Prólogo

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Sampo casi saltó fuera de aquel bote de basura que lo escondía de la Guardia Silvermane. Felizmente seguro de que los había perdido a todos, se alejó tranquilamente del callejón, tarareando alegremente ante su huida triunfal. Por supuesto, no hubiera sido posible sin su viejo amigo, aquel bote de basura escondido en aquel callejón al que nadie iba, y por lo tanto, nunca tenía basura dentro que pudieran ensuciar su encantadora y por supuesto sexi ropa, o cuerpo. Aplicaba para ambos de todos modos.

Su paso confiado y alegre se detuvo cuando un pensamiento cruzó por su mente, y es que, últimamente, sus persecuciones no tenían a cierto capitán de la guardia rubio que solía, en muchas ocasiones, casi atraparlo.

Mentiría si no se admitiera a sí mismo que la mitad de las veces no fue en realidad algún tropiezo falso y un desliz calculado lo que permitió acercarse a aquel guardia tan cerca de ponerlo tras las rejas, pero ver la expresión frustrada de Gepard cuando se escapaba como la arena entre sus manos lo llenaba de un júbilo indescriptible, sin contar claro que su cercanía le producía un ataque de endorfinas en su cerebro al que se hizo algo adicto con el pasar del tiempo.

Ah, había caído tan profundo.
Fue un mal cálculo por si parte, pero no sé arrepentía.

A pesar de todo, nunca perdió una sola oportunidad de coquetearle a su capitán favorito, era bastante evidente para todos que las risas estridentes y alegres que Sampo soltaba mientras corría por su libertad demostraba lo mucho que disfrutaba de este juego de gato y ratón infinito que jugaban seguido, pero últimamente los pasos acelerados de Sampo y el capitán y los gritos por parte del mismo ordenándole que se detuviera no se han hecho presentes durante un tiempo.

Por supuesto, a Sampo Koski el hombre negociador astuto y labioso le venía de maravilla, pues nadie era lo suficientemente listo o preparado como Gepard para frustrar sus planes o seguirle el paso por las calles de Belobog sin fallar miserablemente. Pero al simple Sampo, el hombre enamorado juguetón y coqueto no le parecía nada bien privar a Gepard Landau de su maravillosa presencia por tanto tiempo y quitarle diversión a su vida.

Había oído unos cuantos rumores aquí y allá sobre como los monstruos del fragmentum habían incrementado por primera vez en varios meses de relativa paz desde que los trailblazers se fueron con el Stellaron, por lo que era altamente probable que el rubio estuviera allí peleando contra ellos.

La sonrisa volvió a su rostro, pensando en el nuevo reto que sería pasar todo el camino por la zona prohibida sin ser visto por los guardias hasta llegar a su amado Geppie y luego salir, de nuevo, sin ser atrapado. Tal vez, incluso lanzar algún piropo al aire sobre cualquier cosa que se ocurriera en el momento, después de todo y si algo tenía Gepard Landau eran cualidades tanto físicas como personales que Sampo podría usar a su favor para admirar y tal vez hacer que sus cumplidos o pequeñas burlas tiñan su bonito rostro de rojo. Tal vez.

No se dió cuenta cuándo había llegada hasta la entrada de la zona restringida debido al tren de pensamientos que lo arremolinaban, y, tal vez, por el hecho de que no había Guardias en la entrada que advirtieran su presencia, lo cuál le pareció extraño.
La zona restringida casi nunca era deficiente en la seguridad de la entrada incluso si los guardias tomaban descansos o cambiaban los turnos. Día y noche, siempre había alguien velando la entrada como si alguien en su sano juicio querría entrar allí por voluntad propia.

Y sin embargo allí estaba, frente a la puerta abierta que lo invitaba a pasar pacientemente solo por el hecho de que quiere ver un poco a la persona que le hace hacer estas locuras por un poco de su preciosa atención hacia él.

Entró con cautela, todavía no seguro del todo de la soledad del lugar, pero cuando efectivamente entró y no había nadie allí para detenerlo, todos los sentidos de Sampo se dispararon como una bala y la sangre empezó a bombear con más fuerza en su torrente sanguíneo.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2023 ⏰

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