fuera suficiente, Piandao había pasado al templo a dejar una carta para ella que, luego de ser inspeccionada por los monjes, fue entregada con una advertencia a la joven morena quién no dudó en tomarla y retirarse a leerla. Desde entonces se había negado a hablar con ellos mientras contemplaba el rostro de Yangchen en completo silencio.
La morena comenzó a abrir los ojos lentamente en busca de la voz que la había saludado momentos antes, Asami le sonrió cálidamente y la ojiazul resopló en su lugar.
- Aún no estoy lista para escuchar más sobre mi pasado. - Declaró cubriéndose el rostro con la manta que Gyatso había usado para cubrirla después de que hubiera perdido la conciencia.
- No vine a contarte nada sobre tu pasado. Tú decidirás cuándo seguir con eso. - Le aseguró con voz tranquila mientras sus ojos se dedicaban a capturar los detalles en la imagen del Avatar Yangchen. Era impresionante ver que el artista responsable de aquella pieza había grabado los pliegues de la piel en las manos del Avatar, así como los pliegues en los párpados y las arrugas en su ropa, la estatua daba la impresión de ser un gigante dormido. Seguro era producto de algún maestro tierra, pensó recordando la detallada figurilla de obsidiana que Korra le había regalado años atrás.
No quería presionarla. Su pasado, sus emociones o la carta que le habían dado, debía ser paciente y permitir que ella fuera quien marcara el ritmo para cada una de esas conversaciones. Por el momento debía confiar en el juicio que los monjes habían tenido para entregarle el mensaje de Piandao. Suspiró.
- Yangchen. La gente del pueblo la venera por haberles otorgado el privilegio de vivir en esta isla. Luce tan tranquila como los monjes, no me parezco en nada a ella. - Korra exhaló lentamente.
- Eso no lo sabrás hasta que no hables con ella. - Asami volvió a sonreír obligándose a dejar de lado todas sus preocupaciones.
- ¿No murió hace cientos de años? - Cuestionó arqueando las cejas.
- Los Avatares son capaces de contactar con sus vidas pasadas. - Le explicó poniéndose de pie y ofreciéndole una mano.
- Asami... - Murmuró la morena dudando en aceptar la ayuda que le era ofrecida.
- Dime. - La observó con calma en espera de lo que fuera que tuviera que decir.
- ¿Tú y yo solíamos ser amigas? - La pregunta vino acompañada de una mirada llena de esperanza, se notaba que llevaba tiempo pensando al respecto.
- Somos amigas. - Asami le aseguró estrechando la mano que al fin había extendido hacia ella. - La falta de memoria no te vuelve una extraña. - Añadió en forma de un pequeño reclamo que logró colorear las mejillas de la morena de un tono rojizo. Una verdad a la vez debía bastar, pensó reprimiendo la tristeza que sentía en el pecho al no poder decir que una amistad no alcanzaba para describir lo que solía haber entre ellas.
- Bueno. - La ojiazul pronunció tímidamente agachando la mirada mientras acomodaba la muleta debajo de su brazo izquierdo. - Es solo que no estoy segura de la forma en la que el Avatar se relaciona con la gente en el mundo allá afuera. - Confesó apenada.
- Ser Avatar era tu identidad secreta, para el resto del mundo eras solo una viajera aventurada que hacía amigos como cualquier otra persona. - Comenzó a caminar de regreso al exterior del monasterio para encontrarse con Pathik.
- ¡Espera! - Korra se apresuró intentando igualar su paso. - ¿Entonces cómo sabes que yo era el Avatar? - Preguntó llena de curiosidad.
- Pensé que no querías escuchar más cosas sobre tu pasado. - Asami bromeo viéndola por el rabillo del ojo y disfrutando de la pequeña demostración de interés expresada por la morena. Tal vez su recuperación no tomaría tanto tiempo como había pensado.
- No quiero. Es solo que lo que dijiste me dejó pensando. - Renegó.
- Te lo contaré después. - Asami se detuvo en la entrada del templo al ver a Pathik acercándose a las escaleras.
- Buenos días Eclipse. Luces mejor. - Señaló el hombre con tono amigable.
- Tengo hambre. - Resopló desviando la mirada de la del monje.
Asami sabía que el tema de su identidad aún molestaba a la morena. Tal vez si lograba mantener su mente ocupada durante el tiempo suficiente, sería capaz de hacerla ver que ser el Avatar no tenía nada que ver con su personalidad o identidad individual.
- Ah, menos mal que Asami vino preparada con estas bolas de arroz rellenas. Están deliciosas. - El monje comentó haciendo entrega de una canastilla llena de comida. - ¿Listas para escuchar la historia de nuestra isla? - Preguntó con energía. Korra volteo a ver a la ojiverde en busca de respuestas y esta rio brevemente tras notar la confusión en su rostro.
- Le pedí de favor a Pathik que me contara la historia de la isla y quise venir a invitarte. La comida es para ti. - Explicó con la esperanza de que la morena no la rechazara.
- Esa historia la he escuchado más veces de las que me habría gustado. - Se quejó la ojiazul.
- Pero yo no, en toda mi vida nadie había mencionado al Avatar Yangchen o esta isla. - Se encogió de hombros. - Igual puedes negarte, solo quería saber si gustabas acompañarnos. - Decidió no presionar más de la cuenta, pero para su fortuna la morena sacudió la cabeza y suspiró en señal de resignación antes de aceptar ir con ellos.
Incluso sin saberlo, Korra seguía siendo la misma de siempre. Pensó con satisfacción siguiendo al monje de cerca y sosteniendo la canasta con las bolas de arroz para que la morena pudiera comer sin dificultades.
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Antología. Futuro Incierto.
AdventureAsami va a visitar las tierras que vieron desaparecer a Korra luego de haber librado la guerra en contra del Loto Rojo sin saber que la vida de la intrépida líder rebelde no se había perdido como todos habían creído. Aquí se narran las aventuras d...