"Agatha nunca mencionó aquel sagrado lugar donde se solía profetizar y los cielos alcanzar.
La delfiense en ningún momento le comentó a Egan sobre la Fuente de Castalia o sobre el sagrado Oráculo bordeado de laureles.
Ella nunca lo mencionó, y aun así, cada noche él llegaba al mismo lugar, sentándose en el borde opuesto; aguardaba a que la presencia de su pareja llegase para así conversar hasta que el amanecer despuntase para truncar sus encuentros.—Hola— Anunciaba la chica tez trigueña antes de sentarse a un lado de él y admirar las estrellas del infinito cosmos.
Se habían acostumbrado a verse cada noche, en el mismo lugar y parecía que a la misma hora.
El Oráculo era el fiel testigo de sus conversaciones prolongadas y las risas que de vez en cuando se escapaban de sus labios. Él era el único testigo; además de las estrellas, que sabían el infinito amor que ambas almas sentía.
—Tu... ¿Recuerdas nuestras conversaciones nocturnas cuando el amanecer despunta?— Preguntó la joven en aquella ocasión. Desde hacía algunos días deseaba preguntarle a Egan si él veía lo mismo que ella durante sus sueños, si él recordaba lo que ocurría cada noche cuando ambos se iban a dormir y sus almas abandonan sus cuerpos, sin embargo, solo recibió un silencio abrumador.
—¿Eh? Obvio no— Respondió el ateniense sin un ápice de delicadeza y sin reparar siquiera en aquella expresión que la castaña poseía.— No las recuerdo, porque son simples sueños ¿No?
Agatha le observó, parpadeando trató de encontrar algún rastro de broma por parte del contrario, pero no la hubo. Su labio tembló y sintió que en cualquier momento lágrimas descenderán de sus ojos marrones, sintió el corazón dolerle junto como si una daga hubiera terminado clavada en él, ¿Como era posible aquello?
«No todos son como nosotros, cariño» Escuchó entre el susurro del viento y se sintió tonta por preguntar algo que era obvio, respiro profundo para luego dejar escapar un hondo suspiro que llamó la atención del chico de cabellos cafés.
—Tienes razón, son simplemente sueños sin sentido.
Respondió con una sonrisa suave sintiéndose un poco menos dolida por entender aquella realidad. Egan le busco conversación, hablaron de las estrellas y de libros, de los dioses y del cosmos, luego admiraron las estrellas y el chico de ojos avellanos se recostó en el hombro de la femenina, sintiendo luego como ella reclinaba su cabeza sobre la suya mientras repartía caricias suaves en el cabello ensortijado.
Sus párpados pesaban, las caricias poco a poco dejaron de fluir en la cabellera del chico, las respiraciones se volvieron más calmadas y sin darse cuenta ambos cayeron a los brazos de Morfeo con el dulce recuerdo de haberse visto de nuevo en los sueños, siendo solamente la luna y las estrellas testigos de aquellas charlas nocturnas que ambas almas tenían bajo el amparo del eterno cosmos."—¡Oh por Eros!
—Que envidia Agatha, realmente quien fuera tu en estos momentos.
Y unas cuantas expresiones más escuchó aquel día cuando sin querer comentó sobre el aniversario con cierto ateniense. La castaña sintió su rostro arder cuando las chicas con quienes bordaba armaron un revuelo, sus orejas se encontraban rojizas y sentía que el calor se había esparcido hasta la parte posterior del cuello, demonios, como deseaba ser tragada por la tierra para ser dejada en algún otro lugar que no fuera ese.
Eran cerca de las dos de la tarde cuando la delfiense se despidió de las demás para salir e ir con rumbo al Varvakeios Agora, lugar donde encontró rápidamente una mercería. Agatha entró, siendo recibida por varios carretes con cintas, encajes y algunos otros utensilios para coser o bordar.
—¿En qué puedo ayudarle linda jovencita?— Inquirió una amable señora que se acercó a la menor.— ¿Busca algo en especial?
—Necesito unas cintas.
—Oh por supuesto, por aquí— La adulta le guió entre los estantes, mostrando cada tipo que había en la tienda.— Hay desde las delgadas hasta las más anchas. También tenemos con estampados y en mate ¿Cual necesitas querida?
—Estas— La chica señaló los carretes de las cintas bermellón y azabache.— Tres metros de ambas, por favor.
Tras comprar las cintas se encaminó a una tienda con objetos extranjeros, encontró varios dijes y al final se decidió por un pequeño candado junto a la llavecita, los cuales venían en par.
Llego a casa cerca de las cuatro llevando además frutos secos junto algunos víveres que guardo en la despensa, saludo a su progenitora que se encontraba leyendo y se encaminó a su habitación, colocó lo que había comprando sobre el escritorio y busco algunos materiales restantes para disponerse a elaborar los brazaletes que tenía pensado darle a Egan al día siguiente.
Con paciencia fue midiendo y cortando, para luego ir hilando cada trozo de las cintas formando al final una trenza que tenía en el medio el dije correspondiente, luego trenzo el seguro que se deslizaba y al final de da cada extremo anudo dos cuencas; bermellón para el brazalete del lindo chico de ojos avellanos y azabaches para el suyo. Dejo ambos brazaletes en el escritorio para ir a buscar algo de comer, en el trayecto de regreso traía el cuenco de madera repleto de maní rojo garrapiñados cuando noto el cofrecito de madera que había mandado a confeccionar la semana pasada, lo tomó como pudo para regresar y terminar el regalo de Egan antes de que fuera hora de preparar la cena.
...
ESTÁS LEYENDO
ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
أدب المراهقين«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...