-Tres, dos, uno... ¡Cero!
Nosotros, al igual que el resto de los comensales, empezamos a gritar al tiempo que aplaudíamos. Lo mismo hizo el servicio. Era año nuevo, después de todo, aunque en nuestro caso en particular, celebrábamos también por finalmente haber terminado los estudios de preparatoria. Habían sido tres años extenuantes, aunque divertidos, y ahora teníamos todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiésemos. O al menos así se sentía.
Nos encontrábamos en un restaurante cerca de la casa de Juria. Maya, Jeongwoo y Haruto también estaban con nosotros. La que había organizado la reunión de esta noche había sido Cocona. Y es que todo tenía un motivo fríamente calculado.
Al sonar las doce campanadas, y llegar el año nuevo, cinco de los seis presentes nos volvíamos mayores de edad. Haruto lo era desde el año pasado, lo cual resultó ser una ventaja puesto que, pese a ya tener edad para beber, ninguno de nosotros tenía una identificación que nos permitiese comprar alcohol.
-Solo un trago para cada uno –nos reprendió Haruto, cuando el mesero llegó con la botella de soju que él había pedido para nosotros-. Ninguno de ustedes tiene experiencia, y no me voy a arriesgar les pase algo y sus papás me maten.
-Tú no puedes beber, Cocona-kun –le dije al tiempo que interceptaba el vaso que Jeongwoo le ofrecía. Mi novia me dirigió un puchero, y aprovechó para darme una patada en la espinilla, por debajo de la mesa.
-¿De qué hablas? –chilló, indignada-. ¡Tengo la misma edad que tú!
-Todavía eres una bebé –insistí, simplemente por el gusto de molestar-. Y, además, estoy seguro de que no te va gustar.
-No te proyectes, Hwanie-chan –se apuró a responderme, y mientras me sacaba la lengua (lo que ocasionó Jeongwoo y Haruto sufrieran un ataque de risa), dejó que Maya le sirviese soju en el vaso.
-Un trago, pagamos la cuenta y cada quien a su casa –insistió Haruto. Nosotros respondimos que así sería.
Sujetando cada quien su vaso con soju, hicimos un brindis al centro de la mesa, y nos apuramos a beber. Al instante, los seis de nosotros hicimos una mueca de desagrado, incluyendo a Haruto, quien se suponía ya tenía experiencia.
-¡Sabe horrible! –dije, y al igual que Jeongwoo, nos apuramos a dejar nuestros vasos en la mesa.
-Lo sé –respondió Haruto-, pero supongo le tomaremos el gusto más adelante.
Cocona, al igual que Maya y Juria, tosió un par de veces. Sin embargo, a diferencia de sus amigas, y el resto de los presentes, Cocona no dejó su vaso en la mesa, sino que se apuró a servirse otro trago.
-¡Hey! –dijo Haruto, intentando sonar severo, pero sin hacer ademán de querer quitarle la botella de soju o el vaso-. Dije solo uno.
-Solo quiero confirmar una cosa –dijo ella, y antes de que yo pudiese intentar detenerla, se apuró a tomar otro trago. Al instante volvió a toser, y hacer caras, lo que provocó que los chicos se riesen y las chicas la llamasen kawaii-. Sigue sabiendo horrible –fue su conclusión.
Antes de que quisiera hacer un tercer intento, me apuré a quitarle la botella de soju de su alcance.
-Vaya, quien diría la más chiquita sería la más alcohólica–dijo Jeongwoo, provocando que Cocona le sacase la lengua, y todos volviésemos a reír.
Tal como habíamos prometido a Haruto, nos apuramos a pagar la cuenta, y con ello, no tardó en que nos empezáramos a poner los abrigos, para salir al frío exterior.
Llevábamos ya tres años de novios, y durante ese tiempo, si algo había cambiado, habíamos sido nosotros. Cocona seguía teniendo esas bonitas mejillas regordetas que daban ganas de pellizcarle, pero su cara ahora era mucho más adulta, al igual que el resto de su cuerpo, el cual comenzaba a tener aquellas marcadas curvas, en los lugares precisos. Igualmente, sus ojos se habían vuelto mucho más peligrosos, aunque al mismo tiempo había perfeccionado su técnica de ojos de gatito abandonado, el cual provocaba se viese simplemente adorable.
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Bento [A Junghwan x Cocona story]
Teen Fiction-¿Está ocupado este asiento? Yo dije que no. -¿Tienes novia? -Eh... No -fue todo lo que pude responder. -Bueno, ahora la tienes. Y procedió a abrir su bento como si aquella conversación que acababa de ocurrirse fuese la cosa más normal del mundo.