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Tsukishima era la luna, alto, brillante e imponente, intimidante y sarcástico, con ese suave halo de frialdad que le rodeaba, siempre en su papel, siempre en su mundo.

Y estaba tan feliz de estar así, en su delicada y cómoda nebula de silencio y paz.

Y luego llegó el sol.

Estaba bien, Tsukishima podía jurar que todo ba de maravilla hasta que llegó él, el sol tan brillante como podrías esperarlo, mejillas suaves y besadas por las estrellas enmarcadas en sus delicadas pecas, ojos repletos de determinación y fuerza, tenacidad, orgullo y valentía, el sol brillante como solo él podría hacerlo; Tsukishima no esperaba siquiera ser notado por el rey de los astros, el seguiría siendo la luna, fría y distante, y el sol calentaría a los habitantes del pueblo.

Y entonces... el sol lo miró.

Lo miró con sus grandes orbes color caramelo, brillantes como si supieran los secretos del universo, se sentía escaneado, sentía que el pequeño sol era capaz de ver hasta el fondo de su triste y solitaria alma...y ahí fue su perdición, él cayó, la famosa sonrisa del sol ensartada en el fondo de su corazón y sin ninguna oportunidad de pedir clemencia le entregó su alma y devoción.

Sin embargo, el sol no tendría que saber esto, la luna orgullosa como solo el era, enterró el gran sentimiento de admiración que empezaba a burbujear, tan cálido como el mismo ser que lo provocaba.

E Ícaro podía ser tan tonto como para acercarse tanto al sol, pero Kei lo sabía mejor que acercarse tan descuidadamente a la bola de luz.

-Me gusta tu manera de brillar, luna plateada, ojalá te permitieras hacerlo sin restricción.

Tonto y estupido sol, era tan estupido por decir ese tipo de cosas con descuido.

¿el sol halagando a la luna? Kei aguantó una carcajada, ¿a caso se estaba burlando de el? ¿el sol se creía mejor que el? Probablemente era así.

El amargo sabor se instalaba en su boca.

Y en el fondo de esos cabellos de oro el pensamiento intruso se asomaba...el sabía que el sol era el mejor, la verdadera luz, la verdadera calidez.

El era la luna, y estaba bien con eso...hasta que llegó el joven sol.

El tiempo no perdona ni a los astros, el había pasado, día tras día, semana tras semana.

Quién sabe cuándo había sido, había perdido la cuenta.

Después de todo, el contabilizar el tiempo era algo humano, algo a lo que los celestiales pasaban desapercibidos (se seguían repitiendo eso hasta creerselo ¿que es el tiempo después de siglos de vigía al reino humano?)

El sol miraba como tonto enamorado a la luna plateada, demasiado sumergido en sus propios pensamientos, tareando una suave melodía que solo Kei parecía escuchar.

Su pecho se sentía cálido, Hinata soltó una risita ilusionado, ¿esto era el hilo dorado? ¿ese tirón en su corazón cuando observaba al serio astro, era el destino hablando? oh, anhelaba que así fuese.

Terminando sus obligaciones como astro principal, el sol finalmente se ocultó y la luna salió, sus lacayas estrellas detrás de el, jugueteando por el manto celestial mientras el joven tsukishima observaba con rostro estoico el que todo estuviese en orden.

Y obviamente todo estaba en orden, el brillaba con su potencial, iluminando las noches obscuras de los viajeros aventureros y dando cobijo a los refugiados.

"me gusta tu luz, luna plateada"

¿porque las palabras del dios sol no salían de su cabeza? Kei seguía ocultando su sonrojo y huyendo del joven sol en cuanto lo veía, la noche era el único momento donde descansaba del abrumante destello del pequeño chico.

su luz...su brillo...

después de todo, el era la luna...y al igual que la luna, no tiene luz propia.

la luna no emite luz por su misma, es un reflejo del sol y su brillo, el solo era el reemplazable portador que la enviaba a la tierra.

un dolor se mantenía instalado en el corazón del arisco chico cada vez que ignoraba los tiernos coqueteos que el sol tercamente se negaba a dejar de soltar cada que se veían.

tsukishima deseaba amar y ser amado, ¿acaso el sol veía más allá de su pantalla? aquella pantalla que con vigor construyó, ocultando su miedo y temor, la inferioridad clavada en su pecho como un puñal que lo rompía más y más.

no emitía su propia luz ¿como el sol le amaría? ¿el quería ser amado por el joven astro?

kei negaba mientras su corazón asentía, acelerado, anhelando el toque de quién era su complemento.

kei estaba roto, estaba roto y lo sabía y le dolía, había estado roto desde antes de morir y había seguido roto una vez que reencarnó en la personificación de la luna.

se había acostumbrado a sentir latir su corazón contra los cristales envueltos en su triste ser, amargado, solitario, tan asustado de amar oculto en una falsa mascara de seguridad.

se sentía tan roto, tan filoso que si alguien intentase repararlo estaría condenado a cortarse, los finos pedazos de cristal clavándose en el corazón de aquel iluso soñador intentando arreglar algo que ni siquiera el rompió.

Y aún así, con su boba sonrisa besada por el sol, Hinata no tambaleó, con los brazos sangrantes de dolor aún así a la luna siguió, oh pobre tonto ser de luz, aferrado con seguridad y tenacidad al dolor.

aferrado a amar a un ser que no se apreciaba ni a si mismo, intentando ocultar sus inseguridades detrás de una absurda mascara de egocentrismo.

el sol amando con devoción a la luna, correspondido con emoción y con tanto miedo a avanzar que tan solo lastimó todo lo que estaba a su alrededor.

y tsukishima a pesar de su comportamiento, a pesar de intentar alejarlo con tanta fuerza, aún se encontraba anhelando el dulce y cálido toque reconfortante que aquel chico sol solo podría proporcionarle.

y sus ojos miel cristalizados miraban al brillante ser acercarse, su respiración acelerada.

"por favor, date prisa" pensó la luna al ver esa silueta tatuada a fuego vivo en su mente "no puedo respirar"

la luna llorando rogando por algo de cariño que su corazón aferrado seguía diciendo que no merecía, no merecía el dulce toque, no merecía la amorosa mirada.

¿Quién se creía el al creer que podría sobrevivir sin calidez, sin amor? oh tonto, tonto Kei.

observando entre las cortinas de lágrimas que empapaban sus mejillas podía ver a shoyo desesperado moviendo sus labios, intentando sacarlo de su estado de pánico.

"por favor...no digas que me amas" murmuraba Tsukishima, temeroso, tembloroso.

shoyo empezaba a lagrimear, abrazando con fuerza a la luna, a su luna, sangrante por aquellos pedazos rotos que formaban al frágil satélite, no le importaba el dolor, kei necesitaba la calidez, lo necesitaba.

"una palabra tuya y yo ..."

Kei miraba con ojos desenfocados la suave luz que siempre rodeaba a la gran estrella, sintiendo finalmente la calidez en su frío interior.

- kei, déjame amarte, déjame cuidarte y juntar tus pedazos, estoy aquí- los sollozos de Hinata le hicieron doler su corazón, sin embargo, se sintió cálido el escuchar el dolor en su pequeña y brillante estrella, se preocupaba por el.

-¡kei por favor déjame ayudarte!

sonrió suavemente, abrazando a la bella y ahora sollozante estrella, escondiendo su rostro en el cálido pecho del joven sol.

-por favor...

y cayó dormido en los brazos del otro extremo de su hilo dorado, finalmente descansando en donde siempre debió estar.

pues finalmente, se sentía parte de un hogar.

eclipse ; os tsukihinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora