𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟐

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—Venga, dime qué ocurre Egan— Entre risas leves y una que otra jugarreta insistió una vez más, los ojos marrones observaron en silencio y fascinación aquel rostro besado por el sol de Grecia dejando entrever aquella sonrisita traviesa en el rostro de la delfiense. Egan venga, dime de una vez que ocurre.

—Es muy tonto— Se excuso con torpeza para tratar de evadir el tema y rogó a cualquier deidad para que su pareja dejase de preguntar pero fue todo lo contrario pues Agatha insistió un par de veces más.— Tengo una expedición de reconocimiento a Megáride Dijo mientras jugaba nerviosamente con sus manos.— Estoy preocupado. Megáride tiene de su lado al ejército espartano y no será fácil. No estoy seguro si volveré y...— Suspiro, le faltaron las agallas para continuar, miró de soslayo a la femenina y no encontró más que una semblante melancólico ante su comentario.— Perdón amor, he tenido muchas expediciones o asuntos pendientes que no hemos podido estar juntos últimamente y ahora salgo con esto que... Perdón, enserio que te lo recompensare.

«Lo mismo dijiste durante nuestro aniversario, y luego a eso, también luego de ese y luego de ese otro» Pensó la castaña para suspirar, se apoyo de la roca de donde estaba reclinada y volteo sonriéndole a su pareja.

—Tranquilo, sé cuán importante es esto para ti y todo el país, así que no te preocupes— Respondió calmadamente para acercarse un poco y dejar un suave beso en la mejilla del ateniense; fijándose luego en que Egan seguía preocupado. Tu... ¿Sueles quitarte el brazalete durante los entrenamientos?

—Oh, si— Egan dirigió sus ojos avellanos a la cinta trenzada en su muñeca donde el pequeño candado bañado en oro relucía, sonriendo miró de nuevo a la femenina.— Además un pajarito me dijo que una linda señorita los había trenzado ella misma y ni experiencia tenía— La delfiense parpadeo sorprendida para luego esquivar la mirada con algo de bochorno, eso era algo que el chico de cabellos cafés no debía saber, sintió cuando le tomaban gentilmente de sus manos para luego ser acercadas al rostro contrario.— Tus manos son realmente suaves y divinas, hacen magia con solo tocar los objetos y bueno, me quitó el brazalete solamente para que no se estropee, realmente es algo preciado para mi.

Agatha no supo qué decir o cómo reaccionar, en momentos así siempre una sonrisa sincera se posaba en sus labios como una respuesta silenciosa de que agradecía aquellas palabras lindas. Su corazón latió fuertemente que juraba Egan en cualquier momento le escucharía, su mente no pudo más que procesar que se había ganado la lotería por haber encontrado a un bello diamante en medio de mucho carbón.

—Sin embargo, ¿Por qué preguntabas por algo así?— Egan interrogó esta vez acercando su rostro de una manera juguetona quedando cerca, casi rozando sus narices. ¿Acaso piensas que solo lo utilizo cuando estoy contigo?

—¡No! Digo... es solo que me dio curiosidad preguntar— Alejándose un poco se apresuró a explicar la chica de tez trigueña para al final escuchar como el ateniense reía ante su nerviosismo.— No da gracia Egan— Pronunció zafarse del agarre y cruzarse de brazos.— Esto es serio.

—Bueno, bueno. Perdón— Carraspeando el chico de ojos avellanos se tranquilizó un poco. Continua.

—Llévate el brazalete para esa expedición.

El chico de tez bronceada se detuvo, frunciendo el ceño y girando la cabeza hacia a un costado interrogó con la mirada a la chica que había relajado su postura, sus fanales se estudiaron, se analizaron y al final se reconocieron comenzando a comunicarse silenciosamente entre ambos jóvenes esperaban alguna respuesta.

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora