Capítulo 2: Descontrol.

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Gian: —apartó la vista— Si supieras el nivel de asco que acabo de sentir de tan solo imaginarlo ¡UHG!, por qué me hiciste pensar en eso, ahora tengo ganas de vomitar.

Abbie: Eres siempre tan exagerado, pudiste haber dicho que no y listo.

Gian: No podía, tengo que explicarte el asco tan grande que me das, tu cara de pena ajena.

Abbie: —Lo golpeó en la costilla— ¿Únicamente viniste a insultarme?, lárgate de aquí.

Gian: Vine por mi regalo.

Abbie: te compraré algo lindo después, ya déjame sola.

Gian: Es que no quiero que me compres nada.

Abbie: ¿Entonces?

Gian: ¿Recuerdas aquella casa a la que fuimos hace tiempo con mamá?

Abbie: Mamá ha dicho tantas veces que no recuerda que eso haya pasado, que estoy empezando a dudar de mi propia cordura.

Gian: —se mostró ansioso y tomó sus manos— Pues no lo hagas, no dudes de ti porque yo lo recuerdo perfectamente y si paso.

Abbie: ve al punto, ¿qué quieres?

Gian: siempre soy el que le insiste mamá con volver, tal vez si le decimos ambos nos haga caso, además ya eres mayor de edad, seguro nos dejará, eres inteligente y responsable.

Abbie: me encantan como me halagas cuando me necesitas.

Gian: ¿Lo harás por mí?

Abbie: Dios que insiste, si Gian lo haré.

Gian: —La abrazó de repente— no sabes lo mucho que te lo agradezco —se puso de pie y se encaminó con ella hasta la habitación de Hera—

Él tenía la inocente creencia de que su madre aceptaría sin más únicamente porque él y su hermana se lo pedirían, pero el temor de Hera de destruir la vida de Adam otra vez mataría aquella idea de Gian en el momento en que abriera la boca para hablar sobre ese tema.

Hera: No sé dé que hablas Gian, ¿por qué sigues insistiendo después de tantos años?

Gian: mamá, Abbie también lo recuerda, eres la única que niega que haya pasado.

Abbie: es cierto mamá, no deberías sentir temor por nuestra seguridad si es lo que te preocupa, podemos ir con guardaespaldas, además ya soy mayor y Gian no es precisamente un niño pequeño, puedo cuidar de él, nosotros solo te pedimos que nos des la dirección.

Hera: —suspiró y los miró con cansancio— Si lo recordará se los hubiera dicho hace tiempo, pero ya no lo recuerdo, así que por favor paren ya.

Gian apretaba sus manos con fuerza e intentaba calmar su respiración, que ya empezaba a agitarse, sentía que Hera lo veía como un niño estúpido y no había nada que lo enfadara más que esa actitud hacia su persona.

Abbie: mamá… —antes de continuar, fue interrumpida por su hermano—

Gian: Abbie olvídalo, déjame hablar a mí a solas con Hera.

Un silencio se formó al igual que un ambiente tenso por las firmes miradas tanto de Hera como de Gian como si estuvieran advirtiéndose algo.

Abbie: tranquilo, puedes continuar, quiero ver como acabará esto —dijo sonriendo—

Hera: Abbie vete —La chica no puso pero alguno al ver la expresión de su madre— ahora sí Gian, cuéntame tus inquietudes.

Gian: mamá, no sé que más hacer para que me digas de una vez por todas donde queda aquel lugar.

Hera: ¿Por qué eres tan persistente con lo mismo?, ¿qué es lo que quieres, que esperas encontrar allí?, explícame porque no comprendo.

Gian: Estás aceptando que si lo recuerdas, solo dime donde es mamá.

Hera: no acepte nada, solo tengo curiosidad por tu constante insistencia, así que contéstame.

Gian: ~¿si supieras que no es por algo, sino por alguien, tal vez lo entenderías o serias más terca?, me niego a arriesgarme~ mamá, quiero estudiar fuera y pensé que sería una buena idea quedarme junto a gente que es conocida para nosotros.

Hera: puedes estudiar donde quieras hijo, no hay problema, siempre habrá alguien disponible para ti, pero no serán esas personas de las que me hablas —dijo mientras acariciaba su rostro—

Gian: —le sonrió y tomó la mano con la que ella lo estaba acariciando y le depositó un beso en la palma— mamá se acabó el juego, te amo y lo sabes por eso te has aprovechado de mí estos años fingiendo que no sabes de lo que te hablo, pero ya me canse, será mejor que recuerdes o le tendré que preguntar a papá por ese tal Adam y su familia —se acerca más a ella recostando su cabeza en el hombro de Hera— sé que prometimos no hablar de este tema con ese señor, pero tú no me ayudas a complacerte.

Hera: —lo mira con condescendencia— ¿Piensas que te creerá?

Gian: —se pone de pie y abre la puerta— no sé si me creerá o no, pero no pierdo nada por preguntar, de verdad no quiero hacerte esto mamá, pero no me dejas otra opción, te daré la oportunidad de que “recuerdes” para mañana o tendré que preguntar en otra parte y sé que en el fondo no lo deseas. Duerme bien mamá, te amo.

Aquella expresión relajada de Hera no era más que una fachada que se desmoronó en el momento en que Gian cerró esa puerta, ¿le tendrá que dar aquella dirección tan importante para ella?







¡Buenos vibes!

Atrapada en mi libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora