Capítulo 1: Jake

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- Oye, Jake.

Derek entra en mi cuarto sin llamar a la puerta, como hace siempre. Detesto que haga eso: mi habitación es mi santuario y nadie puede irrumpir en ella acaso que tenga mi sagrado permiso.

- Te he dicho mil veces que llames a la puerta.

- Esta es la habitación de mi hermano, no el lavabo público de una discoteca. -pone los ojos en blanco. Es su gesto más característico-.

- Te recuerdo que yo también vivo aquí.

- Lo que sea. -vuelve a hacerlo. Creo que si le pagaran por cada vez que lo hace, en un mes ya tendría suficiente dinero para independizarse-. He invitado a Shanon a cenar el próximo viernes, y le he dicho que traiga a Elizabeth también. Ah, y que eso último ha sido idea tuya.

- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué has hecho eso?!

Pego un bote tan fuerte que hago temblar la cama. ¡¿Cómo ha podido hacerme eso?! Sabe que Els me gusta desde hace años. Nos conocemos desde que empezamos el instituto, y aún así nunca he tenido el valor de mantener una conversación con ella. Yo nunca le gustaría a una chica así... No soy capaz de dirigirle la palabra, me sentiría ridículo.

- Para que dejes de pasarte las tardes encerrado en tu habitación jugando a l Play y atiborrándote a comida basura. -repasa con la mirada mi cuarto-.

Sé a qué se refiere. Mi cama está llena de los envoltorios de las hamburguesas que me he comido esta tarde -que no son pocas-, dejando alguna que otra mancha de aceite y grasa en el edredón. También hay patatas fritas por el suelo y varias latas de Coca-Cola vacías. Llevo todo el verano así, prácticamente sin salir de casa -acaso que sea para comprar comida o hacer algún recado-; todo el día tumbado en la cama jugando, comiendo... y engordando.

Inconscientemente, bajo la mirada a mi barriga. Está mucho más abultada que hace unos meses. Un trozo de carne se deja entrever bajo una camiseta que ahora me va mucho más ajustada. Siento vergüenza. ¿Cuánto habré engordado? ¿10, 15 kilos?

Pero aún así, sigo sin entender qué tiene que ver Els en todo esto.

- ¿Y qué se supone que va a cambiar Els?

- Que apartir de mañana vas a empezar a comer mejor y menos cantidad. -hago amago de responder, pero Derek se me adelanta-. Acaso que quieras quedar en ridículo delante de ella. -me quedo paralizado, incapaz de soltar el reproche que tenía en la punta de la lengua. Tiene razón: será mejor que empiece a controlar qué y cuánto como-. Yo me ocuparé de eso.

- ¿Cómo?

- Controlaré tus comidas, así de fácil. Apartir de mañana cocinaré yo. Tú céntrate en no atracar la nevera, del resto ya me encargo yo.

- Está bien...

- Y ahora limpia tu habitación, está hecha una mierda.

Bajo la cabeza, avergonzado. Asiento en silencio y me levanto con dificultad. La barriga me pesa de llevar todo el fin de semana sin moverme más que para ir a la cocina o el baño.

- Has pedido una pizza, ¿verdad?

Me pongo rojo. Ya no me acordaba de eso.

- Eeeh...

- Disfrútala, porque será tu última cena. -trago saliva. ¡¿Última cena?!-. Grasienta, quiero decir. -aclara. Suspiro más tranquilo, aunque no del todo-.

Derek tiene un par de años más que yo. Vamos al mismo instituto, y es gracias a él que nadie se mete conmigo. El hecho de que tu hermano mayor sea uno de los chicos más guapos y con uno de los cuerpos más atléticos de todo el instituto hace que la gente también sienta un cierto respeto hacia ti. Si no fuera por su carácter frío y cortante formaría parte del grupo de populares, pero como dice siempre -y cito textualmente-, "son una panda de gilipollas". Solo les interesa por su físico, y yo le admiro por no caer en su trampa. Aún así, siguen yéndole detrás, haciéndole la pelota. Es fácil de ver cuando normalmente es a la inversa -les hacen la pelota a ellos-.

Cuando Derek cierra la puerta, recojo lo más rápido posible mi habitación y bajo a comerme las dos pizzas que he pedido, una de atún y bacon y otra barbacoa. Cuando llego a la cocina, veo que ha desaparecido media de la segunda.

- ¡Derek!

- ¿Qué pasa? -aparece en la puerta de la cocina con un triángulo de pizza mordisqueado entre los dedos. Mi cara de susto parece confundirle-.

- ¡¿Por qué te estás comiendo mi pizza?!

- Ah, ¿la barbacoa era para ti?

- ¡No! ¡Las dos son para mí!

Abre los ojos, incrédulo.

- ¿En serio? Pero si son tamaño familiar.

- ¿Y qué...?

- No me lo puedo creer. -pone los ojos en blanco-. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

Da media vuelta y se va por donde ha venido. Con más hambre que vergüenza, me abalanzo sobre los resto de la primera pizza para engullira. Sí, sin duda va a ser una semana difícil.

El gran peso del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora