65° (+18)

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Elizabeth.

—Sé que puedes comer otro bocado... —murmuré viendo a la rubia observar su plato bastante mareada.

Las nauseas son normales, pues su cuerpo no acostumbra recibir tanta energía, y es por eso que ahora que lo hace, incluso llega tarde a clases. Tanta energía la agota, efectos contrarios para decisiones que cambian las costumbres del cuerpo.

La memoria que puede mantener un organismo humano me parece impresionante.

—No lo sé, he visto cenar a mis niños y en ese momento supe que no podría, ya son cuatro días y me siento hinchada.

—Cinco, Scarlett. Cumplirá cinco días comiendo bien, mañana el nutricionista sabrá qué hacer, no se espante.

Ella se puso de pie y corrió hasta el baño. Las náuseas.

Me levanté dejando mi cena y fui hasta ella, tomé su cabello y acaricié su espalda mientras la veía observar el váter sin dejar salir la comida.

Algunas lágrimas caían por sus mejillas y me conmovía enormemente. No me gusta verla de esa manera...

—Odio esto... No puedo, lo intento y siento que... —una arcada. Suspiré.

Me frustra no poder ayudarla de otra manera. ¿Qué podría hacer? Acariciar su espalda y decirle lo fuerte que es, recordarle que podrá seguir adelante y ya, que solo debe alimentarse otro poco... Pero es fácil verlo desde el lado de alguien como yo, porque no tengo complejos con mi piel, pero la mujer que me gusta sí, y muchos... E incluso aunque no los comprendo, intento hacerlo para no presionarla jamás.

—Estarás bien. Te acompañaré a la cita con el nutricionista, lo has hecho excelente esta semana.

—Llegué tarde a todas mis clases...

—Pero las hiciste increíble. Me fascina la forma en que planteaste los nuevos textos de lectura. La narrativa es tu fuerte, y ver cómo consigues que quince o veinte estudiantes se mantengan presentes en una clase con libros que quizá jamás conocerían de no ser por ti... Eres brillante, Scarlett.

Ella levantó la mirada y sequé sus lágrimas con mis pulgares. La vi sonreír algo nerviosa, otro poco de llanto y luego la sentí esconderse en mi camiseta. Mis dedos perdidos por su cabello y mi cuerpo respondiendo a la existencia del suyo. Adoraba sentir que podíamos fusionar nuestro calor en un abrazo, y sobre todo cuando la otra necesitaba consuelo y protección. Es maravilloso coincidir con todo lo que significa hacerlo.

—Te quiero tanto...

—Y yo a ti, mi querida Scarlett. Te quiero tanto y quiero cuidar de ti, pero sé que tú puedes cuidar de ti misma, y es por eso que planeo quedarme a tu lado mientras crees que pierdes la batalla pero realmente tomas fuerza para levantarte y ganarla...

—Odio sentir que soy una carga. No te propuse esto para que cargues con todo lo que me ocurre, se suponía que yo había mejorado mis asuntos por mi cuenta, y que había dejado atrás todo lo que mi ex matrimonio dejó en mí, pero...

—No eres una carga. Todos traemos lo nuestro y aún así, no significa que debemos ser perfectos para que alguien se quede. La parte de acompañarnos está... Te quiero en serio, y bien... De buena manera, quiero estar a tu lado cuando te sientas la reina del mundo y una persona que se esconde entre sombras de miseria. Estaré allí... Porque te quiero, y te quiero en serio.

Mis ojos para este momento estaban cristalizados. La rubia y yo nos abrazamos en el suelo de mi baño, y ella pudo oír el llanto de Rose preguntando por su madre.

—Aún tiemblan mis rodillas... —susurró e intentó levantarse, pero la detuve.

—Iré por ella, la traeré. Intenta recuperarte —besé su cabello y la ayudé a sentarse sobre el váter.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora