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CAPÍTULO 4, GRAN PERRO NEGRO
Kay regaba las plantas con su manguera rosada. La pelirroja tarareaba mientras miraba los lindos tulipanes rojos, el agarre a su manguera se tensó al escuchar un leve sonido detrás de ella. Sus padres habían salido por urgencia de trabajo, como siempre, dejándola sola. Miro de reojo a su atrás visualizando una sombra de un animal, un perro.
Lentamente, volteo rezando en el proceso. Un gran perro negro se dejó ver. Kay miro fijamente al animal, ignorando el sonido de su corazón, palpitar aceleradamente.
El animal no se zarandeaba, su cola estaba empinada y rígida, sus ojos brillaban y su pelaje se veía descuidado y enmallado. Dentro de los recuerdos de la pelirroja apareció aquel animal, ya lo había visto antes.
Kay cerro el flujo de agua de la manguera con delicadeza y camino sigilosamente hacia el gran perro negro.
—Espero que no me muerdas.—Dijo Kay esperando que el perro entendiera.
Con pocos pasos se sentó de cuclillas frente al gran perro. Un respiro soltó el perro e imito la acción de la pelirroja, sentándose en el pasto. Un olor casi repugnante se asomó, Kay busco el olor y su mirada se enfocó en el perro. Aquel animal realmente olía horrible.
—Por las rosas de mi corazón. — Exclamó Kay con desagrado.— Hueles... y no precisamente a vainilla.
Como si el perro le entendiera hizo un sonido. Indignado.
—¿Qué? Solo dije la verdad... ¿Hace cuanto no te bañan?— Pregunto la pelirroja mirando lo enmallado que estaba el pelo del animal.
El perro se recostó en el suelo.
...... No tienes familia.
Kay sintió amargura en su paladar. Aquel perro no tenía hogar, era un perro callejero. La tristeza se reflejó en los ojos de la pelirroja.
—¡Lo siento tanto!
Caricias sintió aquel perro de nuevo después de mucho tiempo. La cola del animal se movió débilmente, casi de nostalgia.
