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Un lindo celular nuevo reposaba en mi cama mientras cargaba esperando a cumplirse las veinticuatro horas reglamentarias que tendría que estar cargando. Estaba tan enamorada de ese celular. Tanto que agarré mis ahorros y le compré tres fundas.

Dejé de babear por el y me preparé para ir al colegio. Miré la hora, 6:05. Abrí el ropero y elegí un conjunto adecuado al clima, el cual era frío. Puse la ropa sobre mi cama y fui a darme una ducha, en la cual tardé diez minutos. Salí, me puse ropa interior y la ropa elegida anteriormente. Bajé con mi mochila en el hombro y me senté con mi familia a desayunar y a hablar como todas las mañanas hasta las 6:45. Cuando se hizo la hora saludé a todos, agarré mi mochila y salí camino a la escuela. Cuando iba a cruzar la calle, me encontré con algo bastante peculiar. ¿Era normal encontrarse a la persona que te dijo que no debía haber salido con vos, sentado en su camioneta con sus ojos horriblemente rojos y su nariz igual? 

Cuando lo vi, todo el "odio" y el rencor que sentía por él, pareció esfumarse de a poco a medida que lo veía con mas detenimiento. Su cara reflejaba el arrepentimiento que sentía. No sabía que hacer realmente, ¿debía acercarme? ¿pegar la vuelta? Tenía intriga así que decidí acercarme. 

Llegué a su lado y al parecer él se dio cuenta de mi presencia, por lo que levantó su mirada y me vio. Sus ojos brillaron y no por las lágrimas. Se levantó rápidamente quedando a centímetros de mi cara, mirando mis ojos mientras una pequeña sonrisa de esperanza se asomaba en sus labios. Yo permanecía inmóvil, solo veía sus ojos brillar mientras que ellos parecían analizar cada centímetro de mi cara. Quería besarlo, abrazarlo, decirle que ya no importaba lo que había dicho pero solo me salió una sonrisa al pensar eso. Él no dijo nada, pero de sorpresa tenía sus brazos rodeando mi cuello y sus lágrimas mojando mi hombro. 

-Perdoname, por favor -repetía con la voz quebrada mientras se separaba de mi- se que no debí decirte eso, lo dije de idiota. Te juro que me odié realmente cuando envié ese mensaje y me voy a sentir arrepentido siempre. Solo quiero que me perdones -me miró a los ojos.

-Yo... -titubeé un poco, pensando que debía decir- está bien. También tengo la culpa. No debí alarmarte así por unas fotos, perd -y  me volvió a besar. Mierda, esto es una adicción.

Una noche en Velez (l.t) -EDITANDO- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora