Yvonne
He estado en un proyecto final de materia, es increíble que hayan pasado meses desde que me casé, ya estoy terminando el primer semestre de mi carrera como licenciada en letras.
La situación sigue seca, no somos los mismos de antes que apenas estaban solos se comían a besos hasta fundirse en la pasión de nuestro deseo, él sigue insistiendo con lo mismo, yo me niego.
Le he callado la boca al otro con una cifra que al menos lo mantendrá alejado por un par de semanas.
Cansada más que nunca, me pesa mi propio cuerpo, arrastró los pies anhelando una tortita con queso de esa que inventé hace un par de noches que al principio me quedó salada.
El hambre se me va, mi casa está llena de mujeres que no conozco, entre otros rostros que he visto con mi esposo escuchando las y no paran de atenderlo, necesita esto, lo otro.
Miro la escena sintiéndome peor, vengo desganada, cansada, estresada, de un humor manejable, con esta escena dicho estado se eleva, no me fluye calma, si no enojo.
Dejo sonar la puerta todo lo que puedo callando a este nido de víboras. Yo lo sabía, intentarían buscarle otra mujer en vista de que no engendra conmigo y sobretodo porque la consideran de sangre pura para un heredero.
Si en algún momento otra mujer tuviera un hijo de Essoh, lo que no va a pasar, musulmana sobre todo, yo quedo desplazada y hasta mi futuro como gran esposa real estaría en tela de juicio.
—¿Alguien me puede explicar qué significa esto? —indago.
Atravieso el salón y empujo a la que está más cerca derramando la tasa de té que estaban ofreciendo.
Está callado, no lo vi hablando con ninguna, sin embargo, está aquí, escuchando las y por más padres que hayan presentes, eso no me importa.
—Están celebrando que la ayuda comandada desde aquí por el príncipe si funcionó.
Manejo mis expresiones para que no sepan lo que me incómoda que otros se enteren de las cosas importantes antes que yo, soy su esposa.
—Me parece excelente, lo que no me parece es que estén casi metiéndose en los ojos de mi marido, es un hombre casado y yo no le doy permiso de tomar a otra mujer —esclarezco antes de que alguien se me adelante.
Un musulmán no puede casarse con más mujeres si su primera esposa no le da permiso, yo nunca lo voy a hacer.
—No hagas esto, Yvonne —el finge que me abraza —, así somos.
Yo lo hago de verdad, puedo ser mala cuando quiero.
—Yo soy así, puedes enojado conmigo, pero esto no lo voy a permitir, sabes bien que es lo que se pretende.
Nos separamos, mis palabras han dejado a todos en silencio, probablemente esto ha sido un bochorno.
—Se me disculpan, tengo jaqueca —recojo mis cosas para irme a duchar.
A mi no me muestran respeto pese a que soy una princesa por matrimonio, me ven como un simple pasatiempo para Essoh, la esposa de occidente que en cuanto se marche va a desplazar, lo he escuchado muchas veces.
—Esto no bastará para que yo te respete, Yvonne —se me atraviesa Nadjela —, voy a lograr que mi hijo en serio tenga una esposa digna de él y no una con una familia de problemas que solo le pide dinero.
Quedo congelada en las escaleras, entonces si lo hicieron.
—¿De qué está hablando? ¿Insinúa que me casé con él por su dinero?