Esposa por alquiler//BUENOVELA

Capítulo 18

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Harper se sentía como si viviera en un sueño. O más bien, en una pesadilla. Después de todo lo que había pasado con Mark, ya no sabía qué era real y qué no. ¿Podía confiar en sus propios sentimientos? ¿Podía distinguir la verdad de la mentira? ¿Podría volver a ser feliz algún día?

Había dormido casi un día entero, con Nellie entrando de vez en cuando a ver cómo estaba. Al fin se levantó y fue al baño. Se miró al espejo y se asustó de su aspecto. Tenía un ojo morado, la mandíbula hinchada y el cuerpo lleno de magulladuras. Parecía una víctima de un accidente de tráfico. Lo único bueno era que tenía hambre, lo que suponía que aún tenía ganas de vivir.

Se dirigió al salón, arrastrando los pies y sintiendo cada dolor en sus huesos. Allí estaba Wendy, sentada en una mesa de cristal. Wendy, su prima y mejor amiga desde la infancia y siempre iba impecablemente vestida y maquillada.

Pero ahora llevaba una camiseta vieja y unos pantalones de chándal, y tenía unas ojeras que delataban su cansancio.

—Vaya —dijo Harper con una sonrisa forzada—, tienes peor cara que yo.

Wendy no le devolvió la sonrisa. La miró con preocupación y compasión.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó con voz suave.

—Como si me hubieran pasado por encima un camión —respondió Harper con sinceridad.

En ese momento, Nellie apareció con un bebé en brazos. Era Tom, el hijo de ambas mujeres. Harper adoraba a su sobrino, que era un bebé precioso con unos ojos grises enormes y un mechón de pelo negro en la cabeza.

—Mira quién ha venido a verte —dijo Nellie con alegría. Se acercó a Harper y le puso al bebé en una sillita alta, al lado de la mujer magullada.

Harper sintió una oleada de ternura al ver la sonrisa inocente de Tom. Le acarició el pelo y le hizo cosquillas en los pies.

—Hola, pequeñín —le dijo—. ¿Qué tal el corte de pelo al estilo setenta?

Nellie se rió y le besó la cabecita al bebé.

—No es un corte de pelo, es que de alguna manera se le cayó el pelo en un lado y quedó del otro. Me han dicho que volverá a crecer dentro de unos meses.

—Pues a mí me gusta así —dijo Harper—. Tiene un aire a Paul McCartney muy guapo.

Le habría gustado cargar al pequeño bebé, sin embargo, las costillas rotas que cargaba, no se lo permitirían, ni siquiera con la banda que le cruzaba todo el torso.

De repente, escuchó unos pasos silenciosos detrás de ella. Se giró y vio a Hannah, su hija de siete años. Hannah era una niña dulce y tranquila, que lastimosamente había madurado mucho por las circunstancias difíciles que habían vivido.

—Mamá —dijo Hannah con una voz suave pero firme—, me alegro de que hayas despertado.

Harper sintió un nudo en la garganta al ver la expresión serena de su hija. La abrazó con cuidado y le dio un beso en la mejilla.

—Yo también me alegro de verte, cariño—le dijo—. ¿No te duele la mejilla?

La niña negó lentamente—. Ya no duele.

—¿Quieres sentarte en la sala de las tías para pintar mientras te preparo el desayuno?—preguntó Nellie a Hannah. La pequeña asintió con un brillo de ansias, al parecer ella también tenía hambre.