Christine #1: Somos Sociópatas © [Borrador]

IV

Luego de una corta consulta con la Dra. Dombokah, me siento un poco más calmada. Ella no me juzgó cuando le conté lo que había sucedido con Caroline, hasta se carcajeo porque mal acto o no, soy yo la que tengo la razón y ella se lo merece por todo lo que me hizo.

Eso sí, nunca falla su charla de que debo de dejar el pasado atrás y seguir adelante. Sermón que siempre ignoro. Yo no voy a esperar a que vengan a por mi como lo prometieron, porque ya me queda poco tiempo y seré quien vaya a por ellos cuando ese día llegue.

Ellos no me quieren ver bien, solo quieren que sufra y termine con mi vida o ellos serán quienes vendrán a acabar conmigo. A eso no le temo porque no le tengo miedo a la muerte, me da igual que me quieran asesinar, sin embargo no me agrada la idea de que fulminen a todos aquellos que se me acercan.

Tengo una lista de tres personas que pasaron por eso. Uno se suicidó, otra fue encerrada en una jaula con perros hambrientos y el otro fue torturado y luego degoyado. Vi como cada uno murió, pero el primero marcó la diferencia porque fue quien único sí llegó a importarme de verdad.

Vivo una vida de mierda.

Por eso intento apartar a Gerien porque entre él y su hermana es quien único no me cae mal, para descubrirlo tuve que identificar la razón por la que no quiero que le hagan daño.

La verdad es que no me importan ni él, ni Sandra. Simplemente no quiero ver a Stella pasar por lo mismo que yo hace unos años atrás. No hay nada peor que perder a alguien a quien quieres, por eso lo mejor es evitarme un suceso macabro otra vez.

¿Que si tengo algo en contra de Sandra? Sí, es muy inocente, tímida y sociable. Todo lo contrario a mi, por eso ni la soporto. ¿Que si tengo algo en contra de Gerien? Sí, es el único idiota que aunque me plante cara, no tengo ganas de estamparle la cabeza en la pared para que entienda con quien trata.

Entonces véame aquí, me dice que no tengo idea de todo lo que sabe de mi, entonces no me provoca el impulso de sacárselo a la malas. No me interesa seguir lo que aprendí para averiguar lo que sabe de mi.

Mientras él tiene los cojones de enfrentarme porque se lo permito, otros prefieren correr para que no tenga el mínimo interés de hacerles daño.

Ejemplo de ello es el imbécil que lideraba el equipo de fútbol de la escuela. Cuando entré con dieciséis años a la preparatoria de McGillis, todos me decía que era una llorona y vulnerable emo, que cuando pasaba algo malo en mi vida, iba a cortarme las muñecas como si eso lo arreglara todo.

Yo no me cortaba, ni lo hago, pero por mis actitudes asociales y la ropa que siempre usaba y continúo usando, me llamaban emo y veían como un bicho. Siempre ignoré sus miradas, sus estúpidas actitudes hacia mi persona, hasta que apareció Julian Norman, chico de dieciocho en último año de preparatoria.

«Salí del salón dispuesta a ir a la cafetería a por el almuerzo, antes, decidí pasar al baño para vaciar mi vejiga. Salí del cubículo, y me acerqué al lavabo, lavé mis manos y la puerta del baño se abrió. Voltee mi rostro para ver de quien se trataba e ignoré su presencia continuando con mi tarea para secarme las manos.

-Llorona ¿Te gusta cortarte? -me preguntó. Continué neutral viendo como la chica de otro cubículo corría fuera porque había un chico en el baño de las hembras-. ¿Eres muda? -cortó el espacio entre los dos justo cuando ya me iba a largar de allí.

Su mano sostuvo mi cuello y sabía que empezaría con su bullying en cualquier momento. Mis ojos se conectaron con los suyos mostrandole que no sentía ni una pisca de miedo hacia su persona.

-¿Qué? -hizo un gesto arrogante con la cabeza-. ¡Pasen!

Otros tres chicos más entraron al baño obedeciendo a Julian.