Al final el único que fue de fiesta, fui yo.
Al principio Lou venía conmigo, seguida de mi hermana, pero en cuanto terminé mi primera copa las perdí de vista.
Cuando me he dado cuenta de la hora que era, he venido corriendo. No porque tenga límite de hora para llegar a casa, si no que tenemos un tren que coger a las diez, y son casi las ocho.
Por suerte, uno de mis amigos está sobrio y puede llevarme a casa en su viejo Seat.
Me despido de él mientras subo las escaleras hasta el porche y rebusco en mis bolsillos las llaves.
Cuando por fin las encuentro, casualmente, se caen al suelo. Al agacharme, la cabeza me da vueltas y tengo que sentarme en una de las sillas que mis padres no recogieron ayer.
Lo admito. Estoy un poco borracho. Solo un poco.
Apoyo la cabeza sobre la mesa intentando controlar mi estupidez descontrolada por el alcohol, pero es imposible. Al alzarme de nuevo puedo ver una taza en la mesa, aún está caliente. Me inclino hacia adelante para averiguar el contenido. Es té, la única que bebe té en este sitio es Lou.
Me inclino un poco más, para ver más allá del final de la mesa y por fin la veo. Está acostada en el balancín, encogida para que sus pies no sobresalgan. Lleva el mismo pijama que la noche que descubrí que se había hecho los piercings de los pezones, pero ahora mismo, en lugar de sexy, le da un aspecto infantil. No es nada malo. Me refiero a que, si hubiera bebido un poco más, la cogería entre mis brazos para verla dormir ahí, hacerla sentir segura en sueños.
Menudas gilipolleces se dicen borracho, ¿verdad?
-Te agradecería que dejases de mirarla así- dice Rosa, apoyada en el marco de la puerta.
-No sé a qué te refieres- me siento de nuevo en la silla y cojo el té de Lou, esperemos que despeje un poco mi mente.
Suelta una risa fría y sarcástica mientras se acerca a mí y toma asiento en la silla a mi lado. Se cruza de brazos, en señal de autoprotección y alza las cejas. Va a destrozarme.
-La miras como si fueses capaz de sentir algo por ella- me quita la taza de las manos y la vuelve a poner en su sitio antes de que pueda darle un sorbo.
-¿Insinuas que no puedo sentir nada?- la risa que sale de mi garganta perfectamente podría ser un rugido amenazante, ella al menos lo toma como tal, por la forma en la que se encoge en su asiento.
-No es una insinuación, Rodrigo- se inclina hacia delante para que escuche bien lo que sea que vaya a decirme-. No puedes sentir nada hacia ninguna mujer, nada que no sea un simple deseo sexual.
-Siempre ha sido así, pero no significa que nunca vaya a sentirlo- me pongo rígido, necesito imponerme antes de que me hunda por completo, o más de lo que ya estoy.
-No lo vas a hacer, el miedo siempre te va a perseguir, y lo sabes. Y también sabes quién causó todo eso- señala tras la mesa. A lou.
-Hace mucho tiempo de eso- bajo la mirada, está claro que esto no va a ningún lado.
-Pero ese miedo no ha desaparecido. Y tampoco lo va a hacer- pone una mano en mi rodilla, sobre mi traje, que aún llevo puesto-. Y todo es culpa suya.
Fin.
Aquí acaba. Ya sé lo que está haciendo, porque es algo que, hasta hace poco, yo también hacía.
Me está manipulando para que me aleje de Lou, para que mi odio vuelva más fuerte que nunca y así ella podría volver a la normalidad con su amiga.
Me he cansado de esto.
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En el fondo del mar
RomanceRodrigo no se lo va a poner fácil a Lou, le ha dado lo que necesitaba: trabajo y una residencia temporal, pero llevarse bien con ella nunca ha entrado en sus planes. Es la mejor amiga se su hermana, pero no significa que tengan que ser amigos. Per...