Capítulo |34| -Perdón.-

675 68 8
                                    


Necesitaba tenerla cerca, necesitaba olerla, besarla, estar con ella, necesitaba todo de Eli. Era como una droga para mi.

.

Estaba enojado con todo y todos, pero principalmente conmigo. Estaba enojado por ser un cobarde, por ser inútil, en aquel momento donde yo debía de ser de ayuda.

Me molestaba verlos, parecían estar enamorados. Como si verdaderamente se amarán, y me enojaba porque yo, yo parecía eso con ella. Y verlos me causaba tanta rabia, porque todo el tiempo que había tardado, en construir lo que tenía con Eli, se había ido a la borda.

Todo por ser un cobarde. Un gran cobarde.

Estaba otra vez aquí, en un bar de mala muerte, donde este estaba más muerto que vivo. No había casi nadie, y las casi nulas mujeres con poca ropa que habían bailando, se veían cansadas, sin ganas.

Estaba lloviendo, y hacía mucho frío, incluso para mi que tenía puesta mi chamarra. Estaba atrapado en este lugar desde hace ya tres horas, sin poder irme por la gran lluvia; pensado en que a Elenne, le daban miedos los truenos, y que siempre buscaba refugio en mis brazos... y de pensar que aunque yo estuviera, ella buscaría refugio en otros brazos, en los brazos de Thomas. Me daba tristeza, lo había arruinado todo.

Estaba sentado en la pequeña barra. El lugar era muy lúgubre, con pocas velas alumbrando el pequeño lugar, y con una melodía muy apagada, se podía notar y sentir en el aire, esa tristeza.

Me había agarrado el agua aquí, vine solo... solo por salir de la gran casa. Me sentía asfixiado, solo, me sentía prisionero,  aún pudiendo ir y venir a donde se me antoje.

Tomaba un poco de vino, aunque este no me gustaba, era muy amargo, y me quemaba la garganta, aunque ya tenía algunas copas encima. Me gustaba más el vino que hacía Eli, aquel vino tan dulce, hecho por sus propias manos. Sin duda era ese mi vino favorito.

Escuchaba el agua azotar contra el techo del bar, con fuerza, causando mucho estruendo, y que algunas cosas se movieran de su lugar, después de que un trueno sonó, y que la tierra se moviera un poco. Me sentía mareado, seguro por las copas de vino enteras que había bebido, o, porque la lluvia me da sueño. Quería ya ir a mi hogar, con mi hijo, y con Eli. Ya no quería estar aquí. Viendo a tres mujeres, bailando solo para siete hombres, ocho conmigo. Cuando claramente, ninguno le estábamos prestando atención. Habían tres en una mesa, hablando seguro de trabajo, ya que tenían algunos papeles en la mesa, dos bebiendo en otra mesa, lejos de todo, disfrutando sabra Dios de qué, y los otros dos, eran mis guardias, aquellos que me habían traído aquí. Y yo, solo tenía la cabeza en Eli, en Elijanh y en el bebé que venia en camino, solo en eso pensaba, ni siquiera las miraba. El único que lo hacía, era aquel que servía las bebidas. No debería tener mas de 20 años. Se veía de muy poca edad, pero grande para trabajar en un lugar como este.

Así que me pare de la silla que ya me tenía cansado, puse el dinero en la barra, y me acerqué a aquellos hombres, para volver a casa, ya tenía mucho aquí, y el agua nada qué pasa. Desperdiciando tiempo, que quizás, después de mucho, podría haberlo aprovechado con Eli. Con mi hermosa Eli.

Debía de pedirle perdón, de rodilla si así fuese posible, pero que me perdonara, y que volviera a ser mi niña. Aquella que siempre se refugiaba en mis brazos. Necesitaba tener a Eli de vuelta, lo necesitaba de urgencia.

Necesitaba tenerla cerca, necesitaba olerla, besarla, estar con ella, necesitaba todo de Eli. Era como una droga para mi.

Ella se había convertido en mi todo...


|

Me alarme al escuchar un ruido, pensando que era otra de esas cosas, -que Stefan llamaba truenos.- pero no, el sonido provenía de abajo, y tenía miedo de bajar, y de encontrarme algo feo. Además hacia mucho frío, y no quería levantarme de la cama.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora