Hanahaki

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Un día como cualquier otro. Los árboles oscuros bailando por el fondo, el viento rellenando su nariz y su espada clavada en la madera del tronco de un árbol, al cual le había pegado un dibujo de la cara de su antigua mejor amiga, Anne, aquella chica que la volvía loca de una y mil maneras distintas, es que no la podía entender, en un momento se pone feliz de que ella se encuentre viva y al otro se aleja de ella para cuidar a esas ranas asquerosas, claro que ella misma seguía a unos sapos, pero no los preferiría a ellos antes que a su pequeña tailandesa, nunca en su maldita vida haría eso, pero ella sí que lo hizo.

Dio un grito con molestia, para clavar la espada en la cabeza del dibujo, rompiéndolo, los pedazos pasaron volando por el viento alejando esa imagen de si misma. Se tiro al piso dejando la espada lejos de ella, tapo sus ojos mientras se tragaba sus reclamos y maldiciones, ¿Acaso ella se merecía todo ese dolor? Claro que no, todo lo que sufría era culpa de su bella castaña, pero esa chica ya no la quería cerca. Lo sabía, recordaba la mirada de odio que le había dado antes de empujarla lejos, ella misma decidió dejarse caer, no iba a quedarse con su compañera cuando ella no quería estar junto a sí misma.

¡Por los Dioses! Era Sasha, si no podía con esos sentimientos que aún se mantenían en su pecho, ¿Cómo se podría llamar a si misma una buena guerrera? No podría. Se golpeo sus propias mejillas con molestia para limpiar esas lagrimas traicioneras que corrían por sus mejillas, levantándose del piso con los puños cerrados y el odio en su pecho, ese odio que restaba cada sentimiento mínimo de cariño que le podía tener a Anne, aunque tomara la espada y desgarrara sus sentimientos, no podía negar que los seguía teniendo, aun atesoraba en el fondo de su corazón el nombre de su compañera, sus ojos marrones, su cabello desarreglado, su sonrisa atrayente, sus risas, su amabilidad, su calor. Maldición, aun la quería cerca, pero no la podía tener, no después de lo que hizo contra los que ahora eran sus nuevos amigos, ¿Tan poco le importaba ella?

Sus manos apretaron el mango de la espada mientras miraba ese tronco pensando en todo lo que su chica tenia en si misma, su personalidad, sus gustos, su físico, sus pensamientos, sus acciones, todo en su persona era magnifico, pero ahora no era de ella, ahora estaba lejos de si misma, y eso le dolía, en el fondo oscuro de su pecho le masacraba, como espinas tajando su órgano vital, como su respiración cortante decía a gritos ese nombre que tantos problemas le estaba causando, como sus ojos buscaban la imagen de su enamorada esperando que así pudiera sentirla consigo. La extrañaba, claro que sí, pero sabia que entre todas las personas del mundo, ella misma seria la ultima en su lista de amar, y eso la lastimaba aún más, el saber que por sus estupideces ahora ya no la tenia cerca, que no podía tomar su mano, escucharla hablar, ver sus fotos, estar en sus momentos inolvidables, ser su persona favorita.

Tosió en ese momento, tapando su boca con sus dos manos dejando caer la espada al piso, siguiéndola ella al piso mientras cerraba los ojos con dolor y sus manos seguían tapando su boca, al alejar estas de si misma logro notar como un hilo débil de sangre se encontraba entre estas, sangre suya. La tos volvió haciendo que se tapara la boca por si salía otra vez ese liquido carmín, su pecho dolía, sus ojos ardían y el dolor llenaba su cuerpo, ¿Por qué le dolía tanto? ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué a ella? ¿Tanto le odiaba el mundo para hacerla sufrir así? ¿Era acaso el karma? ¿Por qué tenia en su mente la imagen de Anne en esos momentos? ¿Por qué pensaba en ella? Destapo su boca por unos momentos dejando caer al pasto un hilo preocupadamente largo manchando este con ese liquido rojo que caía desde su boca hasta manchar toda vegetación cercana a ella. Seco su boca con el guante negro de su armadura, trago en seco sintiendo el sabor metálico de su sangre y atorándose con algo que tenía entre la garganta, tosió desesperadamente antes de ver caer de su boca un pétalo color marrón con manchas doradas, lo dejo en el piso con miedo mientras se levantaba del mismo con al espada en manos, salió corriendo a dirección del bosque tapando su boca con una mano mientras que la otra sujetaba su espada la cual ocupaba para empujar las ramas sin detener sus pasos apresurados.

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