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Una lluvia a la que no le apetecía detenerse y una ventisca fría que se colaba hasta los huesos.

Era como había estado el clima en la ciudad luego de que un anaranjado atardecer se despidiera por la lejanía de los edificios de Chicago.

Y para Mingyu, no podía ser más estresante que el clima estuviese así.

Nunca fue un gran fan de la lluvia.

De pequeño, la veía como un monstruo gigante que se camuflaba entre las nubes y se dedicaba a arruinar sus tardes de juegos en el parque, los días soleados de ir a la piscina de la casa de sus abuelos, y el principal enemigo de los picnics en el jardín con su mamá.

Ahora, a sus veinticinco años de edad, seguía sin serlo.

La lluvia ya no le arruinaba las mismas cosas que cuando niño, ahora eran ocasiones un tanto... Diferentes.

Algunos paseos en el parque junto a su novio, unos cuántos días soleados en los que se animaron a salir a tomar un helado, los últimos tres días de las cortas vacaciones pasadas que pudieron permitirse saliendo de la ciudad a acampar.

Como decía, ocasiones diferentes y llenas de corazones dulcemente trazados a bolígrafo, cómo los que estaría haciendo en su descuido en ese momento sobre algún papel yaciente en el escritorio de su oficina.

Y ahí se hallaba aquel joven, esperando un mensaje, una llamada, una señal de humo de parte de su novio, quién lo era desde hace dos años y medio.

Jeon Wonwoo era un estudiante de Medicina de quinto semestre, uno muy aplicado, dedicado a su carrera y excelente académicamente.

Había llegado a su vida en la fiesta de un amigo que justamente tenían en común.

A Wonwoo le gustaba decir que había sido una muy grata coincidencia el que Soonyoung, un colega que en su momento estaba por graduarse de cirujano, lo reuniera en aquella fiesta con un muchacho de séptimo semestre de Derecho.

Pero para Mingyu, esa descripción le quitaba lo mágico y fantasioso a su encuentro.

Para él, el universo y el destino eran dos amantes juguetones, un poco extraños, traviesos tal vez, a los que les gustaba hacer de las suyas.

Y que gracias a ellos, habían estado destinados a conocerse esa noche.

Era la explicación más razonable que le encontraba a la conexión tan única que tuvieron desde que compartieron palabra; esa que los llevó a bailar por horas, conversar hasta que cayeron en las más insignificantes trivialidades, esa que los llevó a escaparse al techo de aquella casa para poder ver juntos el amanecer, y que se mantenía presente hasta ahora.

Jeon Wonwoo.

Oh, Su Wonwoo.

Era un chico muy cálido, comprensivo, tranquilo, atento, paciente, sincero, con un corazón grande que sabía manejar muy bien junto a su cabeza, podría pasar toda una eternidad nombrando las cualidades que el pelinegro tenía, que amaba de su persona.

Ah, y por supuesto, también amaba que fuese todo aquello que él, no era en lo absoluto.

Proporcionaba esa calma a su inquietud. Esa seguridad a su cabeza que daba mil y un vueltas para todo, bueno, casi todo. Le daba paz estar junto a él, le daba tranquilidad estar junto a él. Podía ser libremente vulnerable, confortado, cuidado, mimado, amado y abrazado como siempre lo había querido.

Justo ahora extrañaba mucho sus abrazos.
Y a él también, claro.

"Cielo, aún sigo aquí en la oficina organizando unos papeles para el caso que debo atender el jueves."

midnight drive ☆ minwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora