Simba mantenía su cabeza apoyada entre las piernas de Nolan, mientras disfrutaba de uno de los masajes de su dueño. El doncel no hablaba tan solo lo acariciaba mirando a un punto fijo del jardín, esperaba que Evangeline llegará al lugar de la cita, su amiga se estaba retrasando un poco, pero no le importo.
Desde que conoció el nombre del último guardián de Edevane, Nolan no podía evitar pensar en él. No pregunto nada sobre Sylvian, no se sentía cómodo con aquella historia, sintió nauseas cuando leyó el primer párrafo que lo describía, tuvo que cerrar el libro y esconderlo.
Aquella misma noche había sentido mal estar en el estómago, aunque apenas hubiera comido algo en la cena, Pietro tuvo que avisar al doctor al darse cuenta que no estaba mejorando. Nolan apenas durmió, aunque la pastilla calmó su dolor, su cabeza tan solo podía pensar en Sylvian. Lennox tan solo le había dado una pequeña descripción de él para que sintiera compasión. No podía creer que alguien fuera capaz de hacer algo así con una persona que supuestamente amaba.
-Señorito ¿aún sientes mal estar en el estómago? – Nolan negó con la cabeza, a la vez que cambiaba de mano. – Si no se encuentra bien, debe decírmelo.
-¿Por qué está tardando tanto la señorita Evan? – pregunto preocupado. – Normalmente ella es la primera en estar aquí.
-No lo sé, señorito. – respondió mostrado la misma preocupación que su doncel. – Cuando avise a Drystan está mañana, parecía que estaba todo bien. La señorita Evangeline tan solo debía asistir a su clase de artesanías.
Nolan se acostó sobre la manta, dejando que Simba pusiera casi la mitad de su cuerpo encima de él, se sentía agotado aquella mañana. Su gran amigo no lo ayudaba mantenerse despierta, Simba respiraba con tranquilidad mientras le acariciaba detrás de sus orejas, justo en su punto débil, el doncel rio con sutileza al ver como movía el rabo lleno de felicidad.
Habían estado unos días un poco separados, Nolan cada vez tenía que asistir a más charlas y clases, así que Simba debía quedarse al cuidado de las doncellas durante unas horas. Cuando volvía a su habitación no tenía fuerzas para jugar, así que Simba debía esperar a que descansara un poco. Sus masajes se habían convertido en su parte favorita del día.
-Señorito... - Nolan roncaba con tranquilidad. – Señorito, no puede dormirse aquí, hace demasiado frio.
Los intentos de Pietro por despertarlo fueron en vano, el doncel ni siquiera se movía cuando lo llamaba. Simba también se quedó dormido con la cabeza apoyada en el pecho de su dueño. Aunque el guardián debía de admitir que era una escena tierna, no podía permitir que siguieran durmiendo en un lugar tan frio como aquel. Le pidió a una de las doncellas que avisara a la señorita Evangeline de que se habían tenido que ir, ya que el doncel estaba agotado. Simba le gruño enfadado cuando toco a Nolan sin su permiso.
-Si se resfría nos castigaran a los dos. – le replico, pidiéndole que le dejará pasar. – Joven Simba, el pequeño doncel está agotado, vamos a llevarlo a su habitación, por favor lleva su almohada. – sonrió.
La relación que tenía con Simba era un poco extraño, Pietro podía notar que aunque el canino estuviera cómodo a su lado había algunas cosas que no le dejaba hacer, o si le dejaba primero le daba pequeñas advertencias. Pietro había aprendido que si le explicaba cada uno de sus movimientos Simba no sonaba tan agresivo, así que empezó a hablar más con él, con el tiempo se volvió algo cotidiano, a veces lo hacía sin darse cuenta.
-Por favor, joven Simba no camine entre mis piernas, podremos caernos. – Simba lo miro de reojo. – El pequeño doncel se haría daño si nos caemos, puedes caminar a mi lado, pero no entre mis piernas.
ESTÁS LEYENDO
¡Maldito, pequeño doncel!
DragosteUn doncel debe ser respetuoso, callado y delicado. Esa explicación no convence demasiado a Nolan. Cuando escucho que debía de ser sumiso hacía su prometido, empezó a reír. Y la guinda del pastel fue que tenía terminalmente prohíbo subirse a los árbo...