#nueve_quackity

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A partir de este momento, la historia NO tomará de referencia los eventos ocurridos en el timeline de Karmaland.
hay que alocarnos

La respiración de Titi al dormir incomodaba a Quackity. Era miedo infundado, tal vez nato, comparable a huir de una espada a pesar de haber sido o no atravesado por una a lo largo de su vida.

Ocasionalmente se inclinaba, colocaba su mano cerca del rostro del niño, y volvía a su posición incomoda en su silla de madera tras corroborar que aún estuviera inhalando y exhalando.

—¿Por qué haces eso? —No sólo había curiosidad en la voz de Luzu, sino preocupación. Una pizca de miedo, se atrevería a decir.

Miedo, porque nunca sabía si respondería su Quackity o algún reflejo de él.

—Es una buena pregunta —Respondió Quackity, entrecerrando sus ojos con recelo. No estaba en su propio hogar, por supuesto: nunca lo había terminado tras optar por dormir cada noche en la primer oficina que Vegetta construyó para él dentro del casino.

En algún momento, Alex tuvo esa pequeña ilusión de hacer una pirámide o una pequeña cabaña acogedora dónde pudiera invitar a los amigos que hiciera dentro de ese servidor. Uno que otro día, Quackity se sentía culpable de haberle arrebatado ese sueño inútil. Por eso tomaba el control y no lo dejaba salir a respirar siquiera un segundo.

Aislarlo del mundo era lo mejor que podía hacer para él.

Y aún así, por alguna razón la presencia de Titi lograba despertar una fracción de ambas personas: de los dos chicos habitando un mismo cuerpo.

Su rostro se iluminó, esbozando una sonrisa cálida. Luzu se atrevió a acercarse un poco.

—Porque me preocupa. Y porque lo quiero —La voz de Alex llenó el cuarto que Luzu había decidido construir para las escapadas nocturnas de Quackity y Titi—. Ambas cosas son iguales, ¿no crees? Lo quiero porque me preocupa, y me preocupa porque lo quiero. Creo que me aterra un día descuidarme y que no sólo haya dejado de respirar, sino que lo hayan apartado de mi lado.

Con delicadeza, Alex se levantó. No quería que el rechinar de la madera despertara al niño.

Caminó hacia Luzu, mero espectador desde un sillón individual. Quackity se sentó en el suelo, delante suyo. Cruzó sus piernas e inclinó su espalda hacia atras, apoyandose en sus brazos.

—Hay alguien más aquí. Lo sabes, ¿verdad?

Luzu no entendió su pregunta. Elevó una ceja y soltó una risa, revisando sus alrededores. Lo único en la habitación improvisada era Titi, Quackity, él mismo y el montón de peluches y fotografías que el niño fue coleccionando durante su estancia en Karmaland.

—Pues sí, está Titi. ¿Esta es tu manera de decirme que quieres verme a solas o algo así? Porque mi respuesta es "no" —Respondió con un tono divertido, esperando que éste igualara al tono de la sentencia ajena.

Quackity rió con una risa sincera. A Luzu le agradaba no sólo verlo reír, sino tener la oportunidad de observar su rostro con expresiones diferentes a la melancolía y frustración que últimamente se acumulaba en sus gestos.

—No, baboso. No aquí aquí, sino... Aquí —Señaló su cabeza sin dejar de sonreír—. Y no tengo la más mínima idea de quién es. Pero, quién sea o seamos, le agrada Titi.

Su sonrisa lentamente se borró, cambiando por un gesto cansado.

—Pero le desagradan muchas cosas, Lusu.

Luzu no sabía muy bien qué decir. Fácilmente podría señalar diversos términos que habían llegado a sus oídos tras años de viajar entre servidores: amnesia, disociación, trastorno límite. Por otro lado, era la parte horrible de vivir en un mundo regido por lo humano y lo mágico: un error de código en el servidor, fusión de identidades, brujería.

—¿Por qué me cuentas esto, Quackity? —Optó por preguntar eso. Desconocía qué tanta información tenía Alex de su propia situación.

—Porque te quiero pedir un favor, Lusu. Uno muy, muy grande —Se volteó para ver a Titi. Seguía respirando. Volvió su mirada al mayor, buscando en su cerebro las palabras adecuadas—. Yo... No sé quién es. No sé qué quiere ni qué está haciendo o por qué lo hace. Sólo sé que está triste y un poquito enojado con la vida. Entonces, mi favor sólo son dos cositas, ni más ni menos.

Era imposible que Luzu se tragara la idea de "sólo son dos favorcitos", pero cedió por Quackity. Por Quackity y las mil preguntas que nunca le respondería.

—Te escucho.

Quackity sonrió.

—El primero es... No lo odies. No creo que él sea malo, es... Es alguien con mucho dolor. Entonces, intenta entenderlo, pero no odiarlo. No soy él, ni él es yo, pero al final del día los dos estamos aquí. Ese es el primer favor. El segundo...

Rascó su nuca, nervioso.

—Si bien, no quiero que lo odies, tienes todo el derecho a juzgar sus acciones. No sé qué hará, pero si un día la situación se sale de control, este es el favor más importante que te pediré.

Se arrodilló y acercó a Luzu, tomando sus manos. El agarre no era con cariño, sino lleno de súplica. Instintivamente, Luzu se alejó.

—Mátalo. No pienses en mí, sólo en él. Si las cosas salen mal, mátalo. Te prometo que nos veremos en otro lugar dónde yo tenga el control, pero para eso, debes matarlo.

Titi murmuró algo en sueños.

Luzu no respondió. Sonrió y rodeó con sus brazos al chico delante suyo.

¿Cómo hacerle caso cuando no tenía la más mínima idea de quién le había pedido ese favor?

🌑

escapé del anexo
no, solo pasaron cositas y no podía escribir a nivel creativo y psicológico
hola d nvo
voy a terminar este fic y naranja dulce pq soy bien pinche orgulloso la vdd
y sí, voy a tomar un giro así bien darketo para el resto d capitulos pq claramente soy bn edgy y escucho puro metal vegano satánico

se la lavan

¡Un chico Karmaland! | Quackity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora