Estoy sentada en medio de mi sofá favorito, observando con odio a Scott que niega con la cabeza una y otra vez mi idea. Me mira como si me hubiese salido una segunda cabeza.
—Sabía que estabas algo mal de la cabeza pero no imaginé que tanto —murmura más para sí mismo.
—No es nada del otro mundo, solo es invitarlo a ser mi contrincante este fin de semana y ya. Una vez estemos en las calles, destrozaré su orgullo, además de empapelar la zona con su rostro acusándolo de acosador, así cuando demos la última vuelta y volvamos al punto de partida, verá todo eso —me encojo de hombros—. Y debo añadir que buscaré la manera de obtener la denuncia ya hecha en la rectoría. Lo tengo todo planeado.
—Parece que olvidas que una de las razones por las que no queremos competir contra ese idiota es que hace trampa, es agresivo y sabes que es capaz de buscar e intentar formas de herirte. No saldrías ilesas, aunque lo pienses. Y ¿Quién le haría llegar la invitación? Mi equipo no, evidentemente.
—De eso se encargará una conocida —quiero omitir su nombre— y con respecto a lo de él jugando sucio, creo que yo puedo cuidarme sola. Incluso puedo bajarme hasta su nivel y hacer lo mismo, para arruinarle la vida.
—Sigue siendo muy peligroso —cruza los brazos—. Tal vez deberías pedirme que lo golpee hasta dejarlo inconsciente.
—Era una opción, peeero no me convence. Yo debería hacerlo sufrir, es a mi mejor amiga quien acosa y asusta. Voy a darle una paliza, Scott.
Me sonríe, algo orgulloso.
—Veo que intentas omitir el nombre de la persona a quien le pediste ayuda —intento decir algo a mi favor pero él continúa—, también comprendo que aunque te dé más razones para no hacer esto, lo harás porque eres una cabeza dura —suspira y el movimiento hace que su pecho se eleve primero marcando cada pectoral—. De acuerdo, accedo a ayudarte en lo que pueda.
»No me gusta la idea, es la peor que se te pudo haber ocurrido pero no te daré la espalda. Cuentas conmigo.
Salto del sofá emocionada para abrazarlo. Tiene buenos reflejos porque en nada me sujeta entre sus brazos a pesar de que hace un momento los tenía cruzado sobre su pecho. Hay algo de acogedor en estar siendo rodeada por enormes brazos tatuados. Me siento reconfortada y me gusta, siempre me ha gustado.
—Eres el mejor del mundo, ¿lo sabes?
—Sí, sí, lo que digas, loca.
Se separa de mí para mirar el reloj de la sala y dice:
—Deberíamos cenar. Ya es hora.
—Lo que digas. ¿Trajiste algo?
Él asiente yendo a la cocina.
Por supuesto que había traído algo para comer. Scott es incapaz de llegar a mi casa sin comida. Lo ayudo a servir, limpio la mesa y coloco los vasos por si lo usemos. Me siento frente a él.
Mientras yo me atraganto con las comidas, Scott come poco. Eso llama mi atención de inmediato.
—Comes como un pajarito, ¿por qué?
Encoje los hombros, sin darle importancia.
—No tengo hambre —es todo lo que dice. Sospecho que tiene que ver con mi idea pues ha dejado en claro que le parece pésimo pero tampoco quiere dejarme hacerlo sola.
— ¿Hay algo que te preocupe a parte de lo que hablamos el otro día? —Me limpio la boca con dos servilletas y le presto toda mi atención—. Sabes que puedes contármelo.
—Lo sé, Sophie —pronuncia mi segundo nombre. Intentar que deje de llamarme así es como intentar mover un pedazo de continente.
—Entonces... habla. Tienes la mirada preocupada y me inquieta.
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Cruzando los límites ©
RomanceAsh y Scott se han impuestos límites uno con el otro durante los últimos años, y ambos son conscientes de que superarlos no traerá cosas buenas. Es entonces, que la línea entre respetar y cruzarlas se ven distorsionadas impidiendo ver cuál de ellas...