Farsa de amor a la española

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-Hola, Blackford. -Forcé una sonrisa de labios apretados-. Qué agradable verte por aquí. -Catalina. Rosie. -Miró su reloj y luego a nosotras (en especial a mí) con una ceja levantada-. Veo que sigues en la hora de almuerzo. -Llegó el policía de los almuerzos -murmuré. Su otra ceja se unió a la compañera, que casi llegaba al cuero cabelludo-. Si viniste a dar alguna de tus lecciones sobre cómo convertirse en un robot trabajador, no tengo tiempo.

-De acuerdo -respondió sin más, y se dirigió a mi amiga-. Pero vine a hablar con Rosie. Ah. Fruncí el ceño. Se me estrujó el estómago.

-¿Si?-replicó ella.

-Héctor te está buscando. Dijo algo acerca de que un proyecto se estaba por caer porque alguien, a quien llamó Rompemanos, tuvo un ataque -explicó.

Nunca lo había visto tan estresado.

-¿Rompemanos Oliver? -Mi amiga se sobresaltó-. Es uno de nuestros clientes. Él... te estrecha la mano con tanta fuerza que puedes sentir cómo se te amontonan los huesos. -Negó con la cabeza-. Pero eso no importa. Ay, mierda. - Juntó algunas cosas: la identificación de la empresa, las llaves de la oficina y su billetera. Ay, no, no, no. -Una mirada de pánico se apoderó de su rostro-. Eso significa que terminó la reunión. Y me la perdí. Es que todo este desastre con Lina... -Le pellizqué el brazo para que no dijera nada más. Aaron reaccionó, si es que entrecerrar los ojos puede tomarse como reaccionar-. Los que tiene con su gato continuó. Otro pellizco. No tenía un gato y ella lo sabía-. ¿El gato del vecino? -Rosie se sonrojó. No nos miraba ni a mí ni a Aaron-. Sí, su vecino Bryan. Sí, eso. El gato de Bryan. El Señor... Gato. -Negó con la cabeza. Aaron entrecerró los ojos aún más y me miró mientras Rosie seguía balbuceando su

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