¿Por Qué Siempre Él?

Capítulo 12: Misterios extraños

- ¿¡Cómo que nadie sabe por qué las mascotas de mi vecindario están muertas!? - Se queja la señora Lil, quien está discutiendo con uno de los oficiales que trata de calmarla mientras su compañero anota las declaraciones del resto de los vecinos en una libreta. Por otro lado, la mayoría de las mujeres del alrededor permanecen en pijama, observando la escena al lado de sus esposos.

- Señora Lil, por favor. Le pediré por quinta vez que se tranquilice, está alterando a los otros ciudadanos - Argumenta el oficial en un intento por ser diplomático con la mujer que sigue discutiendo en voz alta.

- ¡Quiero hablar con su superior! - Exige la vecina haciendo un gesto con el brazo tan brusco que tumba la libreta del dichoso oficial - ¿¡Dónde está el jefe de policía!? ¡Ustedes son unos novatos en esto!

- ¡Es cierto, deben traer al jefe! - Grita otra de las vecinas.

- No podemos hacer eso, el señor Hopper está ocupado con otros asuntos - Explica el oficial a cargo - Sería una falta de respeto molestarlo con un caso tan ordinario como éste.

- ¿Le parece ordinario que todos nuestros perros hayan amanecido muertos en plena carretera? - Pregunta la mujer evidentemente enojada por el comentario de aquel hombre - Quizás nuestro problema le parezca estúpido al ser comparado con la desaparición de un niño, sin embargo, sus ojos tienen que ir más allá del asunto - La señora Lil se aproxima a la carretera, pasando por debajo de la cinta amarilla que han colgado para aislar la escena en cuestión. Ella se acerca a uno de los canes fallecidos, el cual está siendo examinado por una veterinaria - ¿Cómo explica la manera en la que murieron estos perros, ah? ¿Fue casualidad? ¿¡A todos les dio un ataque cardíaco sincronizado!?

- No hay indicios de que se trate de un ataque criminal. Tal vez fue un simple virus animal o una indigestión comunal - Argumenta el oficial con un tono altivo.

- ¿Y ese mismo virus los atacó simultáneamente a todos haciéndolos caer de forma tan alineada y ordenada sobre el pavimento? ¡Eso no tiene sentido! - Se exaspera la mujer.

- ¡Es cierto! - Grita otro vecino.

- ¿No está entendiendo lo que quiero decirle, oficial? - La señora Lil se posiciona frente al policía de forma intimidante - Alguien se infiltró en nuestro vecindario, mató a esos animales adrede y acomodó sus cuerpos perfectamente posicionados para burlarse de nosotros.

- Puede que haya sido obra de alguna pandilla callejera - Sugiere el otro oficial.

- ¡Oh, claro! Del mismo modo en que han venido sucediendo todas estas jodidas cosas; amenazas en el instituto, desapariciones de adolescentes y muertes sangrientas - Interviene el esposo de la señora Lil - ¿Acaso están ciegos? Este tipo de problemas nunca habían sucedido en Illinois.

- ¡Es verdad! - Concuerda alguien más.

De este modo, en la carretera principal de mi comunidad se arma una algarabía protagonizada por la mayoría de mis vecinos, quienes se alzan en una ola de murmullos acompañados de quejas, alaridos y suposiciones preocupantes.

Particularmente yo me encuentro de pie a dos metros de la escena principal, al lado de mi hermana Valquiria, que sigue observando a los animales con la incredulidad impresa en su rostro. Mi padre está detrás de nosotras, tomándonos por los hombros a ambas para que no nos acerquemos demasiado.

- ¡Hay una mente retorcida en este pueblo, viviendo entre nosotros! - Grita la vecina Lil.

- ¡Esas declaraciones son inapropiadas, señora! - La reprende el oficial.

- ¿Ah, sí? - La mujer exasperada se devuelve hacia el hombre uniformado - Inapropiada ha de ser su negligencia como equipo de trabajo, en una situación donde todos estamos expuestos - Ella señala a la multitud - El psicópata que hizo esto puede ser cualquiera. Quizás esté en este preciso momento riéndose de su fechoría, mientras organiza mentalmente su próximo golpe... Puede ser un adolescente rebelde, o la persona que nos atiende en el supermercado, incluso un vecino... Quién sea. Pero el problema aquí es que ustedes son incapaces de dar con él.