—¿Qué ha pasado? —pregunta con cuidado Emily a su hermana.
Estoy alerta, mis ojos atentos a ella y el corazón algo sofocado. Hemos faltado a clase tras una decisión unánime a las siete de la mañana, lo ideal era no hacerlo pero soportar las clases del día no fue una opción para ninguna. Especialmente para Cecile, ¿Por qué? Es lo que queremos averiguar.
Puede que no sea una gran fan de la carrera que sigue pero nunca, en este tiempo que llevamos yendo a la universidad, ha aceptado tan fácilmente faltar. Normalmente, es ella quien nos obliga a ir, quien considera que no debemos faltar y es nuestra responsable en no hacerlo, así que ahora estamos alarmadas.
He pensado suficiente en los motivos por los cuales decidió no ir, y cada motivo es peor que el anterior, y por el semblante serio de su hermana, sé que tenemos más o menos las mismas ideas cruzando nuestras mentes. Sin embargo, finjo que estoy tranquila preparando café.
—N-nada en realidad... Es solo...
—Continua, Cecile —apremia suavemente Carol.
Contengo el aliento ante las palabras que salen de su boca.
—Los chicos de hockey han estado... siendo algo pesados —frunce el ceño y reconozco eso como una señal: está tratando de no llorar.
Considero que hay varios tipos de rabia, algunos que nacen en circunstancias de impotencia, otras que nacen con la conmoción y otras que son primeramente miedo y luego se transforman en rabia.
Ahora mismo, estoy sintiendo mi último tipo de rabia. El miedo se transforma en rabia pura y contengo las ganas de salir corriendo a buscarlos. Mentalmente cuento hasta diez intentando tranquilizarme antes de hacerme ideas erróneas.
—¿Han... sido pesados contigo? —mi voz suena llena de rabia, las cuatro somos capaces de percibirlo y no puedo ocultarlo al igual que la impotencia que sentimos las tres. Dejo los cafés en la mesa y me siento a su lado.
—Algo así. El capitán me ha pedido salir pero le he dicho que no, que no quiero citas y creo que no se lo tomó a bien —cuenta con los ojos llenos de lágrimas—. Han ido hasta mi casillero y me han perseguido hasta el baño, si no fuera porque en ese momento Hailey entró conmigo iban a...
Su voz se rompe y yo la abrazo, queriendo protegerla del mundo. Mis ojos se llenan de lágrimas debido al cúmulo de emociones que siento.
Le susurro que todo está bien, aunque ambas sabemos que eso no es cierto.
No me separo de Cecile para nada. Permanezco a su lado, aferrada a ella como si soltarla hiciera que se rompiera... otra vez. Tampoco me separo de ella cuando nos cuenta desde el inicio todo lo que ha estado pasándole.
Conocer los detalles me genera muchísimas más ganas de ir hasta ellos y arrancarles el pene con mis propias manos y colgarlos alrededor de sus cuellos como recordatorio de que ninguna mujer les pertenece, que no somos sus juguetes y deben respetarnos por el simple hecho de ser «personas», «seres humanos» así como ellos.
El capitán del equipo de hockey, a quien ubico de vista pero no sé su nombre a pesar de ser bastante "popular", invitó a salir a Cecile, ella rechazó la oferta porque el día que él propuso no le caía bien, estaría ocupada. ¿Qué hizo él? Se molestó a pesar de que Ceci le propuso también otra fecha, en donde ambos estarían libres. El capitán, a quien llamaremos «Salvaje ridículo hijo de perra», no lo aceptó, porque él quería poner la fecha de una cita. Entonces, mi amiga conectó los puntos:
El salvaje ridículo hijo de perra invitándola a salir así de un día para otro cuando apenas se habían hablado en lo que llevaban del curso, las miraditas y sonrisas burlescas de sus compañeros de equipo y la insistencia de que fuera él quien dicte la fecha y el lugar.
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Cruzando los límites ©
RomanceAsh y Scott se han impuestos límites uno con el otro durante los últimos años, y ambos son conscientes de que superarlos no traerá cosas buenas. Es entonces, que la línea entre respetar y cruzarlas se ven distorsionadas impidiendo ver cuál de ellas...