𝘀𝗶𝘅 ⭒ charles leclerc.

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Si tiempo atrás alguien le hubiera mencionado a Charles qué años después se encontraría en un yate privado, con la compañía de la chica que siempre amó, exponiéndose a los rayos de sol, alimentándolo con la desnudez de su cuerpo, se reiría en su cara

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Si tiempo atrás alguien le hubiera mencionado a Charles qué años después se encontraría en un yate privado, con la compañía de la chica que siempre amó, exponiéndose a los rayos de sol, alimentándolo con la desnudez de su cuerpo, se reiría en su cara.

La muchacha de veintidós años se encontraba recostada sobre una toalla, luciendo unas costosas gafas de sol que el monagesco le había regalado. Y es que él había hecho oídos sordos a las protestas de la chica, Charles quería darle lo mejor, desde lo material hasta lo emocional. Estaba ilusionado con la idea de tenerla a su lado, sobre todo luego de la larga espera que fue una tortura para él. Estaba agradecido de que por fin la chica le había dado una oportunidad. Y quizás mucho le había suplicado para que le permitiera tomarla de la mano en las calles y mostrarle al mundo que se pertenecían el uno al otro. Estaba enamorado, no había rasgo de aquella muchacha que él no amara.

Cuando no pudo soportar más la lejanía de la rubia, se dirigió hasta ella para dejar un beso en su hombro, regocijandose con la belleza natural que su cuerpo poseía. Sus cabellos rubios todavía estaban un poco húmedos debido a que anteriormente se había sumergido en las aguas de Mónaco. Parte de arriba de su traje de baño estaba desatada, tentándolo a caer en la tentación. Él sonrió, porque sabía que ella no lo hacía intencionalmente, sin embargo Charles no tenía demasiado autocontrol cuando ella estaba cerca.

La rubia se removió en su lugar, despertando de la pequeña siesta que estaba tomando, el monegesco admiró su rostro adormecido y dejó otro beso en su mejilla antes de recostarse a un lado de la menor.

—Ya comenzaba a aburrirme aquí solo, mon amour.

La rubia sonrió.

—Átame el traje de baño, vamos a nadar un rato —pidió acomodándose. Charles frunció el ceño. —A menos que prefieras que me vean desnuda.

—Bueno, soy un tipo celoso. Pero sería un goce para ellos poder contemplar la belleza de tu cuerpo.

Sonriendo, la menor se inclinó hacia delante para dejar un corto beso en los labios de Charles, quien de inmediato se encontró extrañando el contacto, un simple beso no era suficiente para él, quería más y siempre era así. Como si ella fuese algún tipo de droga a la que él sin darse cuenta se volvió adicto. Se perdía por completo cuando esos ojos verdes lo miraban de forma dulce, con un particular brillo que lograba reconocer, era increíble, simplemente eso.

A regañadientes ató el traje de baño de la chica y ella se sentó sobre el suelo del Yate, acomodando su cabello hacia atrás.

—¿Puedo hablar contigo antes? Es importante —pidió el monegasco, sentándose a su lado y tomándola de la cintura para acercarla más a él.

La verdad era que Charles tenía muy en claro lo que sentía por ella y el tiempo que lo estuvo sintiendo. Desde pequeño se vio envuelto en la preciosura que la muchacha brindababa, pero ella tardó mucho tiempo en darle una oportunidad. No quería que él pensara que se trataba todo del dinero y la fama qué este mismo tenía. Siempre se negaba a recibir los regalos que le daba, pero Charles de algún modo conseguía, luego de besos y súplicas, qué ella se los quedara.

—¿Sobre qué? —Quiso saber la rubia, dejando mechones de cabello detrás de su oreja.

Charles buscó dentro de una pequeña mochila durante unos segundos, hasta que por fin logró dar con aquello que tanto necesitaba. Una pequeña caja fue abierta mientras el monegasco se arrodillaba frente a ella. La menor pensó que solo era uno más de los regalos que Charles se esmeraba en darle, así que ella rodó los ojos ante el dramatismo del muchacho y sonrió.

—Charlie... —él la detuvo.

—¿Mon amour, me harías el honor de ser mi esposa?

La sonrisa de la chica se desvaneció poco a poco, y eso llenó a Charles de inseguridad. Él tragó saliva y esperó la respuesta de la chica, con el corazón latiendo a mil y los nervios a flor de piel.

—Charles... —comenzó ella, luego una sonrisa se formó en su rostro y se abalanzó sobre el muchacho. —Por supuesto que quiero ser tu esposa, je t'aime, mon amour.

Charles abrazó a la muchacha y se separó segundos después para dejar un beso en sus labios y colocarle el anillo en su dedo anular.

—¿Adelantamos la luna de miel? —Bromeó el monegasco.

Ella solo sonrió y tomó el rostro del joven para besarlo repetidas veces. Del hombre con el que compartiría sus días de ahora en adelante. El monegasco se separó simplemente para contemplar el rostro de su chica antes de volver a fundirse en un beso lleno de pasión y amor.





























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