-Ser como ella.-¿Qué tenía que hacer, para ser como ella?
¿Qué tenía que hacer, para algún día salir?
¿Qué tenía que hacer, para probar esas ricas comidas?
¿Qué tenía que hacer, para vestir esa linda ropa?
¿Qué tenía que hacer, para ser como ella?
¿Qué tenía que hacer?
¿Qué cosa?Y esa curiosidad que sentía por ver que había más allá, que había detrás de "esa puerta", o que había detrás de "cada cortina", era algo que me iba a perseguir hasta que yo... algún día, con mis propios ojos. Las vea.
.
Ver a mi bebé dormir, era algo sencillamente único. Algo que amaba, y algo que hacía mucho.
Después de ese trágico... suceso. Las cosas han cambiado. Y diría que para mejor.
Había pasado de estar casi siempre en la cama, a volver con mis quehaceres. Y fue algo que yo había decidido. Algo que quería hacer. Algo que extrañaba. Y en parte. La señora que venía casi todos los días a verme, me recomendó estar haciendo algunas tareas. Para que así, mi espalda dejara de doler.
Tenía todos los días un corset, era algo tan difícil de usar. Pero yo ya me había acostumbrado. Y aunque al principio, al ser tan imposible alimentar a mi bebé, le había cortado la parte de arriba, dejando mis senos libres. Con esa cosa que a veces hasta me costaba respirar, era imposible que mi bebé estuviera alimentado. Y pensé, cuando vi la cara de Thomas, al ver como había convertido eso, que él más temprano me había puesto, que iba a golpearme, o a gritarme, o quizás, a insultarme. Pero no hizo nada de eso... y fue tan raro. Tanto que me sentí extraña. Como si él fuera otra persona completamente diferente. Lo único que hizo fue suspirar, y decirme que porque no le había dicho. Pero qué no importaba, que iba a mandar para que hagan otro.
La reina, Estella, al venir otra vez, como siempre, había dicho que, lo qué pasó el otro día. Fue solo un arrebato de pensar que algo le hubiera pasado a su nieto. Trayendo con ella muchas cosas para mi bebé. Como siempre. Mientras, me había felicitado por mi otro bebé. Y le había recalcado la importancia de guardar la cuarentena, a mis esposos. Y yo como siempre, me había quedado callada, mirando para abajo. Y deseando en lo más profundo y pequeño de mi ser; ser como ella. Algún día, y poder salir, poder comer, poder ser como ella. Sin duda ella era todo lo que no sabía que quería ser. ¿Qué tenía que hacer para ser como ella?
Estaba con mi bebé, todo el tiempo. Desde la mañana, hasta la noche. Y así, pasaba con mi bebé en brazos. O jugando con él en la cama. O las muchas veces que ponía una manta y mi bebé y yo nos tirábamos ahí, en el suelo. Mientras él jugaba con algunos de todos los juguetes que su abuela le había traído. Sorprendiéndome yo misma muchas veces, al verme también jugando con ellos. Es que eran tan divertidos, y tan llamativos. Y yo en mi vida había visto uno de esos.
Amaba mucho a mi bebé, y me arrepentía tanto por haber... por decir aquellas palabras, de que no quería más bebés, y que quería que me lo sacarán.
Ya no habían gritos, ni amenazas, ni golpes. Y eso era, tan extraño. Que cada vez que hacía algo, siempre esperaba el golpe, o el grito. Pero solo recibía caricias en la cabeza.
Stefan había vuelto, y aunque mis esposo no se llevaban del todo bien. A veces compartían, una que otra palabras, y ya no se miraban como si se fueran a dar golpes.
La primera vez que salí del aposento, después del incidente. Casi me caía del susto. Al ver dos hombres grandes y con mucho cuerpo, cada uno al lado de la puerta. Y recordé, que mientras estaba tratando de quedarme dormida, Thomas había dicho que iba a tener personas cuidando de mi bebé, y de mi. Pero nunca entendí a qué se refería, no hasta que salí. Y cada vez que salía. Estaban ahí, sin pestañear, sin moverse, sin si quiera mirarme. Solo... se quedaban ahí. Y aunque mucha veces, le daba comida. Tampoco se la comían. Y para donde sea que iba, ahí estaban ellos. Y también, muchas veces, mientras yo bajaba las extensas y largas escaleras con mi pequeña barriga y mi bebé en una bonita canasta. Les pedía a uno de ellos que me ayudaran a bajarla. Y aunque se que en el fondo que no le gustaba que yo le hablase, me ayudaban.
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El pecado de ser mujer.
Historical Fiction-Madre, ¿por qué ellos si pueden salir y yo no?, ¿por qué nosotras no?- susurré mientras escuchaba el sonido que siempre sonaba cuando "ellos" salían, salían por esa... ¿esa? ¿Por dónde ellos salían?, y... ¿a dónde iban?, ¿qué era eso?, era un miste...