Resumen: cuando Henry y tú salieron a dar una vuelta.
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Acaricias la gran mano de tu marido mientras bebes vino desde la comodidad del asiento lujoso. Dejas tu copa sobre la mesa y sonríes a Henry, había pasado varias semanas en que no salen a un lugar donde no sea la casa donde viven y es que más antes Henry había dicho que quería ir al restaurant que apenas abrieron, le habías dicho que luego, al principio se molestó bastante y te reclamo que le tomas más importancia a tu trabajo que a él. Obvio una buena sesión de sexo y amor le calmaron el enojo.
Y ahora están en dónde él quiso ir desde el principio. Dudaste un poco porque aún tienes trabajo que hacer pero no te importó. Solo puedes disfrutar de tu guapo esposo y las maravillas que trae consigo.
— Mmm, que sexy te ves con este traje — ronroneas acariciando su musculoso brazo — incluso me siento un poco celosa por cómo miran lo que es mío — muerdes levemente tu labio inferior
Pasas la plana de tu mano en su pcho acariciando, suspiras mirándolo con ojos lujuriosos, Henry sonrió muy satisfecho que aún puede provocarte con solo su presencia.
— Tú también te ves muy bella — sus ojos brillaron con amor y admiración
Sonríes coqueta, te inclinas acercando tu boca con la tuya, rápidamente sus labios se encontraron y en seguida sus lenguas se enredaron comenzando una batalla, el sabor de su boca, sentir su lengua contra la tuya mientras su gran mano acaricia tu mejilla hicieron que todos alrededo desaparecieran. Empezaste a sentir humedad en tus bragas, la necesidad de sentirlo más cerca fue creciendo conforme el beso iba aumentando.
"Disculpen, aquí está la cuenta"
Abres los ojos de golpe al escuchar a el mesero, te alejas lentamente de tu marido, Henry se sintió apenado y se acomodó más en su asiento evitando la mirada del hombre.
— muchas gracias — sonríes tomando la porta cuentas elegante, el mesero solo asintió con la cabeza y se fue dejándolos solos otra vez.
— Bebé, yo voy a pagar — le dices a Henry mientras tomas tu bolso que estaba colgado en el perchero muy cerca de la mesa.
— No, yo te invite, tengo que pagarlo yo — dijo muy firme sacando su billetera de tu bolso.
Alzaste una ceja cuando lo viste hacer eso, ni te diste cuenta cuando metió su billetera.
— Bueno al menos voy a pagar la mitad. — empiezas abrir tu cartera, la mano de tu marido te detuvo al instante
— No, ya te dije que yo voy a pagar todo — te miró con ojos de cachorro mientras hizo un muy pequeño puchero
